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Leila Martínez (La Habana Vieja, 1994) siempre tuvo que esforzarse más que el resto. Cuando no la aceptaron en la EIDE por su estatura, buscó opciones y el voleibol de playa apareció como su nuevo amor, aunque la relación demandaría muchos sacrificios en momentos en que la necesidad apremiaba. Viajar largas distancias, separarse de su familia, estudiar Estomatología en la universidad mientras entrenaba como atleta de alto rendimiento… Su mente y su cuerpo querían desfallecer por momentos, pero Leila siempre encontró la motivación para superar los obstáculos, también gracias al apoyo de su madre.
Quizá por eso se convirtió en la mejor voleibolista de playa de la isla de manera indiscutible, y no paró hasta llegar a la cumbre del área: subcampeona en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, olímpica en Tokio 2020 y doble titular de los Juegos Centroamericanos y del Caribe (Veracruz 2014 y Barranquilla 2018).
Al margen de su trayectoria deportiva, Leila siempre ha tratado de ir más allá. Estudia sobre maternidad para aplicarlo con Roma Valentina, su hija de 2 años; aprende sobre psicología deportiva; lee entrevistas de sus atletas favoritas y emprende con su propia marca de ropa deportiva. Además, cuando la mayoría había aceptado su retiro del deporte, anuncia que su aspiración es volver a representar a Cuba.
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¿Dónde te criaste?
Soy nacida, criada, crecida y vivida en La Habana Vieja, barrio Jesús María, por la terminal de trenes y la casita de José Martí. Mi mamá siempre tuvo la idea de ponerme a estudiar lejos de mi barrio, por lo que la escuela la hacía en Belén, más pegada al casco histórico. A los 6 años estuve en gimnasia rítmica, y en quinto grado paso al voleibol de sala. No pude entrar a la EIDE porque me faltaba un centímetro. Recuerdo que fue una decepción, pero gracias a Dios suelo pasar página bastante rápido.
¿Cuándo empiezas a practicar voleibol de playa?
En octavo grado algunas personas que estaban conmigo en el voleibol de sala y que igualmente no pudieron entrar a la EIDE, me dicen que se habían apuntado en el voleibol de playa en el Fontán. No me motivó mucho la idea, pero fui. El ambiente era espectacular, aquello me encantó. Terminabas de entrenar y te metías en la playa.
Me mandaron para la escuela Angola, en el municipio Playa, que era el concentrado del voleibol de playa de La Habana. Dábamos clases por la mañana y entrenábamos por la tarde en el Fontán o en el Saborit, que quedaban cerca.
Todos los días me tenía que levantar a las 6 de la mañana, mi mamá me acompañaba a la parada. El entrenamiento era muy riguroso y al principio no me gustaba. Sol, pista, correr… era otro nivel. Lo que me motivaba a seguir yendo era lo bien que lo pasaba con mis compañeros, hasta que gané mi primer oro en Juegos Escolares en Ciego de Ávila. Volví a ganar al siguiente año, y automáticamente me quieren subir para el equipo nacional juvenil que radicaba ahí en Ciego, pero tenía 14 años y mi mamá no quería que fuese sola tan joven. Tuve que esperar a cumplir los 15.
Fue una etapa en que me formé mucho como persona y como atleta, por las dificultades de aquel momento. Éramos un equipo bastante grande con muchachitas de toda Cuba. Estuve 2 años en Ciego con buen rendimiento, sobresaliente, y académicamente me iba bien. Luego, en 2012, me subieron al equipo nacional en La Habana.
¿Cómo fue el apoyo de tu familia durante esos años?
El apoyo tiene que ser incondicional en este tipo de actividad y mi familia fue un pilar. Como te contaba, yo quise desmayar en varias ocasiones y mi mamá fue un bastón. Lo único que quería en aquellos momentos era llorar, y ella me motivaba. Cuando terminaba de soltar todas las lágrimas era como si me hubiese reseteado. A veces, cuando estaba en Ciego, se me acababa el dinero y la comida, y mi madre bajaba hasta La Coubre a hablar con el chofer de la guagua que iba para allá a ver si podía hacer el favor de llevarme cosas.
Pero cuando una se prepara con ese rigor, sale hambrienta de los entrenamientos y lo que mi mamá me mandaba yo me lo comía en 2 días. Pero ya tenía una edad y entraba en razón, pensaba en el sacrificio de mi mamá y no me atrevía a pedirle de nuevo. Buscaba soluciones para no tener que molestarla. Lo que hacía es que compartía con una amiga de Pinar del Río, y nos alternábamos para pedir a la familia.
Mi mamá no faltaba, ese apoyo siempre lo tuve, hoy lo tengo todavía.
¿Cuando llegas al equipo nacional?
Con 17 años. Fui a hacer el 12 grado en La Habana, pero entonces el Cerro Pelado no tenía ese nivel y tuve que pasarlo en un preuniversitario de la calle. Por eso no pude coger la carrera de Cultura Física.
Tengo entendido que eres graduada de Estomatología en la Universidad de la Habana.
Sí. Yo quería Cultura Física, que nos permitía estudiar al mismo tiempo que entrenar, pues solamente se iba una vez a la semana, pero desgraciadamente no llegó a mi pre. Había que hacer la gestión con la Dirección Municipal del Inder para enviar directamente esa carrera a ese preuniversitario, que era el José Martí de la Habana Vieja, pero la gestión se retrasó. Entonces pedí Estomatología. Luego me olvidé de eso y disfruté mis vacaciones. Al tiempo me dice mi mamá: “Te llegó Estomatología”. Recuerdo que le respondí: “¿Y yo marqué eso?”.
Desde que empecé me encantó la facultad, la dinámica, el ambiente, era algo distinto al deporte. Me hacía bien estar allí, conocer nuevas personas. El claustro de profesores era espectacular, me apoyaron mucho. Fue una de las cosas que me motivaron.
Era muy complicado, tenía que despertarme temprano, ir a la universidad, luego entrenar, bañarme rápido, volver a la universidad y entonces volver a entrenar. Al final del día estaba súper cansada, llegaba a mi casa agotada. En algunos momentos, con toda la carga del deporte más la escuela, no quería continuar. Pero gracias al apoyo logré terminar.
¿Alguna vez ejerciste de estomatóloga?
Sí, en las prácticas de tercer año. Me pusieron un sillón en medicina deportiva los miércoles, y ese día atendía a mis compañeros en el Cerro Pelado. Así estuve hasta que me gradué. Años después, en la pandemia, tuve que apoyar a mi comunidad. Me integré al hospital Antonio Guiteras y trabajé mucho tiempo hasta que nos mandaron a un concentrado en la escuela de voleibol para los Juegos Olímpicos.
¿Cuál fue tu primer evento como parte del equipo nacional?
Justo al entrar participo de casualidad en mi primer NORCECA. Ya había dos parejas cubanas, pero faltaban cupos y Cuba podía rellenarlos. Yo jugaba con Lianma Flores. Recuerdo que estaba con fiebre en mi casa y me llamaron para decirme que iba a jugar el NORCECA, que en aquel momento se celebraba en el hotel Caguama de Varadero. No me lo creía.
Éramos la tercera pareja del país y terminamos segundas del torneo. No estábamos planificadas para ir a ningún viaje, lo hacían la primera y la segunda.
Eso para mí representó todo por el sacrificio que había hecho. Le ganamos a una pareja de Costa Rica muy reconocida en el área que llevaba muchísimos años jugando voleibol de playa, galardonadas y con resultados deportivos. También fue el primer salarito que entré a mi casa después de tantos años.
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¿Cómo logras llegar a formar parte de la primera pareja de Cuba?
Luego de eso, gracias a Dios, pasé a formar parte de la primera pareja, porque aquel año, 2012, era la clasificación para los Juegos Olímpicos. Las muchachitas no lograron el boleto y decidieron irse del voleibol de playa. Muchas salieron del país, otras se retiraron y nos quedamos las que veníamos de Ciego con nuestra entrenadora. Automáticamente pasamos a ser primera pareja y a competir internacionalmente. Empezamos en Guatemala con un tercer lugar. Al principio era un poco complicado lograr el podio. Había mucho nivel y éramos muy jovencitas, no teníamos experiencia de nada. Aún así conseguimos insertarnos y estar cerca de las premiaciones, hasta que fuimos madurando.
Fuimos a nuestros primeros Juegos Centroamericanos en 2014 y ganamos el oro en Veracruz. Le ganamos a una pareja de México con la que siempre perdíamos. Después, en los Panamericanos de Toronto 2015, le ganamos a la pareja de Canadá, que tampoco habíamos vencido hasta entonces. Ahí quedamos segundas.
Nos fuimos ganando un lugar en el área, logramos más estabilidad, hasta que llegamos a nuestro primer clasificatorio NORCECA para los Juegos Olímpicos de Río 2016. Habían dos boletos disponibles, pero no los pudimos obtener. El evento se definió por un golden set de 15 puntos. Mucho nerviosismo y perdimos la clasificación. Fue fuerte, pero no era el momento, no estábamos listas realmente, y necesitábamos integrarnos más como equipo.
Participas en un Mundial en Viena, donde quedaste muy bien posicionada
Eso fue en 2017, cuando formo dupla con Lidiannis Echevarría. Espectacular aquello, la sincronización, el resultado. Perdimos en el pase a los 8 primeros con una pareja canadiense muy buena a la que le habíamos ganado ese mismo año en un NORCECA. Pero luego de los NORCECA ellas se iban al circuito mundial y nosotras nos quedábamos en Cuba. Entonces, cuando las vuelves a ver no tienen nada que ver, son otras. El circuito mundial da mucho nivel. En tremendo partidazo caímos, pero nos sentimos extremadamente contentas. Llegábamos sin ninguna aspiración, ya estábamos contentas con haber clasificado. No teníamos ninguna presión. Quedamos novenas y a partir de ahí comencé a jugar con Lidiannis, con quien tuve muchos resultados.
Después ella se lesiona, y paso a jugar con Maylen Delis, con quien participé en los Centroamericanos de Barranquilla 2018, donde cogimos primer lugar. Después, en 2019, quedamos cuartas en los Juegos Panamericanos de Lima.
Imagino que en 2020 tu sueño era clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio…
A Tokio lo tenía entre ceja y ceja. Enfocada. Nadie me sacaba de ahí. Fue muy estratégica la clasificación. Entendía la dinámica, cómo estaba funcionando. Habíamos cambiado de entrenadora. Mayra Ferrer decidió marcharse, y asume el entrenador actual, Alaín Hernández. Nos motivó mucho a trabajar fuerte, al amor por el gimnasio. Logró que nos enfocáramos en la clasificación y se logró. Participo con Lidy [Lidiannis Echevarría], aunque ella no era mi pareja.
Voley de playa: Lidianny Echevarría y Leila Martínez competirán por Cuba en Tokio
¿Cómo fue la experiencia en Tokio? No comenzaron del todo bien…
Me sentí muy bien. El equipo no funcionaba de la misma manera, y entender eso fue fundamental. El apoyo psicológico siempre digo que es de lo más importante. El voleibol de playa es muy mental.
A mí siempre me ha gustado ir más allá. Empecé a leer artículos de preparación física de atletas de otros países. Seguía las entrevistas de atletas que me gustaban, como la alemana Laura Ludwig, y una brasileña que ya no jugaba que se llama Larissa França. Llegué a la conclusión de que la parte psicológica era importante. Hablé con mi psicóloga y crecimos juntas. Estaba exigiendo otras cosas para mejorar, y eso lo hacían los pequeños detalles dentro del equipo y durante el juego. En un momento determinado eso te podría dar la victoria.
¿Por ejemplo?
Recuerdo que teníamos un NORCECA en Cuba y yo estaba jugando con Maylen. Nos enfrentamos tiempo atrás en la escuela de voleibol a Lidy y a Yanisleidis Sánchez, la segunda pareja, y perdíamos. Salimos a competir internacionalmente y yo sólo pensaba en cómo ganarles a ellas cuando volviésemos aquí en Varadero.
Entrenábamos juntas y eso era algo que había que corregir. Se pueden hacer topes, pero no entrenar todo el tiempo porque se notan las deficiencias o potencialidades delante de tus rivales. Esas cosas se tienen que hacer por separado. Resulta que teníamos el mismo sistema de juego.
Salimos a Islas Caimán, Nicaragua y México, y después venía Cuba. Yo estaba segura que no íbamos a tener problemas en la gira, y yo sólo le decía a Maylén: “¿Cómo ganamos en Varadero?” Ella me decía que no me preocupara. Me sentaba con la psicóloga. Quería entender lo que pasaba.
Cuando llegamos a Varadero, le dije a Maylén que intercambiáramos las zonas de juego. Con el resto de los equipos jugaríamos normal, pero con Yanisleidis y Lidy jugaríamos con la zona invertida. Maylén siempre estaba muy dispuesta a todo. Nosotras nos estábamos preparando con antelación, y ellas se dieron cuenta en el mismo partido. Logramos ganar en Varadero y se acabó toda la polémica.
Yo creo que hay que trabajar la parte mental. Hoy se subestima mucho la ayuda que puede darte un psicólogo. Muchas veces [el problema] nunca se corrige y cuando te enfrentas a la misma situación te das cuenta que te quedas en el mismo punto. La psicología te da herramientas para avanzar.
Algo parecido te sucedió en los Juegos de Tokio, donde comenzaron mal y fueron mejorando el resultado.
Es muy complicado. Al no rozar con el circuito mundial vas ciega a la competencia. Ves a las rivales a principios de año en el NORCECA, porque ellas lo toman como preparación, y no vuelves a encontrarlas hasta el siguiente año o en unos Juegos Olímpicos, que ya tienen sus características especiales. Es una Villa donde ves a todos los atletas que te gustan, el ambiente es diferente. Por otro lado, el ambiente en una delegación deportiva cubana es bastante estresante. Todo el mundo espera algo de ti. El que pasa te deja un comentario de que sí pueden, que confían en nosotras, y eso, ciertamente, si no lo sabes manejar, puede influir a la hora de tomar alguna decisión en el campo.
Estábamos ahí y hacía un año no veíamos a todas esas parejas en un estadio repleto. Las dimensiones de la cancha son las mismas, pero alrededor tuyo está lleno de cámaras, publicidad. Son cosas a las que nunca te has enfrentado. Teníamos que hacerle frente y aprender en el momento, y eso te cuesta el partido.
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A pesar de eso, tuvieron un buen resultado en los Juegos…
Fue muy bueno, gracias a Dios. Entendimos cómo funcionaba todo y pudimos llegar a un noveno lugar, el mismo resultado del Mundial. Cuando revisamos, nos dimos cuenta de que estábamos por delante de muchas parejas ranqueadas que constantemente estaban en el circuito. También se cumplió el objetivo, que era el de estar en los Juegos Olímpicos de Tokio.
Luego de Tokio, con 27 años, tu aspiración era llegar a París 2024 y participar en el circuito mundial. ¿Qué sucedió?
Lidy y yo pensamos que era muy difícil volver a cubrir un ciclo olímpico sin estar integradas al circuito. Ambas hicimos todo tipo de gestiones, todo lo que estaba a nuestro alcance antes de tomar la decisión de irnos. Por eso no me arrepiento de nada, porque exploté todas las posibilidades que pude, pero muchas cosas no dependían de nosotras. Buscamos patrocinadores, hablamos con el presidente de la Federación, pero en aquel momento era muy difícil. Dependíamos de la Federación para participar y no nos podían costear un año del circuito.
Lo otro es que el dinero que ganábamos en premios lo recibíamos nosotras, y ni siquiera eso, porque iba a una cuenta en Suiza que por cuestiones del bloqueo no podíamos manejar directamente. La solución era encontrar patrocinadores y había interesados, pero no era posible. En aquel momento no estaba aprobado el patrocinio a los atletas.
Viendo que queríamos lograr algo en el Mundial, nos estaba afectando la dinámica de entrenamiento. A días del Mundial no habíamos participado en ningún lado y nos preguntamos: “¿Vamos a seguir en lo mismo?”. Decidimos abandonar. Tantos años de sacrificio para que, cuando llegara la clasificación olímpica, estuviésemos corriendo a última hora de nuevo.
El entrenamiento era fuerte. Levantarse temprano, ser las últimas en irse de la cancha, sin poder disfrutar de la familia, y todo eso para no salir a competir. Pedí el retiro y me dije que era el momento para tener mi bebé.
¿Cómo llevas la vida familiar?
Conocí a mi pareja en Francia. Estuve un tiempo en Toulouse en una base de entrenamiento para el Mundial. Él es de allá, pero trabajaba aquí.
Empezamos a salir y compartir más cuando nos encontramos acá. Me apoyó siempre en mi carrera deportiva. Era de los que se sentaban conmigo para ver cuántos puntos hacían falta para clasificar a los Juegos Olímpicos por el circuito.
Luego llegó mi hija, Roma Valentina. Para mí fue una gran bendición, de las cosas más bonitas que me han pasado. Uno nunca está preparado, las cosas llegan y las asumes.
Desde antes de estar embarazada guardaba artículos para aplicar con mi bebé. Yo soy cristiana, la llevo a la iglesia conmigo. Y lo otro es la alimentación. Aplico un método llamado BLW, que es la alimentación autorregulada por el bebé. Yo le disponía la comida lo más segura posible y ella escogía. Hoy estoy muy orgullosa de la relación que tiene con la alimentación. No se le obliga, come lo que quiere en el momento que quiere. Nos hemos ahorrado que la comida sea un momento amargo para ella. Hoy es una camionera: lo que le pongas adelante es capaz de comérselo.
Lo otro es la crianza respetuosa. Uno viene con patrones familiares y a veces los repite sin darse cuenta. Es importante estudiarlo para saber cómo funcionan los niños. Esta etapa de madre ha sido de mucho aprendizaje. La relación que tengo con mi niña es muy buena. Cumplió 2 años en enero.
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Tengo entendido que tuviste ofertas en el voleibol de sala.
Sí, pero no me interesaron. Una vez que conocí el voleibol de playa me di cuenta de que no sentía pasión por el voleibol de sala. En última instancia, si daba el salto era por una necesidad económica, por resolver el problema a mi familia, irme un año a jugar a no sé dónde. El ambiente del voleibol de playa es muy diferente, lo mismo estás en una playa o en un estadio con arena en el medio de la ciudad. Viajas por el mundo entero, conoces diversos lugares. Mientras, tenías que estar totalmente concentrada, todo el mundo estaba festejando alrededor tuyo. La dinámica del juego es completamente distinta. Tienes que resolver tú el problema, porque tienes solamente otra compañera que te va a apoyar, pero tampoco va a asumir por ti. A nivel personal creo que uno crecía bastante. El voleibol de sala ni siquiera hoy es mi aspiración.
¿Desde que te retiraste no has vuelto a tocar una pelota de voleibol?
Te tengo que ser sincera. A los 4 meses de tener a la niña, fui a Francia a entrenar con el equipo nacional de voleibol de playa de ese país. Ahí pude aprender muchísimo. Me di cuenta de que tenía que modificar muchas cosas. Luego regresé a Cuba para hablar con la Federación sobre mi reincorporación, pues ya hay niños de por medio.
¿Existe una posibilidad de que vuelvas al equipo nacional de voleibol de playa de Cuba?
Sí, Dios mediante. El voleibol de playa es longevo y esperamos que la Federación encuentre la mejor solución para llevar este deporte al siguiente nivel y volver a competir con los mejores del mundo.
Estoy muy activa en el gimnasio. También tengo un proyecto. Estoy creando mi propia marca de ropa deportiva. No se ha lanzado todavía por temas burocráticos, pero ya está todo listo.
Mis planes más inmediatos son lanzar la marca de ropa y seguir corriendo en las negociaciones con la Federación para reincorporarme lo más pronto posible.