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¡Es urgente alguna buena noticia! A riesgo de reiterar ideas, regreso al tema, dado lo complejo del escenario y los datos que lo describen; las malas noticias que se agolpan una sobre otra y la tensión que añaden las “nuevas disposiciones”. Todo esto exige aldabonazos cada vez más fuertes.
El “tarifazo” de Etecsa es en todo ámbito un desacierto político (uno más), entre otras cuestiones, por:
- la errónea estrategia de comunicación política, malas noticias en la cresta de la crisis energética, oídos sordos a la angustia de la gente; falta de diálogo para la toma de decisiones;
- el impacto directo en el deterioro del bienestar de un pueblo exhausto, sobre todo de los menos favorecidos;
- la ausencia de decisiones estructurales, no permitir a las empresas públicas funcionar como empresa; carga la crisis, una vez más, a las exiguas remesas;
- la expansión del proceso de dolarización a retazos, sin un plan integral, y sin paliativos a las personas en situación de pobreza extrema.
Escuché a un hombre “borracho”, hace algún tiempo, decir a voz en cuello: “El problema es que cambiaron todo lo que no tenía que ser cambiado”. Sabiduría popular a pulso.
Aquel hombre, de quien ignoro procedencia, nombre o tormentos, mostró, con sus tragos de más, tener los pies en la tierra de su tiempo y de su historia. Aquel “borracho” me hizo pensar en qué debe ser cambiado, ahora que tanto cambió.
Más recientemente, y con formulaciones y tonos diversos, escucho el clamor de la gente por alguna buena noticia, algún anuncio de que las cosas pueden ir a mejor, alguna nota informativa que no genere angustia, alguna medida que “nos dé un respirito”, una lucecita en el camino que ponga fin a la polisémica oscuridad de la isla, alguna señal de que tanto “aguante” no es en vano.
En septiembre de 2019, por colocar un punto cercano en el tiempo y en los hechos, comenzó el actual vía crucis cubano. Lo que entonces parecía una “coyuntura” (al menos así se declaró de manera oficial) ha sido un estado casi permanente.
A lo largo de poco más de un lustro, asistimos al establecimiento, a fines de 2019, de las tiendas en monedas libremente convertibles (MLC), consideradas por sus promotores como “el mecanismo más práctico” para captar divisas y reanimar la economía.
Enero de 2020 abrió sus compuertas al proceso de “ordenamiento monetario y cambiario”, con el cual se pretendía una sola moneda (nacional) fortalecida.
En abril de 2021 se anunció un paquete de 63 medidas para “estimular la producción de alimentos en la nación”. Son datos a considerar en estos años, además, el crecimiento de las empresas privadas y sus vaivenes regulatorios, los ajustes constantes en el sistema de distribución minorista (normado y liberado/regulado), tendientes a mayor escasez, la amplia cartera para la inversión extranjera sin concretarse, la desproporcionada inversión hotelera e inmobiliaria (instalaciones lujosas en medio del deterioro urbano), entre otros.
Lo cierto es que, de esas decisiones, de esos giros organizativos, económicos y financieros, no han llegado buenas noticias.
No fue casual que 2025 trajera un nuevo “programa de corrección de distorsiones e impulso de la economía”, del que, más allá de entrañar la dolarización parcial de los procesos de producción, distribución y consumo, no existe información pública sobre sus contenidos y alcances, lo cual permite colocar como hipótesis que asistimos a más de lo mismo (viejos métodos para agravar los mismos problemas).
No lleva mucho esfuerzo notar el incremento sostenido de las carencias; la galopante desigualdad, la desesperanza generalizada; la presión cotidiana, cada vez con más violencia; la sensación de abandono, el incremento del consumo de drogas entre sus síntomas; la mediocridad ganando terreno a la creatividad, el odio con voces más altas, los derechos tensionados y la ausencia, casi patológica, de buenos augurios.
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No es posible que un país avance sin buenas noticias que enciendan todo tipo de luces, por pequeñas que sean, desde la eléctrica hasta la sensación de bienestar. Esas que, en lo esencial, hagan creer que es posible salir del atolladero.
Las buenas noticias son un recurso político para hacer el país más gobernable y disfrutable, así como potenciar un camino de desarrollo material y espiritual plenos.
No se trata de expresiones grandilocuentes, de disyuntivas lejanas de lo cotidiano, de historias sin presente ni futuro, de simples rejuegos políticos. De lo que se trata es de creer que existe una estrategia —que nos incluya a todas y todos— ordenada, pensada, sistemática, verificada en las decisiones y concretada en las acciones. Estrategia que, en esencia, encamine un proyecto de nación justa, soberana y digna.
Buenas noticias, por ejemplo, que impliquen rendir cuenta de manera pública por las cosas que no se hicieron o por aquellas que se hicieron mal; por los proyectos de los que se habla y no se ven resultados; también por las postergaciones impostergables (ley de empresa, ley de asociaciones, por ejemplo).
Sería buena noticia la disposición de informar al pueblo qué ha sucedido con las personas que, ostentando cargos públicos, “cometieron errores”, cuáles fueron estos y cómo el pueblo puede controlar que futuros “errores” no queden invisibilizados.

Inclúyase en las buenas noticias la posibilidad de sancionar a funcionarios y funcionarias de cualquier nivel que elaboren e impongan regulaciones absurdas que complejizan lo que ya es complejo. Regulaciones que en su rigidez develan un marcado desinterés (¿o desprecio?) por el bienestar de la gente, aunque sea mínimo, pero beneficio al fin.
También será bueno conocer que la opulencia y el despilfarro, sobre todo en eventos públicos, se consideran una afrenta al pueblo, y que, por el contrario, la austeridad de los funcionarios a todos los niveles sería una forma de hacer más llevadera la crisis.
Los medios de comunicación estatales —ojalá fueran públicos— tendrían un rol significativo en la creación de las buenas noticias que necesitamos cuando, por ejemplo, den cabida a un debate amplio de alternativas, visiones, propuestas para salir de la crisis. Cuando, además, las y los periodistas formulen preguntas incómodas a los funcionarios y funcionarias que, como tendencia, solo informan lo que “debe” ser informado.
Un parlamento que se parezca a la diversidad que somos como sujetos sociales y como corrientes de pensamiento, así como parlamentarios y parlamentarias que exijan verdadera rendición de cuentas, no un legajo de justificaciones, a todos los ministerios, comisiones, comités, organismos y organizaciones que han de velar por el bienestar de la población, sería una de las mejores noticias que pudiéramos recibir.
Una buena noticia sería lograr que la protesta no sea un delito, que pedir cuentas y soluciones se entienda como un derecho, que elegir qué sí y qué no es síntoma de buena salud para el carácter democrático de la nación en general y para los más jodidos en particular. También sería bueno conocer que el diálogo gana terreno a la descalificación, la sospecha, la censura.
Los programas políticos viables son los que resuelven los problemas cotidianos al tiempo que impulsan los cambios estructurales que hagan sostenibles las soluciones. Ojalá lleguen de la mano las soluciones concretas y los cambios estructurales que permitan anunciar y sostener las buenas noticias que Cuba necesita.
Anótese en la agenda de las noticias que esperamos el suministro eléctrico estable para todos los territorios, acceso digno a los alimentos, el reconocimiento y solución de la pobreza, la revitalización del transporte público, la mejora sostenible de los servicios de salud y educación en su carácter público y gratuito, el límite tanto al monopolio empresarial estatal (civil o militar) como al privado.

Mejores noticias podrían llegar con la creación de más asambleas, consejos, asociaciones, espacios comunitarios, sindicatos, etc., en los que se viabilice la participación directa y amplia de la clase trabajadora y la ciudadanía en la búsqueda de soluciones.
Hagamos posible, como país, que la perversidad del Gobierno de Estados Unidos no sea mayor que nuestra capacidad de reconstruirnos como nación que se sostiene a sí misma, material y espiritualmente. Esto supondría haber hecho lo que nos toca para ser eficientes en la producción de las buenas noticias que garanticen el país que queremos.
Aplausos a su escrito. De lo mejor que he visto recientemente. Un abrazo sin conocerle. Lúcido y concreto. Lo reenviaré a los míos.
Excelente ¡ Y es lo que se dice van a hacer y no hacen, es lo que se requiere y no hacen, es lo que hace falta y no hacen ! , Miles de decretos, horas y horas definiendo la utilización de un punto o una coma en la nueva Constitución, que como toda constitución están hecha para violarla , así pasa en el mundo, pero hay poderes públicos que acusan, obligan a renunciar , Muy tarde ya para que escuchemos buenas noticias !
Graciasss mi querido Ariel Dacal. Excelenteeee análisis, cargado de lucidez y sobre todo amor. Un lenguaje crítico y a la vez sabio, que no hiere, ni molesta a quien lo lee, incluso a aquell@s que sean responsables del lustro de desaciertos que se enuncian.
Está escrito y pensado desde la proactividad y la necesidad de reconectarnos a tds como ciudadan@s de una nación que necesita cada vez más del concurso colectivo y protagónico, para que se parezca al nosotr@s plural, y que sea coherente con lo que postula hace más de 66 años…lo cual has costado mucho.
En este tiempo de inconformidad y renacimiento de contestas necesarias, se respira un aliento de voces, pensamientos y análisis que aún validan el pueblo que somos, las capacidades de criterios y riquezas de sentipensar que poseemos, y cuánto de aprovechable para pulsar e impulsar junt@s, sobrevive aún en medio del caos, la desesperanza y la incertidumbre.
Quedan vivas y ciertas en nuestro pueblo, muchas luces para guiarnos en medio de la múltiple oscuridad circundante, no aprovecharlas nuevamente, tratar de ignorarlas, desconocerlas, etiquetarlas antagónicamente será de una gravedad, tozudez y una ignorancia política imperdonables.
Hemos dado señales con estas protestas cívicas de que los genes descolonizadores históricos que conforman el tronco cívico de la nación siguen siendo patrimonio de la patria cubana. Aquí estamos! Ojalá que este desacuerdo sea la vuelta de combinación que abra definitivamente los espacios de diálogos, debates y participación real y efectivos en nuestra Cuba para esas buenas noticias tan esperadas….lo necesitamos como el paciente de terapia intensiva…ahora o nunca!
que buen articulo
Genial Ariel!!!
Excelente u lúcido trabajo. Gracias Ariel Dacal
Excelente mi hermano, lúcido como todo tu trabajo.
Un abrazo
Tuve la dicha de leer su libro Ensayar el Pasado. Una radiografía más que PRESENTE y NECESARIA
Sin dudas habría que volver a su ensayo Ternura y política… Necesitamos mucha, pero mucha ternura para poder dar buenas noticias…
Gracias . Como siempre un escrito que da en la tecla del problema, que muestra que no están en el camino correcto, que tampoco nosotros estamos en el camino correcto porque seguimos mirando cómo nos aniquilan impunemente al país por el que luchamos.
A veces creo que cuando hablo en mi Guantánamo querido de estos temas soy una especie de bicho raro, pero tú me vuelves a situar en el camino de que no, no estoy equivocado
Gracias de nuevo