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Aún procesaba la muerte del papa Francisco, cuando el padre Yosvany Carvajal Sureda (La Habana, 1975) accedió a dialogar telefónicamente con OnCuba. No por previsible en el juego de las probabilidades, la noticia fue menos impactante y sentida como una catástrofe para un mundo cada vez más opulento en desgracias.
Los 38 días ingresado en el hospital Gemelli, de donde salió el pasado 23 de marzo, mantuvieron a millones, fieles y no, en vilo día y noche. Luego su inesperadamente intensa agenda vaticana. Solo un día antes de su muerte, con un hilo de voz y mirada cansada, el papa habló a los fieles desde la basílica de San Pedro y ofreció una última bendición Urbi et Orbi. El Jueves Santo lo encontró en la principal y más antigua cárcel de Roma, Regina Coeli.
Para nuestro interlocutor, de todos los papas, Francisco ha sido el más entrañable para los cubanos contemporáneos, tanto como pastor, tanto como estadista.
Ordenado sacerdote a los 24 años por el cardenal Jaime Ortega, quien pronto le pidió que asumiera como párroco la Catedral de San Cristóbal de La Habana, viviera en el Arzobispado y asumiera como secretario de la institución, Carvajal Sureda es el Presidente de la Fundación Cardenal Jaime Ortega y Rector del Centro Cultural Padre Félix Varela, uno de los tanques pensantes de la catolicidad en la isla y propiciador del análisis y el debate en torno a decisivos asuntos de la vida nacional.
Estudió Bachillerato en Filosofía en la Universidad Pontificia de México, y luego Bachillerato y Licenciatura en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
Es profesor de Filosofía y Teología en el Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana, y en el Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela, del cual fue su fundador.

Una fecha simbólica
¿Cómo ha vivido la noticia de la muerte del Santo Padre? ¿Esperaba que rebasara esta crisis de salud?
La salud del papa se había deteriorado hacía un tiempo. Lo veíamos caminar con bastón, con cierta dificultad al respirar, hasta que fueron apareciendo una serie de enfermedades que degeneraron en una crisis respiratoria aguda con una neumonía, de la que logró salir.
Pensé que iba a rebasar por un tiempo más, que no fuera tan inminente su partida. Pero nos sorprendió y nada más y nada menos que en la octava de Pascua; es decir, celebrándose propiamente la fiesta más importante de los cristianos, que es la resurrección del Señor.
¿Ud. percibe en esta coincidencia un símbolo?
Sí, yo creo que no puede haber fecha mejor que esta para partir de este mundo a la casa del Padre. La Pascua es el significado de la vida cristiana.
La vida con Dios, el destino último y la meta final de la existencia humana, el triunfo de Cristo sobre la muerte, sobre el mal, es lo que celebramos los cristianos en la Pascua. El papa ha muerto en las celebraciones pascuales, las más importantes de la fe de los cristianos.
Un redentor
Si le pidiera un retrato apurado de Francisco, ¿dónde pondría los trazos más prominentes?
Bueno, fue un hombre que marcó la historia de la Iglesia, y yo diría más: la historia de la humanidad. Habría que hablar mucho sobre el papa Francisco, sobre su magisterio, sobre sus enseñanzas éticas y morales, que tienen que ver no solo con la vida personal de un cristiano en su relación con Dios, sino además en sus relaciones sociales, en sus relaciones con el medio ambiente.
Fue el papa que hizo una encíclica sobre sobre la Creación, sobre el cuidado del medio ambiente, Laudato Sii, una carta que marcó una pauta única en la historia del papado. Me atrevería decir que Francisco es el papa de la misericordia y de la esperanza, porque así como Juan Pablo II fue el hombre del diálogo, de la relación entre fe y razón, y Benedicto XVI ayudó mucho a interpretar los misterios de la fe, porque fue un docto de la Iglesia, Francisco fue el hombre de los gestos concretos de la fraternidad, incluso como categoría política, me atrevería a decir.
Supo usar algo que es propio del Evangelio de Jesucristo, que es la fraternidad, para llevarla a todos los ámbitos, no solo el religioso, sino además al social y político; también en su diálogo con el mundo musulmán, con los políticos, en su interpretación acerca de las relaciones sociales de los seres humanos.
Marcó una etapa importante en la historia de la Iglesia por ser el papa del gesto fraternal del encuentro, de la preocupación por el bien común, del aprender a perdonarse. Por eso lo califico como el papa que más habló sobre la misericordia de Dios, que debe traslucirse luego en misericordia de unos hacia otros.
Me atrevería a definirlo así a grandes rasgos. Sé que podrían decirse decir muchas más cosas de su pontificado, pero es lo que retengo como más valioso de todo su ministerio petrino.
Impronta en Cuba: contra los conventillos

Bergoglio estuvo en Cuba un par de veces, convirtiendo la isla en el único país del mundo con ese privilegio. Aunque lo aludió de cierta manera en la respuesta anterior, ¿cuál es la impronta pastoral que deja el Santo Padre entre la feligresía y el clero de este país?
El papa nos enseñó, cuando vino a Cuba, el arte del diálogo, del perdón. Habló por primera vez aquí, en el Centro Cultural Padre Félix Varela, a un grupo grande de jóvenes de todas las tendencias y preferencias políticas e ideológicas, por supuesto jóvenes católicos y no católicos, y los invitó a soñar, a que no se cansaran de hacerlo.
Luego usó otro concepto muy importante: la cultura del encuentro. Ante una cultura del descarte, como él le llamó, en el mundo de hoy, donde el que vale es el que produce, el que tiene, el que consume, el que tiene bienes materiales o los presume, Francisco optó por la cultura del encuentro, donde dos que piensan distinto pueden encontrarse y trazar una meta juntos.
Apostó para que los cubanos siempre optáramos por el diálogo. Entusiasmó no solamente a aquellos jóvenes que se encontraban en el centro cultural, sino también a las autoridades civiles; a todos nos invitó a dialogar, porque el diálogo para el papa Francisco era el único camino para lograr metas más altas, para que todos trabajemos en pos del bien común, para que nadie quede excluido por formas de pensar distintas. Incluso, empleó un término que el joven que presentó las palabras en aquel momento usó, y es la palabra conventillos.
No encerrarse en los conventillos que pueden ser religiosos, ideológicos, políticos. Esos conventillos hacen que pensemos que solo existe lo que conocemos en nuestro propio mundo personal o en nuestro sistema de creencias. El papa invitó a todos a traspasarlos, a no encerrarnos en ellos y abrirnos al otro para poder lograr metas superiores.
Creo que ese fue el magisterio más contundente en su visita a Cuba en 2015.
Francisco, la alta política y el deshielo entre La Habana y Washington
Sabemos que el padre Francisco influyó de forma directa en el deshielo entre Cuba y Estados Unidos, que lamentablemente después se malogró, y que ese proceso fue asistido por un diligente cardenal Ortega. En fecha reciente, el Vaticano estuvo involucrado en la liberación de medio millar de presos, de ellos, políticos en número importante, un gesto para celebrar el año jubilar que las autoridades terminaron honrando. ¿Cómo justiprecia ese acompañamiento de Francisco en la dinámica política de Cuba?
Siempre los papas —no solo Francisco— han estado acompañando a Cuba. Hay que recordar que cuando Juan Pablo II vino a la isla la Navidad fue declarada feriado, y dijo aquella histórica frase en la Plaza de la Revolución: que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba con todas sus potencialidades. Ahí hay un magisterio papal. Luego, Benedicto vino como misionero de la caridad, y luego Francisco vino como misionero de la esperanza y de la misericordia.
Todas las gestiones de la Santa Sede y de los papas durante estos años han servido para que ese deseo de Juan Pablo II de que Cuba se abra al mundo se realice verdaderamente. ¿Y cómo se logra eso? Pues siempre a través del diálogo, de los acuerdos, de todo lo que ayude en ese propósito.
Creo que Francisco continuó todo el magisterio. No hubo ninguna ruptura con el magisterio de Juan Pablo II ni de Benedicto XVI. Es decir, que hay una continuidad en el magisterio papal hacia Cuba de estos tres últimos papas que nos han visitado.
Y han sido gestiones muy positivas en beneficio de personas necesitadas, de presos, ya sea de conciencia o de otro tipo, o políticos. Además, a través de sus gestos, cuando vino a Cuba el papa Francisco dejó un positivo mensaje a las autoridades políticas acerca de la labor de la Iglesia, de lo que puede hacer en favor del bien común y aconsejó que no quede limitada a lo cultual, a lo meramente litúrgico.
La iglesia no debe encerrarse en las sacristías de los templos. La religión y la fe tienen una función social, de fraternidad, de reconciliación, que es lo propio del Evangelio de Jesucristo.

El legado: ¿Habrá solución de continuidad?
Existe un consenso sobre el gran aliento renovador, reformador y, por supuesto, justiciero de Francisco dentro de su papado y, como Ud. decía, no tiene precedentes en la historia contemporánea, salvo si miramos al pasado con Juan XXIII, que fue otro hito de la iglesia en su doctrina social y su vocación de servicio. Ahora, ¿cuál el legado más importante que nos dejan los 12 años de pontificado de Francisco, como estadista mundial?
Francisco nos regaló enseñanzas que hacen mucha falta siempre en todas las épocas: no ser personas encerradas en nuestros pequeños mundos, que pueden ser ideológicos o religiosos, que hay que velar siempre por los más pobres. Fue este papa un defensor de los pobres, de los sin voz, de los migrantes, de los que pasan necesidades muy grandes para poder subsistir, y fue el defensor de la familia, del matrimonio, del amor familiar, de la ternura.
Otra definición muy bonita del pontificado del Papa Francisco es “la revolución de la ternura”, porque él usó ese término así y en varias ocasiones, de tal manera que aprendamos todos los seres humanos a no temerles a los afectos, a la ternura, a expresarlos, porque eso es lo que nos hace verdaderamente humanos y por lo tanto semejantes a Dios.
Subrayo la capacidad de amar. Y esa pasa por encima de lo que puede reducir el ser humano a ideologías, a todo eso que lo encierra, lo limita, lo incapacita para dialogar, para abrirse al otro. El papa en su magisterio nos habla del amor y de la ternura para decir que ese es el lenguaje que nos dignifica a todos y nos iguala; nos hace hermanos, al margen de tendencias, de posturas, de formas de pensar, etcétera.
Padre, no sé si conoce el último libro del escritor español Javier Cercas, quien acompañó a Francisco a su viaje a Mongolia en 2023 por invitación del Vaticano. Es un texto muy reciente y difícil de etiquetar. Se titula El loco de Dios en el fin del mundo y en las entrevistas promocionales que ha dado el autor decía, tal vez anticipándose al infausto suceso, que iba a costar mucho que el legado del papa fuera ensombrecido, tergiversado, secuestrado o simplemente desmontado por las poderosas fuerzas conservadoras dentro y fuera del Vaticano. ¿Cree que el legado de Francisco, en sus contenidos más radicales y desafiantes, sobrevivirá a su muerte?
Yo creo que sí, porque esos que piensan a partir de tendencias, de gustos personales, de opciones ideológicas, reducen mucho lo que es un pontificado. Esos son siempre cálculos humanos, pienso yo, y se pierde de vista lo propio de la fe y lo propio del pontificado de un papa, en este caso de Francisco. Es decir, el papa no quiso que lo encerraran en ningún concepto.
Era un defensor de la dignidad de la persona humana y del valor de la fe que la dignifica. Y no quiso nunca ser encerrado en un concepto de tipo ideológico o político. Muchos lo han encerrado en esos conceptos por su manera de hablar, porque era de Latinoamérica, porque formó parte de la teología del pueblo, típica de Centro y Sudamérica, pero nunca se dejó encerrar en ningún tipo de tendencia política o ideológica dentro de la Iglesia, sino que siempre fue el hombre que nos puso la mirada en lo alto, en Cristo, en la fe como valor absoluto.
La Iglesia tiene una enseñanza, una doctrina social, y el papa fue uno de sus mejores exponentes. Hay que estudiar, hay que leer, hay que buscar.
Las personas que no leen o no buscan o desconocen las enseñanzas de la doctrina social de la iglesia, quizá por ignorancia, critican al Santo Padre; pero si conocen bien lo que ha enseñado la Iglesia en su doctrina social a través de los siglos, en su ética social, estoy convencido de que entenderán mucho más de cerca el pensamiento de Francisco.
Por tanto, yo creo que el valor de la fe va a prevalecer sobre las otras tendencias que tienden a reducir el pensamiento del papa a lo ideológico, y entonces su legado prevalecerá. Hay algunos que dicen que la verdad es hija del tiempo, y hay razón en esa frase; veremos, con el tiempo, si el papa Francisco y sus enseñanzas tenían o no vigencia.
Quizá el mundo no estaba preparado para aceptar sus planteamientos y él nos anticipó ese futuro que volveremos a descubrir. Por eso tengo esperanza de que sus enseñanzas, lo valioso de su magisterio, no desaparezca, sino que continúe en la historia y en el pensamiento de la Iglesia Católica.

Preparar a la Iglesia para un cambio de época
Ud. ha mencionado la ética, y la necesidad de defender la doctrina social de la Iglesia, que en todo momento Francisco quiso fomentar mediante su enfrentamiento a la pederastia, a la opacidad de las finanzas, al ocultamiento de la verdad, a la falta de justicia ante los abusos de poder, la displicencia, el boato, la tolerancia hacia los pecados. Y, por otra parte, hubo en Francisco una lucha por modernizar la milenaria institución, promoviendo la presencia de mujeres dentro de la Curia, proponiendo otra mirada sobre la homosexualidad desde la humildad moral; cuestiones vitales para una Iglesia que ha padecido y padece disidencias y emigraciones de feligresía hacia otras corrientes de fe. Muchos se preguntan qué sucederá con ese esfuerzo estratégico de Francisco. ¿Será retomado por el siguiente papado, al menos, en sus prioridades decisivas?
Creo que a Francisco le tocó asumir no solo un momento crítico en la historia de la Iglesia, sino del mundo. Nos dijo: “El mundo está enfrentando una crisis profunda”, no solo la Iglesia. De hecho, el papa insistió muchas veces que no estamos ante una época de cambios, sino en un cambio de época.
Lo que hizo con su pontificado fue poner a la Iglesia en ese cambio de época. Es decir, ¿cuál va a ser el rol de la Iglesia en este contexto? ¿Cómo haremos creíble el Evangelio ante un cambio de época, ante un cambio en la mentalidad en Occidente? ¿Cuál va a ser el rol de los cristianos? La Iglesia tiene que actuar con transparencia; no puede caer en la mundanidad. De hecho, en su pontificado una frase clave fue evitar la mundanidad espiritual; es decir, que el ser humano de fe, clérigo o no, se asocie a la mentalidad del mundo y se distancie de los criterios sólidos del Evangelio.
Es a lo que papa Francisco siempre hizo referencia, por eso puso en orden las finanzas y llamó mundanidad a la falta de transparencia, cuando la gente no sabe qué fin tienen sus ayudas a los pobres, a los necesitados; también con el tema de la pederastia en la Iglesia; que haya transparencia en el procedimiento y se salve la víctima; es decir, que se escuche a la persona que ha sido víctima de abuso, etcétera.
En eso creo que no se puede claudicar después de este pontificado. Nunca más. Es decir, no se puede ir hacia atrás; ya Francisco abrió una puerta hacia cómo la Iglesia debe afrontar todas las circunstancias ante una época que está cambiando totalmente.
Me atrevo a decir más: todo lo que hizo para purificar los males que van acumulándose con los años, con el estancamiento, con los hábitos, nos preparó para salir al mundo sin miedo. Incluso dijo que un cristiano, un clérigo, tiene que embarrarse las manos en el mundo, pero haciendo el bien, nunca siendo parte del mal o dejándose arrastrar por la mundanidad, sino embarrarse en el sentido de solidarizarse con el pobre, con las causas justas, con el bien común, con el servicio a los más necesitados, con los que no tienen voz ni voto.
En ese sentido, el papa Francisco preparó la Iglesia para ese futuro, para ese escenario en el que esta constituya un pequeño rebaño pero, me atrevería a decir, significativo, como diría Benedicto XVI.

Un petitorio franciscano
Bergoglio era un hombre muy empático y simpático realmente, tanto para laicos como para creyentes, ateos, no sé si para los poderosos también… El caso es que él siempre pedía una cosa: que rezaran por su persona, y lo decía en una clave rociada de ambigüedad, entre la gracia y el drama. Entonces, Ud., que al igual que Francisco es un sacerdote, en este caso es el párroco de la Catedral de La Habana, ¿le pedirá a sus fieles que recen por el alma de Francisco?
Sí, él siempre pidió eso desde que salió al balcón de San Pedro cuando fue elegido papa en 2013. Ese fue el primer gesto, un gesto muy elocuente, que pidió con la cabeza baja, en señal de humildad, en aquella plaza abarrotada de fieles. Y así lo hizo en cada uno de sus discursos, de sus alocuciones: “No se olviden de rezar por mí”, porque un papa, un sacerdote, un obispo, cualquiera que tenga algún rol de autoridad en la Iglesia o de servicio, es, ante todo, un hijo de Dios y necesitado de este y de los hermanos. Nadie se salva solo. Ese sentido de la necesidad del otro nos los mostró Francisco con gran humildad.
Yo creo que hemos aprendido a rezar por Francisco, me atrevo a decir que hasta los más ateos. En La Habana usó también la frase “Recen por mí” y añadió: “…y si no saben rezar o no creen en Dios, al menos deséenme cosas buenas”. Me quedo con esa frase tan hermosa de él.
Rezar es un término teológico, religioso; pero para quien no vive en ese mundo Francisco supo también tener una palabra para ser comprendido. Se hacía comprender por creyentes y no creyentes, y ese mundo ateo también lo comprendió cuando supo pedirles “deséenme cosas buenas”.
Creo que hoy todas las personas de buena fe, creyentes o no, les desean cosas buenas al papa Francisco, su eterno descanso y que su legado, su magisterio y todo el bien que hizo no se pierda nunca, que siempre permanezca en los corazones de todos los que pudimos vivir su pontificado.
Excelente resumen de una vida de servicios a Dios, a la Iglesia y a la Humanidad.
Dios quiera que el próximo sucesor de Pedro suba el listón dejado por los últimos papas.
Amén