Recientemente la Knéset (Parlamento israelí) aprobó dos leyes para cerrar las oficinas de la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) en Jerusalén del este ocupado y restringir su labor en los territorios palestinos. Dichas leyes deben entrar en vigor a principios de 2025.
La campaña de Israel contra la UNRWA dura ya varios meses, desde que el Gobierno israelí acusó a la organización de tener vínculos con Hamás y de estar involucrada en los ataques del 7 de octubre. Según Israel, doce trabajadores palestinos de la UNRWA habrían tenido alguna conexión con la masacre. La agencia de la ONU despidió a varios de los acusados. Pero la UNRWA es mucho más que ese puñado de personas.
La agencia fue creada por la ONU en 1948, después de la guerra árabe-israelí, para proporcionar servicios básicos como salud y educación a los más de 700 mil refugiados palestinos que fueron forzados a abandonar sus hogares.
Hoy día la UNRWA sigue operando en los territorios palestinos ocupados y en Gaza, donde es la principal fuente de ayuda humanitaria, por lo que su cierre sería catastrófico para la Franja, totalmente devastada por un asedio que dura ya más de un año.
UNRWA, además de brindar servicios gratuitos, es una fuente de empleo para los habitantes de los campos de refugiados.
Uno de estos campos es el de Qalandia, muy cerca de Jerusalén, pero de difícil acceso, ya que entre él y la Ciudad Santa se interpone el tristemente famoso muro de separación. En Qalandia UNRWA cuenta con un centro de formación y cuatro escuelas, dos para niñas y dos para niños. También operan un pequeño hospital.
Las cuatro escuelas están dentro de un complejo a la entrada del campo. Son instalaciones sin lujos, con lo básico para la educación de los pequeños, que al salir se mimetizan con paredes pintadas con los rostros de Yasser Arafat o de Sadam Husein, y decoradas con pósters con los rostros del los mártires de Qalandia —como llaman los palestinos a quienes mueren por fuego israelí—.
En la escuela de oficios jóvenes palestinos se forman como electricistas, carpinteros y albañiles. También hay talleres de mecánica y aulas donde aprenden a manejar maquinaria agrícola. En comunidades donde el desempleo es uno de los mayores problemas, la UNRWA ayuda a estos chicos a prepararse para el futuro.
Actualmente unos 350 estudiantes aprenden 16 especialidades en este centro, donde las clases, por supuesto, son completamente gratuitas.
La formación profesional abre una puerta a un futuro para jóvenes que viven en un entorno de extrema violencia, donde son frecuentes las incursiones armadas del Ejército israelí y donde el desempleo, atizado por la rabia y la impotencia, muchas veces les deja como única alternativa unirse a las milicias palestinas.
Las paredes del campo de Qalandia están cubiertas por los rostros de milicianos que han muerto combatiendo la ocupación. Los jóvenes que hoy estudian en estas escuelas podrían no terminar con su rostro en una pintada.