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En un esfuerzo mancomunado, el presidente Donald Trump y el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., han estado promoviendo una iniciativa que busca eliminar ingredientes de la dieta estadounidense, en particular la sustitución del jarabe de maíz de alta fructosa por azúcar de caña en el refresco Coca-Cola para el mercado doméstico.
Este anuncio, realizado originalmente por Trump el pasado 16 de julio de 2025, representa un paso estratégico tanto en la defensa de cultivos tradicionales, como el de la caña de azúcar en el estado de Florida, principal productor de Estados Unidos y residencia oficial del presidente y su familia, donde posee una mansión y club privado llamado Mar-a-Lago.
Coca-Cola accede
El mandatario informó a través de su plataforma Truth Social que tras mantener conversaciones con la empresa, Coca-Cola aceptó incorporar azúcar de caña en sus bebidas vendidas en Estados Unidos.
“Quiero agradecer a todos los que tienen autoridad en Coca-Cola”, señaló, agregando que esta medida será “simplemente mejor” para los consumidores.
La compañía, aunque no confirmó oficialmente el cambio de fórmula, anunció el lanzamiento para el otoño boreal de una nueva versión endulzada con azúcar de caña estadounidense, sin alterar la receta original de su producto principal.
Por su parte Robert F. Kennedy Jr., quien lidera la iniciativa gubernamental Make America Healthy Again (MAHA), ha manifestado públicamente su preocupación por los efectos del consumo excesivo de jarabe de maíz de alta fructosa en la salud pública, calificándolo como un factor que contribuye a la obesidad y diabetes, enfermedades crónicas que afectan a millones de estadounidenses.
MAHA ha impulsado reformas en las políticas alimentarias que buscan eliminar ingredientes artificiales y dañinos, entre ellos colorantes y edulcorantes procesados, con el objetivo de promover dietas basadas en alimentos integrales y naturales.
Intereses industriales y políticos en el trasfondo
La iniciativa también tiene un fuerte componente industrial y político. Florida, estado clave en la producción de caña de azúcar, se ve beneficiado con el impulso a este producto natural frente al dominante jarabe de maíz, el cual proviene de una región agrícola diferente del país, principalmente el Medio Oeste.
Algunos sectores del maíz ya han expresado preocupación porque el cambio podría afectar empleos y la cadena de producción del jarabe, argumentando que no existen beneficios nutricionales comprobados al sustituir un edulcorante por otro.
Expertos en nutrición y economía alimentaria coinciden en que desde el punto de vista químico y calórico, tanto el azúcar de caña (sacarosa) como el jarabe de maíz (mezcla de glucosa y fructosa) aportan esencialmente lo mismo.
La diferencia principal radica en la proporción y forma en que estos azúcares se presentan, mientras que el consumo excesivo de cualquier azúcar añadido es el verdadero problema para la salud.
Kathleen Melanson, nutricionista de la Universidad de Rhode Island, subraya que el daño está vinculado más al volumen y frecuencia del consumo que a la fuente específica de azúcar.
En el trasfondo de este cambio, Coca-Cola, una empresa fundada en 1892, ha enfrentado competencia interna en su mercado estadounidense debido a la preferencia de algunos consumidores por la versión mexicana de su bebida, elaborada con azúcar de caña y que es considerada “más auténtica” o “mejor” en sabor por un segmento de la población.
La empresa ha tenido que equilibrar su producción entre edulcorantes accesibles a bajo costo, como el jarabe de maíz, y productos que respondan a la demanda de versiones más naturales y saludables.
Debates en el sector agroindustrial
Entretanto, la decisión de Trump de presionar a Coca-Cola a regresar al azúcar de caña, en lugar de usar jarabe de maíz que es más barato y producido principalmente en el Medio Oeste, genera un debate industrial.
La Asociación de Refinadores de Maíz ha expresado que el cambio afectaría negativamente miles de empleos en la industria alimentaria estadounidense, reduciría ingresos agrícolas y aumentaría las importaciones de azúcar extranjera, todo ello sin ningún beneficio nutricional real para los consumidores.
Por otra parte, reemplazar el jarabe de maíz por azúcar implicaría, en ese caso, un aumento de las importaciones de países azucareros, lo que encarecería la cadena productiva y chocaría con políticas que desde hace décadas han protegido a productores locales con aranceles y cupos.
El interés de Trump y Kennedy refleja también un intento de alinear elementos de salud pública con intereses económicos locales y nacionales, generando un debate sobre el futuro de los ingredientes en los alimentos y bebidas industrializados.
La iniciativa MAHA, que incluye a miembros del gabinete federal y expertos, evalúa los impactos del consumo de alimentos ultraprocesados en la salud pública y propone una transición hacia alternativas menos dañinas.
En Estados Unidos, el consumo per cápita de Coca-Cola es aproximadamente de 100 litros por persona al año según estudios y datos recientes de 2024 y 2025. Esa cifra posiciona a Estados Unidos como uno de los mayores consumidores de Coca-Cola en el mundo, aunque México supera a EE.UU. con un promedio más alto, cercano a 160 litros per cápita al año.
Consumida en casi todos los países del mundo, la compañía estadounidense reportó este primer semestre una ganancia neta aproximada de 13.2 mil millones de dólares en 2025, lo que representa un aumento del 24.17% respecto al año anterior.