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La doctora Teresita de Jesús Rodríguez Obaya (Guantánamo, 1948) no es amante de las joyas. No le seducen, pero esa regla guarda su excepción. La tarde del miércoles 30 de abril, por ejemplo, en que asistió en el cine Acapulco a la premier del documental Los sueños de Teresita, usó una prenda familiar en lo que fue un gesto sumamente simbólico.
“Hoy llevo el anillo de mi tía, la hermana de mi mamá, que murió a los 38 años de edad por una mala praxis médica. Era deportista, alegre, una mujer bella, con dos hijos”, cuenta a OnCuba mostrando un discreto anillo de oro sobre el que se engasta una gema negra.
La muerte prematura de su ser querido, a quien diagnosticaron un cálculo de riñón, cuando en realidad era víctima de una letal insuficiencia renal, fue uno de los sucesos dolorosos que sellaron su destino como estudiante de Medicina.

Flaquezas y determinación
Teresita pudo haber flaqueado por el camino. La muerte por leucemia de un joven estudiante de piano cuando ella cursaba el tercer año de la carrera; o su paso por la sala de oncología pediátrica, ya en quinto, en el hospital Pedro Borrás, provocaron accesos de negación, que la madre de Teresita, la profesora universitaria Amelia Obaya, le ayudó a superar. Fue así que su vocación de sanar a las personas quedó finalmente fuera de cualquier duda.
Más de medio siglo después de haberse graduado como médica, a principios de los años 70, Teresita es hoy por hoy doctora en Ciencias y una de las líderes más respetadas en el campo de la investigación neurocientífica.
Rodríguez Obaya ha tenido, más de una vez, que “sacar el pañuelito para las lágrimas” ante un documental que narra uno de los hitos de su ejecutoria: investigar las bondades del NeuroEPO, fármaco neuroprotector que desarrolla el Centro de Inmunología Molecular (CIM) de La Habana.
Producido por el medio estadounidense de prensa Belly of the Beast, con oficinas en La Habana, el documental Los sueños de Teresita se adentra en los esfuerzos investigativos de la doctora Rodríguez Obaya al frente del equipo de Cneuro para abordar con un fármaco prometedor contra la enfermedad de Alzheimer, que en la isla padecen, según las estadísticas disponibles, alrededor de 150 mil pacientes.

El embargo, una molécula y una santa española
Manejando con soltura y sentido expositivo dos planos narrativos, el audiovisual expone, por un lado, la relación de la doctora con su madre, a quien durante tres años y hasta su muerte pudo suministrarle el neuroprotector, de manera experimental y, por otro, los resultados, muy alentadores, de los estudios clínicos en un grupo de pacientes cubanos con la enfermedad neurodegenerativa, que en el mundo sufren unos 50 millones de personas.
Igualmente, el documental saca a la luz el pernicioso impacto de las sanciones estadounidenses en la marcha de las investigaciones, a través del testimonio de integrantes del equipo científico que se ocupan del proceso evaluativo del fármaco.
“Es muy grande todo el esfuerzo que tenemos que hacer para poder lograr nuestros objetivos. Es muy difícil en estos momentos hacer un ensayo clínico”, reconoce la doctora Rodríguez Obaya al remitir a los efectos en el sector de la salud de la prolongada crisis multidimensional que padece Cuba.
El NeuroEpo se elabora a partir de una molécula que normalmente existe en el organismo, pero está en déficit en quienes sufren enfermedades neurodegenerativas.
Su primer ensayo contra la enfermedad de Alzheimer comenzó en 2017 e incluyó a 174 pacientes. En algunos casos, el fármaco no solo detuvo la progresión de la enfermedad, sino que varios pacientes pudieron exhibir franca mejoría a partir de que el neuroprotector actuara como una barrera de contención del padecimiento.
De hecho, en el documental, la hija de una paciente con Alzheimer tratada con el neuroprotector cubano refiere que ahora es la madre quien le recuerda ciertos detalles, en una feliz inversión de roles.
Bueno, doctora, ese nombre suyo, Teresita de Jesús… ¿Le acerca a la santa española?
Me acerca un poquitico. Sí, porque Teresa de Jesús fue una monja extraordinaria, hizo cambios en Las Carmelitas y además era una gran poeta y mística. Y, verdaderamente, yo creo que en mi familia trataron de hacer una combinación con otra santa, Teresita del Niño Jesús. Así que puedo celebrar la santidad en doble, ¿no?
¿Qué no puede faltar en un científico?
Es muy importante para un científico ser profesor porque eso le da la posibilidad de la comunicación. Lo segundo es que también le da la posibilidad al alumno de ayudarlo a encontrar su vocación.

Usted fue muy justa cuando invitó al escenario a todo su equipo para recibir los aplausos.
La ciencia no existe sin equipo. Y hay algo que me parece muy importante resaltar: en Cuba pudimos desarrollar las cuatro vacunas contra la COVID-19 gracias a la colaboración y la interacción constante entre los distintos centros de investigación y producción. Fue un verdadero trabajo conjunto.
¿Tiene temor de ser víctima del Alzheimer?
No, no. Primero, creo que tengo demasiada actividad mental como para desarrollar la enfermedad. Y además, algo que me parece clave en los buenos resultados que ha tenido nuestro equipo es que trabajamos con una comunidad de pacientes que socializa mucho. Eso ayuda muchísimo en la mejoría y en la efectividad de nuestro medicamento. Y, por supuesto, también influye el ejercicio.
¿Usted practica o traiciona sus propias prescripciones?
Fui miembro del equipo nacional de baloncesto cuando tenía 16 años. Jugué durante toda la carrera de medicina.
Pero eso fue en el pasado (risas) ¿Se mantiene haciendo ejercicio?
Camino y tengo un reloj con podómetro que no me deja mentir.
Buscando filmar la ciencia cubana
El director de Los sueños de Teresita es el joven realizador Daniel Montero Pupo. Graduado en 2020 de Periodismo por la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Montero también es productor de Belly of the Beast y confiesa que tenía muchas ganas de trabajar en un material sobre la ciencia cubana.
“Desde que empezamos con Belly of the Beast, queríamos hacer algo relacionado con la ciencia en Cuba. Por eso empezamos a acercarnos a las instituciones, en plan exploratorio. El día que fuimos al CIM —el Centro de Inmunología Molecular— nos hablaron de varios medicamentos, y uno en particular llamó la atención. La persona que me lo contó mencionó que quien dirige ese proyecto tiene un vínculo personal con la enfermedad, porque su mamá también la sufrió. En ese momento pensé: ‘tengo que conocer a esa persona’. Y así conocí a la doctora Teresita de Jesús Rodríguez. Desde ese día supimos que queríamos hacer este documental. Porque aunque el medicamento es importantísimo, al principio yo no tenía ni idea de cuán buenos eran realmente los resultados”, cuenta Montero.

¿Qué sabías inicialmente sobre la historia que querías contar?
Sabía que había alguien que había vivido algo muy fuerte con su mamá, y que a partir de esa experiencia decidió dedicar los próximos años de su vida a luchar contra el Alzheimer. Y eso, para mí, fue algo determinante.
¿Qué presupuestos que te planteaste para narrar esta experiencia?
Nos interesaba contar un poco más sobre la ciencia cubana, porque Cuba tiene muchos años de experiencia en tecnología, y eso es algo que nuestro público —principalmente estadounidense— no conoce. Pensamos que esta historia podía ser una buena excusa para hablar de eso.
Pero, por encima de todo, queríamos mostrar la intimidad de la doctora Teresita. Eso era lo que más me preocupaba: poder entrar en ese espacio tan personal y hacerle justicia a una historia que, para ella, es profundamente dolorosa.
¿Cómo manejaste los dos planos de la historia, el científico y el personal?
Siempre fue una preocupación que la parte científica no fuera aburrida y que la historia personal no se sintiera manipuladora. Queríamos hacer justicia a la historia porque, aunque es emocional y puede ser triste para quien la vea, no queríamos explotarla. Ese fue el mayor desafío.
¿Tuviste en cuenta la psicología del público estadounidense al armar la narrativa del documental?
No, realmente trabajamos con la idea de que los públicos son casi siempre los mismos. Lo que cambia es el contexto con el que llega la gente. Para un público cubano, la historia se cuenta de otra manera porque ya conocen el contexto. Pero siempre partimos de que nuestro público no sabe mucho sobre Cuba, o que lo poco que sabe está mal, y eso influye en todo lo que hacemos.
¿Cómo fue tu aproximación con la doctora Rodríguez Obaya? ¿Fue fácil establecer una relación fluida?
Tuvimos una buena química desde el principio. Creo que la doctora no se lleva mal con nadie. Lo más especial de toda esta experiencia ha sido conocerla y poder decir que somos amigos. Es una persona absolutamente única que ha cambiado mi vida. Mientras yo tiendo a ser un poco cínico, ella es todo lo contrario: positiva, cariñosa y muy dedicada. Es una inspiración para todos los que trabajan con ella; siempre se toma el tiempo para enseñar y preocuparse por los demás.
¿Qué otros documentales tienen en mente o en producción?
A finales del año pasado estuvimos en Italia, en Calabria, filmando con la misión médica cubana que está allá. Ahora estamos en postproducción de ese documental, que muestra cómo funciona una misión médica cubana. Queremos mostrar a nuestro público la realidad de estas misiones, que a menudo son malinterpretadas o mal informadas, especialmente en Estados Unidos.
¿Cuál es el norte artístico y moral de Belly of the Beast? ¿Es un medio objetivo o partidista?
Somos un medio con una agenda educativa. Existimos porque las personas en Estados Unidos no conocen Cuba ni el impacto que la política estadounidense tiene sobre el pueblo cubano. Esa es nuestra razón de ser. Nos enfocamos en contar historias desde Cuba o relacionadas con la relación entre Cuba y Estados Unidos. Aunque seguimos principios periodísticos rigurosos, creemos que la decisión más importante de un periodista es qué historia contar. Y hemos decidido contar esta historia en particular para mostrar a Estados Unidos la Cuba que no conocen.

Murid… Kufiya, horror e incertidumbre
Ante el micro de OnCuba, Murid Abukhater no puede evitar ser quién es: un joven palestino tocado con su tradicional kufiya que padece, en la lejanía, la destrucción, ladrillo a ladrillo, de su tierra natal, Gaza, a manos de la abrumadora maquinaria militar de Israel. Más de 60 mil gazatíes han sido asesinados desde octubre de 2023. Visto de otra manera, el 2,61 % de la población gazatí ya no existe.
Natural del bombardeado campo de refugiados de Al-Bureih, en el centro de Gaza, Murid se graduará este verano de Medicina en Cuba. Su sueño es poder regresar a su hogar y ejercer suprofesión en el ahora destruido territorio de la Franja, donde la mayoría de los hospitales han colapsado por la embestida israelí y el bloqueo a la ayuda internacional.
El corto documental From Gaza to Cuba (De Gaza a Cuba), dirigido por Frank Rojazz, que se estrenó en octubre pasado en la plataforma YouTube, fue proyectado también en el cine Acapulco.
Lanzado por Belly of the Beast, casa productora fundada por el periodista estadounidense Reed Lindsay, el material de 14 minutos muestra las introspecciones del joven palestino Murid Abukhater, estudiante en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de Cuba, mientras vive su rutina diaria como alumno de último año.
¿Este documental ha sido esta tu primera experiencia en el cine?
Sí.
¿Qué te ha parecido esta experiencia? ¿Cómo la asumiste?
Al principio fue un poco incómodo enfrentar una cámara. También fue doloroso recordar las memorias tempranas de mi casa y de mi abuelo, quien murió el pasado año de fibrosis quística porque no pudo ser atendido en un hospital.
¿Ha podido tu familia ver el documental?
No, no han logrado verlo todavía porque no hay Internet ni electricidad en casa.
¿Tu familia sigue con vida?
Sí, están con vida, pero fuera de la casa, porque fue bombardeada.
¿Qué comentan tus colegas de estudios de medicina en Cuba sobre este documental?
Todos estaban muy orgullosos de participar, porque habla sobre ellos y las dificultades que enfrentaron hasta llegar a Cuba. Este documental habla sobre todos ellos, no solo sobre Cuba.
Si me permites, esta es una pregunta difícil, pero ¿cómo te planteas el futuro?
Es muy difícil, es incierto, porque no sé cómo está la situación en Gaza. Por ahora, voy a graduarme en dos meses. Después, creo que Cuba me ofrecerá una beca de especialidad para cumplir mi sueño, pero la verdad es que no sé qué haré después.
¿Qué especialidad quieres estudiar?
Pienso mucho en ortopedia.
¿Por qué ortopedia?
Para ayudar a mi pueblo, porque ahora mucha gente está incapacitada por la guerra y han perdido muchos miembros inferiores y superiores.
“Nos preparamos para días peores”
El líder de The Belly and the Beast es Reed Lindsay (Nueva York, 1975). Periodista y cineasta independiente, ha cubierto peligrosas crisis en Egipto y Haití, entre otras, y el pasado año, por estas fechas, presentó en la sede de la Cinemateca de Cuba los documentales dirigidos por él Hardliner on the Hudson y Uphill on the Hill, sobre las políticas estadounidenses hacia la isla.
Hoy lo tenemos de vuelta en La Habana. Siempre solícito, dialogó con OnCuba.
¿Cómo valoras el hecho de estos dos documentales, no solo para Cuba, sino para una audiencia internacional?
Para mí, los dos temas son muy diferentes, pero igualmente importantes. La historia de los estudiantes palestinos en Cuba es significativa. No creo que sea lo más importante de lo que está pasando en Gaza y el genocidio, pero es parte de la historia. No mucha gente sabe que hay palestinos estudiando medicina gratis en Cuba, y Murid es solo uno de ellos.
Es una historia que realmente merece ser contada, aunque no es fácil para ellos, porque están lejos de su hogar y sus familias, y además en un momento muy complicado. Estoy muy orgulloso de ese documental y creo que mucha gente lo ha visto.
¿Qué nos puedes decir sobre el segundo documental Los sueños de Teresita?
Siento que también es muy importante porque aborda un tema que no todo el mundo conoce. A pesar de la crisis y los problemas, Cuba tiene una industria biotecnológica bastante fuerte que produce medicamentos capaces de salvar y cambiar vidas. Este caso de NeuroEPO podría ser uno de esos.
Aunque todavía está en los ensayos clínicos finales y no está confirmado, los resultados son muy prometedores. Esto es muy importante para los cubanos, pero también para que el mundo lo vea, y para que la gente en Estados Unidos tome conciencia de que en Cuba hay científicos haciendo cosas maravillosas que pueden ayudar a personas en todos los países, incluidos los Estados Unidos.
¿Crees que será viable que alguien en Estados Unidos acceda a estos medicamentos?
Por la relación entre los dos países, el bloqueo y la guerra económica, será muy difícil que alguien en Estados Unidos pueda acceder a estos medicamentos, incluso si llegan a aprobarse después de los ensayos clínicos finales.
¿Qué planes tienen para la distribución del documental?
Estamos desarrollando una campaña de distribución para intentar llegar a todo el mundo con este documental. Esperamos que despierte interés en la ciencia y la salud cubanas, y que enfatice la necesidad de mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

Un último punto, con cuatro años más de Trump por delante, ¿qué se han planteado ante este desafío en forma de pesadilla?
Comenzamos con el primer Trump, y eso nos motivó mucho porque había mucho trabajo periodístico por hacer. Hicimos una serie de documentales llamada La guerra contra Cuba, que documentaba el impacto y la intensificación de las sanciones durante su primera administración. Esta vez esperamos algo peor, desgraciadamente, por lo que nos estamos preparando. Estamos trabajando intensamente, con muchos proyectos y documentales en desarrollo, intentando hacer un impacto fuerte con nuestro trabajo porque sentimos que, en estos momentos difíciles, el periodismo es más importante que nunca.
Sanciones de EEUU contra Cuba: buscando respuestas en el vientre de la bestia
¿Cómo se preparan para estos días difíciles?
No es que la situación actual no sea difícil, pero podría ser peor. Siempre puede ser peor, y nos estamos preparando para días más complicados. Tenemos muchos proyectos en marcha y esperamos empezar a tener un mayor impacto, tal vez informando y educando a la población de Estados Unidos y de otros países. Ojalá eso ayude a mejorar las relaciones o que, tanto la gente como los políticos, tomen acción para cambiar una política que realmente no beneficia a nadie: ni al pueblo cubano ni al estadounidense.