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El pasado 19 de junio, el director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, el reconocido Dr. Francisco Durán, informó en la televisión nacional sobre la situación epidemiológica al inicio del verano. Según el funcionario, de las arbovirosis que circulan en la región, solo el dengue y el virus Oropouche (VORO) están presentes actualmente en la isla.
El dengue circula en tres provincias, con afectaciones en cuatro municipios y cuatro áreas de salud. Además, el Dr. Durán señaló que, por el momento, no se reportan casos graves ni críticos asociados a esta peligrosa enfermedad.
En cuanto a la causada por el virus del Oropouche, presente en Cuba desde el año pasado, el doctor explicó que presenta una “dispersión mayor”: se han identificado casos en ocho provincias, doce municipios y catorce áreas de salud.
También circulan la influenza y otros virus respiratorios. Estos, según el funcionario, son los responsables de los cuadros gripales que afectan a la población en esta época del año.
Finalmente, el Dr. Durán advirtió que, con la llegada del verano, es previsible un aumento de enfermedades de transmisión digestiva. Aunque aún no se han manifestado brotes importantes, las altas temperaturas, la contaminación del agua y los problemas con la conservación de alimentos —en un contexto de apagones frecuentes— constituyen un riesgo que no debe subestimarse.
¿Qué nos depara este verano? ¿Será mejor o peor que los anteriores desde el punto de vista sanitario? Veamos…
Un viejo conocido: el dengue
El dengue, también conocido como “fiebre quebranta huesos” por la intensidad de sus síntomas y la prolongada recuperación, es la arbovirosis más importante del mundo. Este grupo de enfermedades virales transmitidas por mosquitos —entre ellas el Zika, el Chikungunya, la fiebre amarilla y el Oropouche— afecta a más de 3 900 millones de personas, especialmente en regiones tropicales y subtropicales.
Según la OMS, cada año se producen entre 100 y 400 millones de infecciones por dengue. No existe un tratamiento específico, más allá del control sintomático mediante analgésicos, antipiréticos, hidratación y reposo. Aunque la mayoría de los casos son asintomáticos, algunas personas desarrollan formas graves que pueden ser mortales.
Cuba fue escenario, en 1981, de la primera gran epidemia de dengue del hemisferio occidental en tiempos modernos. Ese año se reportaron más de 344 mil casos, de ellos 10 312 de la entonces denominada “fiebre hemorrágica del dengue” —actualmente dengue grave—, y 158 fallecidos, en su mayoría niños.
La enfermedad se mantuvo bajo control durante varios años, hasta su reaparición a fines del siglo pasado. En 1997, se registró un brote en Santiago de Cuba con más de 17 mil casos clínicos, 205 de ellos graves y 12 fallecidos, según datos oficiales.
El dengue en el siglo XXI
Desde inicios del siglo XXI, se ha observado un notable incremento global en los casos y fallecimientos por dengue. Según la OMS, los contagios pasaron de 500 mil en el año 2000 a 5.2 millones en 2019. En 2023, se alcanzó un récord histórico: más de 6.5 millones de casos confirmados y 7 300 muertes asociadas.
Cuba no ha estado exenta de esta tendencia, impulsada por factores complejos como el cambio climático, el aumento de la temperatura global y la alta movilidad humana. A ello se suma la crisis económica nacional, que dificulta la realización de campañas adulticidas y otras acciones de control vectorial. Así lo advertíamos en un artículo de julio de 2022, cuando la falta de fumigación intensiva agravaba el panorama epidemiológico.

A esto se suma la evolución cíclica del virus, con picos epidemiológicos cada 4 o 5 años. Así ocurrió en 2019, 2023 y 2024. En Cuba, a esta altura del año pasado se registraba transmisión activa en siete territorios: Isla de la Juventud, Santiago de Cuba, Guantánamo, Ciego de Ávila, Camagüey, Holguín y Cienfuegos.
Este año, sin embargo, las tasas de incidencia son notablemente menores. Según el Dr. Durán, solo hay transmisión en cuatro provincias, pese a las altas tasas de infestación por mosquitos. Esto puede explicarse por el ciclo natural del virus, por lo que se espera un comportamiento más benévolo, con un número reducido de casos graves y fallecidos.
La fiebre del Oropouche y otras arbovirosis
El Dr. Durán informó que, en comparación con el dengue, el virus del Oropouche presenta una “mayor dispersión”, con casos confirmados en ocho provincias. Esta enfermedad, descubierta en 1955, era exclusiva de Sudamérica hasta 2023. Sin embargo, desde fines de ese año, ha iniciado un proceso de expansión en el que Cuba ha sido, lamentablemente, protagonista.
Según la OMS, el 27 de mayo de 2023 se reportaron los primeros brotes en la isla. El virus encontró condiciones propicias para su rápida propagación: alta infestación de mosquitos, clima cálido y una población completamente vulnerable, sin inmunidad previa. Para finales de julio ya se registraban casos en todo el país.
Aunque no se han reportado fallecimientos oficiales por VORO, es un hecho que su presencia complicó gravemente la situación epidemiológica desde mediados del año pasado. ¿Qué puede ocurrir este verano? Es difícil saberlo, pues se desconoce el nivel de inmunidad que genera el virus. Sin embargo, es razonable suponer que habrá menos personas susceptibles que el año anterior, lo cual podría limitar su propagación.
Otras arbovirosis como el Zika y el Chikungunya, que afectaron al país en el pasado reciente, no han sido reportadas actualmente. Tampoco la fiebre amarilla, ausente en Cuba desde hace décadas. No obstante, en la región la situación es crítica: Colombia ha declarado una emergencia sanitaria, debido a que en algunas zonas la fiebre amarilla presenta una letalidad del 40 %. El riesgo de reintroducción en la isla, aunque se tomen medidas preventivas, es real, como advertimos en un artículo reciente.
Enfermedades respiratorias y de transmisión digestiva
Durante su comparecencia televisiva, el Dr. Durán también mencionó la circulación del virus de la influenza en Cuba. Aunque su presencia no resulta preocupante en términos epidemiológicos —ya que su pico ocurre en invierno—, pueden aparecer formas graves en niños menores de cinco años, adultos mayores y personas inmunodeprimidas.
Por otra parte, el verano trae consigo el riesgo de brotes de enfermedades digestivas transmitidas por alimentos o agua contaminados. Las altas temperaturas aceleran la descomposición de los alimentos y favorecen la proliferación de gérmenes. A ello se suman los constantes apagones, que dificultan la correcta refrigeración y conservación.

Este verano podría ser, desde el punto de vista epidemiológico, más tranquilo que los anteriores. Sin embargo, eso no implica ausencia de riesgos. La única recomendación sensata es mantener la vigilancia y tomar medidas preventivas. Protegernos es, sin duda, el mejor antídoto.