La sala estaba llena de mujeres embarazadas. Cerca de la puerta podía leerse el cartel de Ultrasonido. La espera prometía extenderse hasta después del mediodía, mientras las gestantes conversaban sobre antojos, malestares y partos anteriores.
Sumida en la pantalla del móvil, apenas me llegaban fragmentos de las animadas conversaciones. Sin embargo, cuando el interés es mayor que el aburrimiento, la capacidad sensorial del oído termina por sorprendernos.
“¿Sabes de algún alquiler en el barrio?”, alcancé a escuchar.
Levanté la vista con disimulo. La muchacha, alta y delgada, tendría unas 22 semanas, a juzgar por el tamaño de su panza. La otra gestante, sorprendida, preguntó:
—¿Y eso? ¿Tú no tenías uno ya?
—Tengo que entregarlo la semana que viene —suspiró con resignación—. Ya tú sabes: se enteraron del embarazo y no quieren que para estando ahí…
—¿Preguntaste por el de Manuel? Hace poco se desocupó.
—Ya lo alquilaron.
—Si yo fuera tú, ya me habría metido en cualquier casa vacía, de esas que deja la gente que se ha ido pa’ afuera —dijo la otra, afectada por la situación de su amiga—. Total, ¿quién se va a atrever a sacarte con tres muchachos y otro bebé en camino?
—Lo he pensado —repuso la del problema—. Quien deja la casa vacía y se va es porque no la necesita. Pero antes quiero ver a la trabajadora social en el policlínico. Así nadie va a poder decir que no avisé con tiempo.
Se abrió la puerta de la consulta. Una enfermera dijo su nombre y la muchacha entró rápidamente, con su carpeta de papeles debajo del brazo, para saber si el cuarto hijo crecía saludable dentro de su vientre.
El peso de los números
En mayo de 2021 entró en vigor el Acuerdo 9009, del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, que prioriza la asignación de viviendas y recursos financieros para la construcción, rehabilitación, ampliación o remodelación de inmuebles a las madres, padres o tutores legales con tres o más hijos menores de edad.
Una de las novedades de la disposición, publicada en la Gaceta Oficial Ordinaria No.57, fue la autorización a los consejos de la administración de los órganos locales del Poder Popular para comprar viviendas de prioridad personal para asignarlas, siempre que esto fuera más rentable que construirla.
La normativa forma parte del Programa de Atención a la Dinámica Demográfica, actualizado en 2022 y que desde 2014 busca estimular la natalidad y fecundidad frente al envejecimiento poblacional en Cuba. Desde el Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana se asesora a los Grupos de Trabajo Provinciales para la Atención a la Dinámica Demográfica. El CEDEM, además, contribuye con la coordinación de los Observatorios Demográficos del país.
Tres años después, se identificaron a nivel nacional 63 715 madres con tres hijos o más, menores de 17 años; de estas, 9 987 tienen más de cuatro hijos. En contraste, durante 2024 sólo se entregaron 416 viviendas a estas personas. Los datos, expuestos por el primer ministro Manuel Marrero ante la Asamblea Nacional, en diciembre último, muestran la disparidad entre las casas que se proporcionan y las necesidades habitacionales reales de las parejas con descendencia numerosa.
Lo más preocupante es que la cifra de mujeres en esta situación ha crecido. Según informes oficiales, al cierre de junio de 2022 se contaban en Cuba 57 416 madres con tres o más hijos; o sea, que hasta diciembre de 2024 estas aumentaron en 6 299.
La creciente cantidad de madres con múltiples hijos se da en medio de condiciones para la crianza cada vez más difíciles, lo cual acentúa su vulnerabilidad.
El fenómeno es apenas una arista del panorama sociodemográfico actual, y la cifra creciente de madres en esta situación no significa que la fecundidad en Cuba sea alta. Por el contrario, desde 1978, el país no alcanza los niveles de reemplazo poblacional. Esto implica que las generaciones futuras serán significativamente menos numerosas y la población más envejecida. Las causas son muchas y son complejas.
Según la Encuesta Nacional de Fecundidad 2022 (ENF), una de las causas es el aumento de la edad media al tener el primer hijo: 23 años para las mujeres y 27 para los hombres. El estudio reveló que el 32 % de las mujeres en edad reproductiva no tiene hijos, mientras que el 36 % solo tiene uno, lo que indica la preferencia por familias más pequeñas.
Se suma el impacto de la emigración: la cantidad de personas en edad fértil dentro del país es considerablemente menor que años atrás y, por ende, también el número de nacimientos. En el artículo “La nueva ola migratoria cubana y su impacto en la sociedad”, publicado por IPS Cuba en 2022, un gráfico ilustra la llegada de inmigrantes cubanos a España entre 2008 y el primer semestre de 2022. El gráfico revela un aumento significativo en el flujo migratorio, y casi la mitad (40 %) de los inmigrantes tienen entre 20 y 34 años de edad. La mayoría de quienes emigran son jóvenes en edad fértil.
El éxodo no solo afecta la estructura demográfica; también supone disminución de la fuerza laboral y un futuro con menos nacimientos.
Por otro lado, la carga laboral y las responsabilidades familiares juegan un papel crucial en la fecundidad: muchas mujeres sienten que no pueden equilibrar su vida laboral con la maternidad, y esto las lleva a postergar o descartar el tener descendencia. El contexto socioeconómico y la incertidumbre sobre el futuro afectan las decisiones reproductivas, lo que deriva en una baja reserva de nacimientos y en un patrón familiar reducido.
La insuficiente disponibilidad habitacional —y en muchos casos sus condiciones precarias— también influyen en la fecundidad. Pero estas no aparecen declaradas en la ENF 2022 como uno de los factores más determinantes, lo cual no significa, en absoluto, que su impacto sea irrelevante.
Con el fin de conocer percepciones y experiencias de cubanos y cubanas en edad reproductiva sobre cómo las condiciones de vida afectan (o afectaron) su decisión de convertirse o no en padres, para este reportaje se realizó un sondeo de opinión entre 89 participantes.
La mayoría de los encuestados reside en La Habana, seguida por Las Tunas y Holguín, y sus edades están principalmente entre los 26 y los 45 años (80 de ellos). 73 son mujeres y 16 hombres.
Los datos obtenidos mostraron que la mayoría de los encuestados (50) optó por tener un solo hijo, mientras que 21 decidieron tener dos. Solo tres personas superaron esta cifra, lo que coincide con la tendencia nacional hacia familias más pequeñas, aunque se trate de una muestra muy discreta y limitada. Sin embargo, lo que destaca en las respuestas sobre los motivos de la decisión es la recurrente preocupación por la disponibilidad de un techo con suficiente espacio.
Casi la mitad de los participantes (45) siente que su vivienda no se ajusta a las necesidades de su familia. Además, el sondeo reveló un deseo frustrado en 36 personas que querían ser padres antes, pero las condiciones de su hogar lo impidieron. De igual manera, 31 encuestados consideran que el tiempo para tener más hijos se les terminó, por edad y por insatisfacción con su situación habitacional.
Estas respuestas sugieren una clara interconexión entre el entorno físico y las decisiones familiares, y muestran cómo el espacio disponible puede moldear no solo la estructura familiar, sino además los sueños y proyectos de vida.
Un alquiler, un hogar
Lilian Sarmiento es una joven profesional holguinera que hoy radica en La Habana. Se mudó a la capital junto a su esposo después de un año de relación a distancia, para poder llevar adelante sus planes en común. Al principio vivieron en casa de sus suegros, donde la convivencia era llevadera, pero pronto se dieron cuenta de que necesitaban su propio espacio. Comenzaron la búsqueda de un alquiler que se ajustara a su presupuesto y encontraron un apartamento modesto en el Cerro. Sin embargo, la llegada imprevista de un hijo los obligó a buscar un lugar más adecuado.
“Encontramos un alquiler en El Vedado, con un precio mucho más alto y en USD. Allí estuvimos casi un año, hasta que decidimos buscar otra opción, pues teníamos muchos problemas con el abasto de agua y la renta iba a subir a un precio que ya no podíamos pagar”, recuerda Lilian, y admite que la fluctuación en los precios de las rentas y la posibilidad de ser desalojados en cualquier momento les generan constante estrés:
“Es extenuante el solo hecho de buscar una opción más o menos adecuada a nuestras necesidades y al bolsillo, más siendo madre, pues no todos los arrendatarios aceptan niños. A eso hay que sumar la inestabilidad del precio de las rentas porque los alquileres son de propiedad particular y están regidos por el mercado cambiario de divisas; entonces un mes pagamos 70 USD, pero al otro ya piden 100. Si para quien tiene casa propia es difícil llegar a fin de mes en este país, imagínate para quien vive en un alquiler. La renta puede llegar a representar un 75 % de los gastos mensuales”.
Lilian ha desembolsado más de 1000 USD en pago de alquiler en poco más de un año, y afirma que las condiciones actuales de la vivienda en Cuba influyen en su decisión de no tener más hijos por ahora. Incluso reconoce que habría preferido ser madre bajo “un techo propio”.
“Un hijo no debe traerse al mundo sin tener un lugar al cual llamar hogar; un sitio con las condiciones mínimas indispensables de higiene, espacio y protección para su crecimiento saludable. Viviendo en un país donde es difícil garantizar tantas necesidades básicas, y con un fondo habitacional insuficiente, decidir tener uno o más hijos trasciende el mero deseo de querer ser madre”.
Normativas versus realidades
En los últimos años, el Gobierno ha implementado medidas destinadas a fomentar la fecundidad. Desde 2015 se han aplicado políticas para estimular el nacimiento de dos o más hijos por mujer.
Además del Acuerdo 9009 para la asignación de viviendas a progenitores con tres o más hijos, un avance significativo fue la extensión de la licencia de maternidad a 15 meses, aprobada el 20 de mayo de 2024. Esta permite a las madres disfrutar de un período retribuido más prolongado para cuidar a los recién nacidos. Antes, la licencia de maternidad en Cuba era de 12 meses. Este período estaba establecido en el Decreto Ley 56 “De la Maternidad de la Trabajadora y la Responsabilidad de las Familias”, que contemplaba retribuciones hasta que el menor cumpliera un año. A partir de esa fecha, se aprobó una extensión de la licencia a 15 meses, lo que permite a madres y padres estar con sus bebés durante un tiempo más prolongado.
La medida se suma al Decreto-Ley 56 De la Maternidad de la Trabajadora y la Responsabilidad de las Familias, que entró en vigor el 14 de diciembre de 2021. Este equiparó garantías para las madres trabajadoras del sector estatal y no estatal, e implementó el pago del 100 % del salario durante el período de maternidad, si el embarazo es de riesgo.
También se estableció una licencia de paternidad que permite hasta 40 semanas de receso laboral, lo que supera con creces los plazos permitidos en muchos países del mundo.
A pesar de estas iniciativas, la tasa global de fecundidad se situó apenas en 1.54 hijos por mujer en 2023, evidencia de que el problema trasciende lo normativo y precisa de transformaciones que impacten en las condiciones económicas y sociales de las personas en edad reproductiva y en las familias.
Cuando todo apunta hacia la necesidad de acciones más contundentes para darle un giro al problema, el Ministerio de Finanzas y Precios, a través de la Resolución 313 de 2024, estableció nuevos valores referenciales mínimos para la liquidación y pago de los impuestos sobre los Ingresos Personales y sobre la Transmisión de Bienes y Herencias, asociados a los actos de compraventa y donación de viviendas entre personas naturales. Entraron en vigencia desde el 15 de noviembre de 2024, con el propósito declarado de “corregir distorsiones fiscales y aumentar los ingresos del Estado”.
El incremento fue tan significativo que, en algunos casos, se multiplicó hasta cinco veces. La medida parece desconectada de la realidad que enfrentan los jóvenes en el mercado inmobiliario nacional, donde la escasez de opciones asequibles sigue siendo un obstáculo importante, no solo porque los precios de las viviendas se calculan hoy sobre la base de la cotización del dólar en el mercado informal (en muchos casos el vendedor solo acepta esa moneda), sino porque permutar en Cuba no es tan frecuente en la actualidad como antes de noviembre de 2011, cuando el Decreto-Ley 288 estableció la posibilidad de la compra-venta de viviendas.
Tras el anuncio de la Resolución 313, Jan Carlos Báster aceleró durante dos semanas la búsqueda de una vivienda en el mar de grupos de Facebook dedicados a la compraventa de casas en La Habana. No pensaba en otra cosa. Su esposa, con más de 20 semanas de gestación, llegó a temer por su salud mental; aunque ella misma experimentó una subida de tensión arterial que por poco la lleva a ingresar en un hogar materno.
Aunque amigos y familiares les recomendaban calma, ambos se sentían con la soga al cuello: presupuesto en dólares limitado, conseguido gracias a préstamos que pagarían tras vender un pequeño apartamento, y ahora con un valor referencial cinco veces mayor a pagar en moneda nacional, más los impuestos dobles (por comprar y luego por vender). El panorama era desesperanzador.
“Debería importar cómo afecta a la juventud que decide quedarse en el país, para crear su familia en Cuba —y no solo crearla, sino también ampliarla— el hecho de que construir o comprar una casa sea imposible para quien vive de un salario estatal. Sale más económico vender la casa e irse a probar suerte a otro lugar”, reflexiona Báster con pesar.
Su queja es más lógica aún cuando describe la “organización” de su hogar: una abuela enferma ocupando uno de los cuartos, para que tenga privacidad y comodidad, junto al abuelo; él y su esposa compartiendo su habitación con la hija de 12 años; y a la espera de un bebé, sin saber siquiera dónde podrán colocar la cuna.
“Muchos nos dicen que estamos locos, y hasta nos cuestionan la decisión de ser padres otra vez. Probablemente haya muchas familias como nosotros, que decidimos tener un bebé; será bienvenido a pesar de lo complejo que se nos hace todo—confiesa—. Debería ser diferente; no tendríamos por qué ser nosotros los ‘responsables’ de incrementar el presupuesto del Estado, como dijeron en la prensa. Lo justo es que el Estado ofreciera opciones a los jóvenes para ampliar su descendencia”.
Infertilidad: un desafío emergente
La infertilidad es otro problema en Cuba, en especial entre parejas mayores de 35 años. En 2018, varios equipos de salud comunitaria identificaron a 141 mil parejas como infértiles. Esto llevó a la realización de la Encuesta Nacional de Mujeres en Edad Reproductiva ese mismo año. Se encuestaron 16 500 mujeres de entre 15 y 49 años. Los resultados revelaron una alta prevalencia de infertilidad: un 99.3 % en mujeres de 20 a 35 años, un 41.1 % en mayores de 36 años, y un 36.3 % entre las de 36 a 50 años.
Los datos indicaron que la infertilidad tubárica1 era la causa más común, seguida de la insuficiencia ovárica y de problemas uterinos. Un hallazgo significativo fue que el 39.4 % de las mujeres diagnosticadas con infertilidad tenían más de 38 años y antecedentes de embarazo ectópico. En cuanto a las causas masculinas, se identificó que solo el 4.2 % de los casos eran atribuibles a problemas en el hombre.
La postergación de los embarazos ha impactado en las tasas de fertilidad, debido a que muchas parejas eligen retrasar la maternidad y paternidad por razones profesionales, económicos y sociales. La combinación de estas ha generado una creciente demanda de servicios médicos especializados.
Holguín presenta uno de los mayores índices de infertilidad en mujeres en edad reproductiva en el país. El Centro Territorial de Reproducción Asistida de Alta Complejidad, del Hospital General Universitario Vladimir Ilich Lenin es reconocido por sus resultados en la zona oriental. En el último año, por ejemplo, logró más de 200 embarazos y atendió a más de 400 parejas por primera vez.
La doctora Beatriz Soto Santiesteban, quien ha trabajado durante más de una década como ginecobstetra del centro, resalta el impacto del retraso de la búsqueda de un embarazo: “Cuando las parejas llegan a nuestra consulta, el factor que predomina es la edad, porque las mujeres han esperado a tener los 36 y hasta 40 años para buscar atención especializada. Muchas nos comentan que la demora se debió a que no disponían de vivienda o querían mejorar la que tenían”.
Soto advierte que tal retraso tiene consecuencias serias, como el envejecimiento ovocitario, que afecta la calidad de los óvulos y complica las posibilidades de embarazo exitoso.
“La mayoría de estas mujeres necesita una ovodonación, lo cual representa un proceso emocional difícil para muchas. Además, a mayor edad, aumentan los riesgos: diabetes gestacional, hipertensión arterial, así como preocupaciones sobre el bienestar futuro del hijo”, advierte la especialista y subraya que en Cuba no se practica la congelación de óvulos, lo que limita las opciones para las mujeres que desean postergar la maternidad.
“Si pudiéramos brindarles esa opción, las pacientes podrían congelar sus óvulos y, cuando estuvieran preparadas, los usarían ya fecundados —argumenta—. La congelación de ovocitos significaría una mejoría de la calidad de los tratamientos, además de que permitiría a las parejas enfrentar con mayor tranquilidad el proceso de concepción”.
De conflictos y posibles soluciones
La incertidumbre económica y la falta de opciones accesibles para vivir llevan a las parejas cubanas a postergar decisiones cruciales sobre la maternidad y la paternidad. Uno de los hallazgos más significativos del sondeo de opinión realizado fue que 40 de los encuestados expresaron sentirse hacinados en el lugar donde viven (44.9 %). Testimonios anónimos ilustran las dificultades que enfrentan las familias por la falta de espacio, que no solo afecta la comodidad física, sino además las dinámicas familiares y el bienestar emocional de sus integrantes, así como la planificación familiar. Referimos algunos de ellos:
“Somos tres: mi esposa, la niña y yo. Tenemos un cuarto con la cama y la cuna, un escaparate, un closet y un sillón que hay que mover a un lado y al otro para caminar”.
“Convivimos cinco adultos de generaciones distintas, más un adolescente y dos niños pequeños. Las habitaciones no alcanzan y la convivencia es difícil debido a la falta de espacio”.
“Duermo con mi esposa y mi madre en un solo dormitorio. Me es imposible tener un hijo en esas condiciones”.
La falta de un mercado inmobiliario funcional también limita las opciones de vivienda. Varios encuestados sugieren construir edificaciones destinadas a alquileres administrados por el Estado, algo que actualmente no existe en Cuba. Esto permitiría que más personas vivan sin la constante preocupación del desalojo o del aumento abrupto de los precios. Además, sugieren que se genere un movimiento constructivo con prioridad para parejas jóvenes, sin necesidad de que tengan tres o más hijos, o que aumenten las facilidades de créditos bancarios con tales fines.
Las políticas públicas implementadas por el Gobierno abordan algunas de las complejidades que enfrentan las parejas antes, durante y después de la gestación. Sin embargo, no logran atacar las raíces del problema habitacional. Aunque no son la única preocupación, las condiciones de vivienda impactan directamente en la decisión de tener hijos o no, y, de hacerlo, cuántos serían. Tal dilema es expresión del conflicto interno de muchas parejas al intentar satisfacer dos necesidades fundamentales que Cuba no puede ignorar: el techo y la cuna.
Nota:
1 La infertilidad tubárica se refiere a la incapacidad de concebir debido a problemas en las trompas de Falopio, que son esenciales para el proceso reproductivo. Esta condición ocurre cuando las trompas están dañadas o bloqueadas, lo que impide que el óvulo y el espermatozoide se encuentren, o que un óvulo fertilizado llegue al útero.