Getting your Trinity Audio player ready...
|
Una mujer labora en su taller de grabado. Es 1998. Negra y atea, trabaja en la producción de una pieza que integra su vasta y reconocida obra dedicada al tratamiento del mito fundacional del mundo abakuá. Luce concentrada y serena, como cualquier artista que está seguro del trabajo que realiza y conforme con la ejecución. Sabe lo que busca.
Son las únicas imágenes de dominio público donde es posible ver parte del proceso creativo de Belkis Ayón (1967-1999), nombre totémico del grabado cubano contemporáneo. Su obra, a 25 años de su muerte, sigue sorprendiendo a públicos de las más diversas culturas. Quien se topa con esos ojos almendrados, con las siluetas humanas de las que es difícil distinguir género alguno, se siente intrigado, de alguna forma aludido e invitado a participar del misterio que propone la artista en cada una de sus creaciones.
Así sucedió en la más reciente exhibición retrospectiva de esta creadora. Iluminaciones de Sikán reunió una muestra de 60 obras, pertenecientes al Estate de Belkis Ayón —entidad familiar que vela el legado artístico de la insigne grabadora—, en lo que supuso la primera exposición de esta obra en el Reino Unido.

El acontecimiento tuvo lugar en el centro cultural Modern Art Oxford y cerró sus puertas en febrero pasado. Fue otro capítulo exitoso en el empeño por seguir divulgando la obra de Belkis Ayón, otra demostración de que esta artista interesa y suscita nuevos diálogos. Fe de ello lo dan otras muestras retrospectivas de la artista, como la que será inaugurada en mayo próximo en el Bildmuseet de Umeå (Suecia) y la acontecida en 2022 en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (España).
Pero Iluminaciones de Sikán, en el Modern Art Oxford, resultó relevante porque, a diferencia de exhibiciones anteriores, perseguía alinear la interpretación de la obra de Belkis Ayón con lo netamente africano que emana de su arte.
La muestra debe su nombre al título del ensayo curatorial de la especialista principal, Corina Matamoros, quien dialogó con OnCuba sobre el significado de esta muestra y el proceso de investigación alrededor de ella.
“La historicidad, lo africano y Cuba —lo afrocubano— han sido muy importantes desde principios del siglo pasado. Uno lo ve, sobre todo, con la poesía de Emilio Ballagas (1908-1954), de Nicolás Guillén; luego lo ves en algunas obras de Carlos Enríquez y de Eduardo Abela (1889-1965). Nos preguntaban en Oxford cómo Belkis había llegado a expresarse de esa manera. Ella emerge porque hubo primero un Wifredo Lam, un Santiago Rodríguez Olazábal y un José Bedia. Era importante que los británicos comprendieran eso, porque aparentemente ellos pensaban que nunca se había hablado de lo afrocubano en Cuba. Queríamos contar esa historicidad de lo afrocubano que parte, por supuesto, de África. La ignominia de la esclavitud tuvo que pasar para llegar a esto. El trabajo fue complejo, porque hay una distancia cultural, de interpretación del mundo y de su historia, no solo sobre la obra de Belkis Ayón”, explicó.
Llegar al resultado de la muestra requirió 10 meses. La organización estuvo comandada por Matamoros y la curadora asistente, Sandra García Herrera, en coordinación con el equipo curatorial del centro cultural británico.
“Explicar la mitología abakuá es algo retador. Fuera de Cuba es difícil entender esas cosas; incluso para nosotros el tema es un poco misterioso. Ellos eran totalmente ajenos a la cultura de la isla. Exponer la circunstancia cubana para que entendieran el lenguaje era complicado. A la única artista que conocían era Tania Bruguera, como si en Cuba no existiera más nada”.
Antes de Iluminaciones…la última vez que se había exhibido arte cubano en el Modern Art Oxford, cuenta Matamoros, fue en la década de los 60, en una exposición colectiva integrada por Amelia Peláez, Raúl Martínez y otros.
Para la especialista, esa realidad inicial le supuso una singularidad. “Era un poco extraño. Oxford es una ciudad universitaria y el Modern Art despliega una gran labor educativa y divulgativa. Para dondequiera que camines hay un college y una gran población estudiantil, gente de tránsito. Me pareció raro que no hubiera un conocimiento un poco más profundo sobre Cuba”.
El otro reto estuvo en el montaje de las piezas. “La exposición contó con 60 obras. La colografía también es una técnica que necesita montajes diferentes; muchas de las obras iban directas a la pared y es un trabajo duro desde el punto de vista material. Ellos lo supieron llevar muy bien; tienen muy buenos recursos”.
Cuando llegó el momento de abrir las puertas al público, cuenta Corina Matamoros, la recepción de los visitantes fue estimulante. “Aquello que ellos no entendían y que era tan difícil de explicar despertó curiosidad y empatía. La gente estaba fascinada. Incluso, a los pocos días, se publicó en The Guardian un artículo donde entraban al juego totalmente: dijeron que nunca habían visto algo así. Y en eso tenían razón; esa es la singularidad de Belkis Ayón. Es única. Creó una iconografía que no existía a partir de las tradiciones orales de los abakuá”.
“Es una iconografía que habla de sucesos violentos, de la muerte, del sacrificio de una mujer que descubre un secreto privado de los hombres. La artista decide abordar todos esos sacrificios, cómo reacciona la comunidad abakuá, sus dioses, Nasakó ‘El Brujo’ y el jefe militar Mokongo. Belkis crea imágenes para reflejar todo eso.
“Cuando pienso en lo abakuá, me lo imagino con la iconografía de Belkis. Ese es el poder del arte. Otro poder muy importante, en el caso de Ayón, es que hace una construcción patrimonial. Ella construye patrimonio a través de la acción dinámica del mito. Toma un mito y lo proyecta hacia el futuro, le da una imagen y lo deja hablar en lugares que no lo conocían. Es un acervo patrimonial importante, un mecanismo para conservar una cultura antigua que ella remodela y trae al presente. Esa concepción patrimonial es muy valiosa, y pocas obras de arte tienen ese don”, remata.

Un proyecto distinto con la misma obra
Sikán es el mito fundacional de la sociedad secreta abakuá. Ella descubre el gran secreto de esos hombres, la voz sagrada, y debe ser sacrificada por ello. “Con este acto, la venerable voz amenaza con apagarse, y mediante la ceremonia sacrificial de un chivo, el sonido se recobra en la piel del animal, convirtiéndose en la tensa superficie de toque del tambor sagrado Ekué”, explica el ensayo curatorial firmado por Corina Matamoros.
Belkis Ayón desarrolló, a lo largo de poco más de una década, una labor constante alrededor de este mito, que transmutó en nuevas escenas, resultando en una obra marcada por el enigma y cierto aroma fantástico. “Desarrollamos un proyecto distinto con la misma obra. Lamentablemente, la obra de Belkis es finita, se compone de un número limitado de piezas, por las razones que todos conocemos”, comenta a OnCuba Sandra García Herrera, curadora asistente de Iluminaciones de Sikán y especialista del Estate desde 2023.
El vínculo investigativo de esta historiadora del arte con la obra de Ayón se remonta a su etapa universitaria. Su tesis de licenciatura abordó el grabado cubano, específicamente en la década de los 90, a raíz de una afirmación del crítico y curador cubano David Mateo, quien había detectado un cambio en la gráfica cubana y una renovación en cuanto a formatos y técnicas en la última década del siglo pasado.
“El grabado es una técnica que durante siglos ha sido vista como tradicional. Es muy gremial, de talleres, y debido a que las prensas tienen dimensiones específicas, que no suelen ser muy grandes, las tiradas son limitadas. Como es una técnica que se reproduce (el ‘original múltiple’), ha sido menospreciada dentro de las bellas artes, a pesar de que son técnicas que requieren maestría”, cuenta.

Para su investigación de fin de carrera, Sandra García, junto a otra compañera, se concentraron en cuatro artistas cubanos: Abel Barroso, Ibrahim Miranda, Sandra Ramos y Belkis Ayón. “Cada uno de ellos fue transgresor y se insertó en el panorama del arte contemporáneo cubano de los 90, no solo como grabadores, sino como artistas. No participaban solo en exhibiciones de grabado, algo que suele ocurrir con los grabadores, sino en exposiciones colectivas, tanto nacionales como internacionales, de las artes plásticas. Así llegué al Estate de Belkis Ayón”.
Conocieron a Katia Ayón, hermana de Belkis y responsable del Estate hasta su fallecimiento en el año 2020. Se forjó una relación de complicidad entre la gestora y las estudiantes. “Katia empezó a darnos participación. Lo primero fue permitirnos organizar una exposición antológica sobre la historia de la colografía en Cuba, la técnica que más utilizó Belkis, y que le dio giros totalmente inesperados a su uso. Realizamos un rastreo de todos los artistas, no solo en La Habana, sino en toda la isla, buscando a los que mejor habían trabajado con la colografía y con su enseñanza”.
Así, entre proyectos realizados y anhelos por lograr, llegó el trabajo con el Modern Art Oxford. “Para una historiadora del arte cubana, que hizo su tesis de licenciatura sobre grabado y habló sobre Belkis, el hecho de que, doce años después de graduada, te llegue un proyecto así, es un sueño. Además, trabajar con Corina ha sido una escuela”, destaca la joven especialista.
“Belkis Ayón ha sido, probablemente, una de las artistas contemporáneas más consecuentes con sus estudios e investigaciones. Su obra sigue siendo la misma, y la gente sigue encontrando significados: hay quienes la perciben como feminista, otros antirracista. Pero, sobre todo, rescatamos el sentido primigenio de donde partió: la investigación rigurosa y detallada de una cultura esclavizada. Hay personas que, obvio, no entienden las referencias abakuá, sobre todo fuera de Cuba, que no saben lo que es una anaforuana o un símbolo determinado. Pero sí saben que hay algo místico, algo vinculado a una religión o ritual. Nadie queda indiferente ante su obra”, sostuvo.
“Si algo puede enseñarnos la obra de Belkis Ayón en estos tiempos es la constancia en cuanto al trabajo, tanto conceptual como formal. Desde joven se metió a leer, estudiar, buscar referencias, conectarlas. También hay simbología cristiana en sus obras, para lograr que el público entendiera lo que estaba diciendo; se asoció a temas y formas universales.
“Figuras como el Espíritu Santo, las mezcló en el sincretismo propio de lo afrocubano. También con ese propósito tomó de La última cena y, con ese gancho, habló de algo desconocido: el secreto. Si de algo se puede hablar hoy es de lo que se puede esperar de un artista completo. Ella decía que no era la mejor en dibujo, y por eso sus figuras eran mucho más sintéticas. Sin embargo, la limpieza en la ejecución, el trabajo en la colografía, una técnica demandante, las texturas que vemos en sus obras, fueron a mano. Imagínate cortar cientos de pedacitos de un material para hacer la textura de una serpiente o el pez del sacrificio, o las horas que lleva imprimir un grabado y luego hacer diez copias o cinco”.

A los buenos artistas siempre se les deben exposiciones
De vuelta a la conversación con Corina Matamoros, curadora principal de Iluminaciones de Sikán. Estamos sentados en un banco del edificio de arte cubano del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Nos habría gustado que ese banco estuviera frente a la única pieza de Belkis Ayón que se mantiene en exposición en el recinto, pero la sala donde está ubicada la obra está cerrada durante nuestra visita.
Debemos conformarnos con uno de los bancos que sirven como barrera para que el público no acceda a algunas salas que, por falta de celadores, no pueden admitir visitas. Rodean nuestra conversación cuadros de Servando Cabrera Moreno y, a lo lejos, nos observan piezas de Antonia Eiriz.
Corina Matamoros, curadora de la Colección de Arte Cubano Contemporáneo del MNBA, se define como una “cazatalentos” en el ámbito de los estudios del arte contemporáneo cubano. A su pericia se debe que el Museo Nacional de Bellas Artes cuente con La cena (1988) de Belkis Ayón, como parte de su patrimonio.
Pero, esencialmente, esta especialista se define como una estudiosa de la obra de Raúl Martínez (1927-1995), artista sobre el cual ha trabajado en varios libros, ensayos y exposiciones. “Él es un clásico de la pintura cubana. Entender un clásico y trabajar con él me enseñó cómo trabajar con los jóvenes. Yo estudio todo el arte contemporáneo y he hecho exposiciones de muchos de los grandes artistas cubanos que hoy son importantes”, sostiene Matamoros.

Han pasado más de dos décadas desde la muerte de Belkis Ayón. ¿Cree que el paso del tiempo puede afectar la comprensión de su obra?
Son obras contemporáneas. No hay que tener miedo a lo rápido que pasa el tiempo en nuestra actualidad. El mito que abordan surgió en Nigeria hace un siglo, estuvo dormido y activo en Cuba con la sociedad secreta abakuá, y se mantiene. Lo que pasa es que las obras son impresionantes, porque tienen dimensiones y colores fuertes, lo que provoca una gran conmoción cuando las ves. Te siguen interesando por eso, tanto desde el punto de vista formal como por la historia de los abakuá en Cuba. La obra de Belkis tiene muchas lecturas, como todo el arte.
¿Está viviendo un buen momento la circulación del legado de esta artista?
En los últimos 30 años ha habido muchas exposiciones importantes. El Estate ha tenido la idea de mover ese patrimonio por muchos países; se han realizado buenas exposiciones y se ha hecho una nueva edición del catálogo razonado, un libro en el que están referenciadas todas las obras de Belkis. Tiene un buen mercado internacional, porque es una obra muy singular.
¿Llegará la exhibición del Modern Art Oxford a Cuba?
Itinerar esa muestra es una decisión que corresponde al Estate. Cuando este Museo (Nacional de Bellas Artes) se reinauguró en el año 2000, se abrió con una exposición de Belkis Ayón, porque nos parecía que sería un buen homenaje a esa gran artista.
Nosotros coleccionamos a Belkis desde que ella era muy joven. A sus 24 años el museo compró La Cena, una de sus obras más importantes. Personalmente, compré La Cena y compré más adelante, en el ‘93, Las dos sentencias y otra obra. Siempre la seguimos, desde joven. No a todos los artistas se les compra a los 24 años, porque muchas veces no han alcanzado la madurez necesaria, pero yo tuve el honor de hacerlo con Belkis. El grueso de sus obras, no obstante, pertenece al Estate y, claro, una exposición de esta magnitud habría que coordinarla con ellos, que están en una racha de exposiciones internacionales importantes.
En su opinión, ¿qué impresiona de la obra de Belkis Ayón?
La dimensión, la fortaleza, el silencio de los personajes. No tienen rasgos, solo ojos, son silentes; sin embargo, son muy potentes en sus colores, en esos claroscuros, en las acciones violentas que se pueden ver. A veces hay sacrificios, en el río, o hay serpientes, ramas, espinas. Ella habla de cosas violentas, entre ellas de la resurrección de Sikán.

En Resurrección, la mujer resurge después de muerta y hay hombres inclinados venerándola. Aunque la historia mitológica no sea conocida, la obra sigue siendo impresionante. Uno sabe que está pasando algo y, de todos modos, la violencia, el amor y el sacrificio son sentimientos humanos que las personas entienden en todo el mundo.
Usted compró La cena (1988) primigenia, en color. ¿Cómo la recuerda?
La compré casi recién hecha. La cena a color no está en exhibición; está en el almacén del museo porque el color rojo de fondo se deteriora. Estamos analizando cómo armonizar eso.

¿Cómo recuerda a Belkis Ayón?
Belkis tenía una sonrisa maravillosa, era una mujer muy linda y activa. Era seria, pero a la vez juguetona. Parecía tener mucho carácter. Yo soy una cazatalentos (sonríe): mi trabajo es detectar el arte en cuanto nace porque, si me demoro mucho y se vuelven famosos, ya no puedo comprarlos. Mi objetivo laboral ha sido acrecentar la colección contemporánea del museo.
¿Qué le debe Cuba a la obra de Belkis Ayón?
Cuando fallece un artista joven, queda la sensación de que se le debe algo. Nadie le compró a Belkis más temprano que este Museo. El Estate hizo una exposición grande en el convento de San Francisco de Asís y ha circulado, a pesar de que se trata de una obra de difícil montaje.
En realidad, no creo que se le deba nada. El Estate se ha ocupado de estudiar la obra, hacer el catálogo razonado. Claro, siempre se quiere ver más, no solo de ella. Pero está en colección, que es lo importante. A los buenos artistas siempre se les deben exposiciones.