Ramón García, párroco de la Iglesia Católica de Marianao, no lo dudó más. La paciencia tenía un límite. Escribió entonces un ultimátum para quienes tenían nichos en el viejo cementerio, situado en uno de los extremos de la finca Buen Retiro.
En el camposanto se hallaban unas ocho mil sepulturas, a principios de 1912, cuando esa hacienda y la Santísima Trinidad fueron compradas por la empresa Zaldo, Salmon y Compañía, con la intención de crear un reparto urbano.
La Cámara Municipal, el 17 de julio de ese mismo año, aprobó el proyecto. Pero transcurrió el tiempo y llegó 1915 y todavía el cementerio, propiedad de la Iglesia, no había sido demolido porque vecinos morosos no trasladaron las osamentas hacia la necrópolis de Colón, en La Habana. El 25 de marzo, el clérigo García divulgó en los medios de prensa un comunicado que otorgaba un plazo de 30 días para que exhumaran los restos, pasado ese tiempo serían reubicados “sin lugar de reclamación.”
“La Habana se había ido fuera de La Habana”
En 1903, el escritor y académico Ramón Meza Suárez-Inclán en sus “Tópicos urbanos”, divulgados en la revista Cuba y América, reflexionaba:
“Es un contrasentido permitir más avance en las construcciones en lo interior de la ciudad de La Habana. Los espacios libres que en ella quedan deben destinarse a desahogo necesario en toda la población. El tranvía lleva rápidamente a los límites de la ciudad y estos son los que deben poblarse.”
El Vedado fue una de las zonas que más se beneficiaría, de inmediato, para su urbanización con el nuevo medio de transporte. Pero el desarrollo socioeconómico acelerado y el crecimiento demográfico en la capital cubana exigían nuevas áreas residenciales. El dominicano Max Henríquez Ureña, escritor, profesor y diplomático, fue testigo de las trasformaciones. Rememoraría en una de sus conferencias:
“En el andar de los años, la ciudad fue ensanchándose y extendiéndose, para lo cual ya no era suficiente el Vedado. Hubo que cruzar el río Almendares, echar un nuevo puente en la proximidad de su desembocadura, y urbanizar los terrenos inmediatos, antes rústicos y despoblados pertenecientes al municipio de Marianao. Se fabricaron por doquier nuevas y lujosas viviendas, alejadas del centro y del ruido y muchos propietarios de la vieja zona urbana vendieron sus antiguas viviendas para construir otras flamantes en las nuevas urbanizaciones. Surgieron nuevos centros sociales: a un primer club de un lujo y confort, situado en esos nuevos sectores de la vida habanera, se agregó otro y después otro y otros más en las amplias y modernas barriadas, buscando de preferencia la orilla del mar. Dijérase que La Habana se había ido fuera de La Habana.”
La urbanización
Eran gerentes, de la empresa Zaldo, Salmon y Compañía, Teodoro Zaldo, Guillermo Zaldo, Juan Arellano y Lorenzo S. Salmon, quienes participaron activamente en la creación de varios repartos habaneros. El Ayuntamiento estableció que la Sociedad extendiera las vías hasta la Calzada Máximo Gómez.
En 1913 “fue inaugurada la hermosa Avenida que enlaza la Calzada de Columbia con la de Máximo Gómez”, nos dice el historiador Fernando Inclán Lavastida, en su monografía Historia de Marianao. El 24 de febrero de 1942 le cambiaron el nombre por el de General Menocal. Agrega Inclán “está constituida por dos calles paralelas, separadas por un contén central y ha sido la primera de ese tipo de doble vía construida en Cuba y en casi toda su extensión luce ornamentada con estatuas y árboles.”
El área adquirida por la Compañía abarcaba 500 mil metros cuadrados y en 1915 había vendido lotes por un valor total de 550 mil dólares, de acuerdo con datos registrados en el libro Cuba before the world. Los solares se vendían a plazos.
Al Buen Retiro pertenecían, en 1916, La Serafina, Loma Llaves y Oriental, recién urbanizadas. La inauguración del Hipódromo de Marianao, conocido también como Oriental Park, en la intersección de las calles 106 y 61, en el barrio de Los Quemados, el 14 de enero de 1915, dio más realce al nuevo reparto y a su arteria principal. Un anuncio del Diario de la Marina destacaba: “Buen Retiro y La Serafina. La mejor vía para llegar al gran Hipódromo Oriental es la gran Avenida de Columbia, en estos repartos, la que se encuentra terminada, unidas las dos calzadas del Vedado y la del Cerro.”
Otra nota publicitaria de la época resaltaba la excelente comunicación con la ciudad de La Habana:
“El tranvía eléctrico del Vedado a Marianao con doble vía recorre de un extremo a otro una calle del reparto. El ferrocarril eléctrico de Concha recorre de un extremo a otro y en dirección paralela a la del tranvía eléctrico un lindero del reparto. Ambas líneas del ferrocarril de Concha y del tranvía eléctrico comienzan su recorrido por el pueblo de los Quemados y por el de Marianao precisamente al atravesar este reparto, y al salir de su recorrido por dicho pueblo, entrando de nuevo en el reparto. En el lugar más elevado de los Quemados de Marianao, divisándose el mar desde cualquier punto del reparto.”
Las calles, con aceras y césped de 14 metros de ancho, tenían los siguientes nombres, al lado coloco la denominación actual, según información que me aportó Nesty Ignacio: Steinhart, 45; Medrano, 102; Robau, 104; San Jacinto, 106; Doctor Domínguez, 108; Boquete, 110; Infanta, 43; Reina, 39; Panorama, 41 y Avenida Buen Retiro, calle 100.
Al revisar los directorios sociales de la época identifiqué el establecimiento en sus predios de abogados, intelectuales, artistas, escritores, políticos, ex oficiales del Ejército Libertador y hombres de negocios que buscaban un ambiente de mayor sosiego. También allí radicó durante mucho tiempo el consulado de Bolivia y la legación de China.
En la edificación de las viviendas participaron glorias de la arquitectura cubana como Max Borges del Junco, pionero en la fabricación seriada de casas, célebre por sus bungalows, Francisco Centurión, Jorge Luis Echarte Mazorra, José María Bens (fue el director artístico de las obras del Capitolio Nacional), Alberto de Castro, Emilio de Soto, Francisco Arias, entre otros.
A partir de 1920, de acuerdo con informaciones divulgadas en la sección de clasificados del Diario de la Marina, numerosos propietarios vendieron parcelas que habían comprado a Zaldo, Salmon y Compañía, tal vez debido a la crisis económica que afectaba al país. Por ejemplo, el 28 de agosto de 1924, un anuncio decía “(…) vendo varias parcelas a plazos y al contado de 3, 4, y 5 pesos la vara (equivale a 0.836 metros), con calles, alumbrado, aceras y todas con fabricaciones por los lados y a una cuadra de los carros. Informes Defage… Empedrado 15.”
En la fuente citada hay múltiples anuncios de alquileres en 1924 que nos describen la tipología de las residencias. Muestro tres de ellos. La casa número 21, en calle Steinhart, esquina a Loma, con “jardín, portal, sala, cuatro habitaciones, magnífico comedor, baño lujoso con todos los aparatos, agua caliente, cocina y despensa, garaje para dos máquinas, cuartos y servicios para criados y una celosía a fondo”, se arrendaba por 100 pesos mensuales.
En San Jacinto, entre Panorama y Reina, un chalet de dos plantas que tenía en los bajos “recibidor, biblioteca, sala, comedor, pantry, cocina, baño” y en los altos “hall, 5 cuartos, baño y terraza cubierta (…) jardín, gran patio cementado, garaje, dos cuartos para criados con servicio sanitario.”
Y en la avenida Columbia un chalet “compuesto de 8 habitaciones, sala, comedor, saleta, portal de alto y bajo con hermoso jardín de 1500 metros, garaje y cuarto de chofer.”
Torre Bermeja, el palacio de un “loco” ilustrado
Al español Fernando Molina, ceramista, pintor, periodista y decorador, sus adversarios lo tildaban de loco. En realidad, fue un genio soñador que se propuso crear en Buen Retiro el Museo Biblioteca Washington Irving para tributar perenne homenaje al escritor estadounidense, autor del famoso libro Cuentos de la Alhambra.
Molina ejerció la docencia en la Escuela Superior de Artes e Industrias, en Madrid y se desempeñó como visecónsul de España en Miami y era fundador de la West Cuba Ceramie Co., dirigida por el general José Braulio Alemán para desarrollar la industria de la cerámica en la isla caribeña.
Acerca del inmueble relató Nesty Ignacio:
“En mi imaginario personal siempre me llamó la atención esta casa, me hacía idea que esta construcción ubicada en los límites de Buen Retiro era especie de una antigua fortificación de guerra, punto de control o algo así. ¡Esa es la idea que me daba su arquitectura y sus cañones a la entrada, pero no señores! esta casa es una copia exacta de las Torres Bermejas que están en Andalucía, España.
Su peculiar construcción está ubicada en la antigua Manzana Cero (108,43,110,41), nombre que se le adjudicó por ser la manzana situada en lo que era el cementerio. Su construcción data de 1916 cuando el señor Fernando Molina le encargó al (…) arquitecto Francisco Centurión que sentara los planos para construir justo en los límites de Buen Retiro una copia exacta de La Casa de Gallo de Viento.”
La entrada de la casa estaba adornada con azulejos, similares a los empleados en el Hotel Inglaterra, cuyo patio andaluz fue decorado por Molina, quien también dejó su impronta artística en la fachada del hotel Sevilla y en varias residencias habaneras.
Destacaba en el interior de la casona, estilo árabe, cuadros diseñados en cerámica y en la entrada el nombre que le da título al inmueble grabado igualmente en cerámica. Poseía sala, dos comedores, siete cuartos, cuatro baños y garaje.
Molina cayó en desgracia. Se involucró en una demanda judicial contra la West Cuba Ceramic Co., debido, según sus palabras, a los atropellos incalificables que sufrió por las acciones del sustituto del general José Braulio Alemán.
Y por si fuera poco, la villa Torre Bermeja fue muy dañada por los embates del ciclón de 1926. En ese tiempo ya Molina la transformaba para convertirla en su añorada casa del Gallo de Viento, sede de Museo Biblioteca Washington Irving, proyecto malogrado, de acuerdo con su testimonio, divulgado en el Diario de la Marina, cuatro años después:
“Desde el mes histórico de mayo de 1925, golpe tras golpe, infamia tras infamia, fui siendo despojado de todos mis bienes, me había obligado a suspender las obras y a ir grabando esta propiedad para conservarla y ahora por falta de recursos para pagar los intereses se saca a pública subasta en el juzgado de primera instancia de Marianao, el día 22 de enero de 1930”.
El destino de la villa Torre Bermeja luego de ser vendida no fue muy halagüeño, pues, entre otros usos, sirvió como prostíbulo. Hoy, aunque transformada, sigue en pie como vivienda familiar.
Otros vecinos famosos
Dos de las obras más importantes del pintor Wifredo Lam: “La jungla” y “La silla” fueron realizadas en la Avenida 41, no. 10804, entre 108 y 110. Allí se estableció el artista desde 1941 hasta 1943, luego de regresar de Europa.
En esta residencia era habitual que los domingos celebrara tertulias, con la presencia de personalidades como Alejo Carpentier, Lydia Cabrera, quien lo llevaba a los babalaos y le había dicho “Europa no es lo tuyo, dirige tus ojos hacia Cuba que ahí está tu mundo y la fuerza del futuro”, el sabio don Fernando Ortiz, los escritores Virgilio Piñera y Lezama Lima. De los extranjeros se recuerda las visitas de compositor ruso Igor Stravinsky y del poeta francés Benjamín Péret.
Alfredo G. Domínguez Roldán, conocido como el padre de la radiología cubana y fundador de la Liga cubana contra el cáncer tenía su chalet en 41, esquina a 108.
El ingeniero, periodista, director de la revista Cuba Contemporánea, autor del Diccionario del Constructor, fundador y director de la Academia Nacional de Artes y Letras Mario Guiral Moreno, vivió desde 1918 y hasta que emigró a Estados Unidos, en una casa situada en Infanta, entre San Jacinto y Robau.
En Buen Retiro murió, en su Villa María Luisa, la notable educadora cubana y feminista, doctora María Luisa Dolz, la primera mujer cubana doctorada en la Universidad de La Habana (abril de 1899), creadora de una de las instituciones docentes más importantes de la Cuba republicana, bautizada con su nombre; en la actualidad su casa es sede de la escuela Capitán San Luis.
El arquitecto Jorge Luis Echarte Mazorra, residía en un chalet que él diseñó en calle San Jacinto, esq. a Reina. Autor de emblemáticos inmuebles en La Habana, entre ellos la Casa Verde de Quinta Avenida, fue secretario de Estado y secretario de Obras Públicas.
La relación sería muy extensa, termino con la mención del poeta Agustín Acosta Bello, radicado a mediados de los 50 en la casa No. 10017, de la calle 41, esq. a 102.
Buen Retiro fue hijo de su tiempo, con sus chalés, villas y bungalows. Alcanzó mayor impulso constructivo en el período denominado de las vacas gordas, como consecuencia de los altos precios de azúcar en los mercados internacionales mientras ocurría la Primera Guerra Mundial. Como reseñaba un articulista del Diario de la Marina, en 1918: “La riqueza es prodigiosa. Y al compás de la riqueza La Habana se extiende, se ensancha, se hace una gran ciudad. Y Buen Retiro, ya lo definió el escritor Abilio Estévez, era “el colmo de la elegancia”.
Fuentes:
Fernando Inclán Lavastida: Historia de Marianao. De la época indígena a los tiempos actuales, Editorial El Sol, La Habana, 1952.
Max Henríquez Ureña: La sociedad de conferencias de La Habana y su época, Municipio de La Habana, Oficina del Historiador, 1954.
Manuel F. Alfonso y T. Valero Martínez: Cuba before the world, Adams and Grace Company, 1915.
Investigaciones y archivo de Nesty Ignacio.
Directorios sociales, en Archivo del Historiador de la ciudad de La Habana.
Carlos Lechuga: Abilio Estévez: “No tengo ganas de batallar, salvo con las palabras…”
Rafael Lam: “Conversando con Wifredo Lam”, Cuba Encuentro.
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