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Hace poco más de un mes, sentado al borde de las muy afamadas pistas de la Fuente de la Niña y bajo un sol picante, el campeón olímpico Jordan Díaz me dijo que el triple salto en el Mundial de Tokio iba a ser “la guerra”. En ese momento, el cubano nacionalizado español se visualizaba en esa batalla y creía que, pese a no haber competido apenas en 2025, tenía opciones de emerger victorioso.
Sin embargo, Jordan solo pudo hacer un salto nulo en la capital nipona antes de resentirse de una vieja lesión que no había dado señales de vida por tres años. Con el estelar de 24 años fuera del escenario, se podía pensar que la guerra a la que hacía referencia ya no sería tan dura, pero resultó todo lo contrario.

El italiano Andrea Dallavalle, que no había saltado en toda la temporada al aire libre, puso en aprietos al cubano-portugués Pedro Pablo Pichardo, líder de la prueba hasta la última ronda. En esa instancia, el transalpino se apareció con un estirón de 17.64 metros que tenía todas las intenciones de aniquilar al santiaguero y dejar una de las historias más sorprendentes de la cita del orbe.
Pero la última palabra la tenía Pichardo, un competidor nato que tranquilamente podría postularse para el título de mejor triplista del mundo en el presente siglo. Con su palmarés y su arsenal a cuestas, y sin una mínima muestra de presión, el indómito prendió los motores y flotó después de batir la tabla para clavar los pinchos en un impresionante 17.91.

“Siempre dejo algo para el último salto. A mi esposa no le gusta mucho, siempre dice que tengo que darlo todo en el primero, pero me gusta guardar un poco de energía para responder si pasan estas cosas. Cuando Andrea (Dallavalle) tomó la delantera me sacudió un poco, pero sabía que aún tenía fuerzas para saltar de nuevo”, apuntó Pichardo tras su victoria.
Tras un epílogo tan espectacular, su reacción fue la esperada: tomó arena en un puño y la lanzó eufórico, hizo la típica pose de fortachón invencible —como si fuera Hulk— y miró desafiante a la grada, donde su padre y entrenador, Jorge Pichardo, aplaudía y sonreía.

“Él no me ha dejado parar. Me pidió que siguiera al menos este 2025. Siempre digo que él es quien decidirá cuándo debo terminar mi carrera. Esta medalla es para mi padre. Se quedará en su casa. Él es quien me ha estado ayudando y fortaleciendo mentalmente. El año pasado no estaba muy bien de mente. Quería retirarme, pero mi padre y mi entrenador me han ayudado mucho”, añadió el santiaguero.
La transmisión oficial enfocó enseguida a Dallavalle, quien también sonreía y hacía gestos de resignación. “No hay manera. ¿Qué voy a hacer?”, pensaría el italiano, a quien se le esfumó la posibilidad —¿única?— de ser campeón mundial.

Y enseguida, Pichardo se robó el protagonismo. Se dirigió a una cámara y en perfecto inglés espetó: “Who is the best, baby? Who is the best, baby?”, como para no dejar margen a las dudas de que él, en efecto, había sido el mejor. Llamó entonces a todos los fotorreporteros para inmortalizar su imagen al lado de la pantalla que mostraba su marca y certificaba su segundo reinado en Mundiales de campo y pista.
A la vuelta, con más furia, repitió el “Who is the best?” y enfiló en dirección a la grada. Lo que vino después fue más protocolar, el clásico paseo con la bandera portuguesa y las fotos de rigor, en solitario con la enseña y luego acompañado por Dallavalle y el también cubano Lázaro Martínez, medallista de bronce.

Cría fama…
En honor a la verdad, no hubo nada extraño en una celebración que ni siquiera estuvo subida de tono. Pero Pichardo ya es sospechoso habitual, sobre todo porque nunca ha tenido pelos en la lengua y, en ocasiones, ha disparado verdades contra imperios deportivos como el del fútbol, por solo citar un caso.
“Creo que la diferencia por la que los jóvenes prefieren practicar el fútbol antes que atletismo es por razones económicas. Por ejemplo, hay futbolistas que son suplentes y raramente juegan, y que ganan más dinero que yo, que soy campeón olímpico. Y la gente piensa que encima ellos son mejores que yo. Yo gané una competición que equivale a la Liga de Campeones [venció en la Diamond] y pocas personas lo saben. En cambio, cuando la selección nacional o un equipo de fútbol llega a los cuartos de final de un gran campeonato, ya se hace una fiesta”, llegó a decir en su momento.
Este tipo de declaraciones y polémicas con su club (Benfica) o con otros saltadores (Jordan Díaz y Nelson Évora) han puesto a Pichardo en el centro de la diana, convirtiéndose en el villano del triple salto, más allá de sus grandes resultados. Sin embargo, esto no quiere decir que se le trate siempre como el ogro de la película, mucho menos cuando se toma ese camino manipulando evidencias.

Ahora, por ejemplo, han intentado atacarlo nuevamente, en teoría por “ignorar” el saludo del italiano Dallavalle tras el último salto en la reciente final de Tokio. El diario AS, uno de los más relevantes en materia deportiva en España, dijo que el cubano “negó la mano a la plata”, poniendo como prueba un video publicado por Eurosport en la red social X.
La cuestión es que esas imágenes están editadas y no es posible observar la secuencia completa. Otros videos de la transmisión oficial o de la cadena TNT Sports, sin cortes de ningún tipo, muestran claramente como Pichardo le da la mano a Dallavalle luego del salto decisivo.
“Who is the best baby?”
Pedro Pichardo takes the gold in the men’s triple jump in dramatic style pic.twitter.com/1guiM8Oe1W
— TNT Sports (@tntsports) September 19, 2025
No se trata de santificar a Pichardo. No sería consecuente, porque ni siquiera él ha intentado aparentar ser el “niño bueno” de la clase. Que haya preguntando a una cámara quién es el mejor, luego de congelar a todos sus rivales en una final mundial con la marca más notable de la temporada, es una reacción lógica dado el contexto.
Ahora, tratar de abrirle un nuevo expediente en la sección de “villanos” por este hecho, basado en la manipulación, traspasa la frontera de lo irresponsable.