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La Dra. Janys Rodríguez Olivera es una profesional muy querida dentro de la comunidad de médicos cubanos emigrados en Uruguay, reconocida tanto por su excelencia académica como por su compromiso humano. Especialista en medicina legal y con una maestría en antropología forense, combina su labor como forense del Poder Judicial con la docencia en la Universidad de la República, formando a nuevas generaciones de profesionales y facilitando la revalidación del título de médicos extranjeros en el país.
Su pasión por la enseñanza, su ética profesional y su capacidad de acompañar a colegas recién llegados hacen que su trabajo trascienda lo académico y se convierta en un apoyo imprescindible para quienes inician su camino en Uruguay.
Cuando conversamos, me habló sobre su infancia en Cuba, su recorrido profesional, sus experiencias en distintos países de Latinoamérica y el Caribe, y la construcción de una vida y carrera plena lejos de su tierra natal.
Nacida el 1 de diciembre de 1985 en La Habana, en el Hospital Hijas de Galicia, creció en el barrio de San Miguel del Padrón en el seno de una familia que le transmitió valores de dedicación y curiosidad: su padre, Nelson Rodríguez, ingeniero mecánico y “Maestro Relojero” en Rolex y Citizen; su madre, Mirta Olivera, contadora, quien después de su nacimiento se dedicó por completo a su cuidado y al de sus abuelos paternos, que vivían con ellos. Tiene un hermano 10 años menor, también contador.
Desde pequeña mostró un profundo interés por las ciencias y las investigaciones judiciales, participando en concursos provinciales de física, química y biología, y desarrollando un amor por la lectura y el pensamiento analítico, inspirado en figuras como Jessica Fletcher y Agatha Christie. A pesar de ser introvertida y tranquila, aprendió a superar retos personales, como la disgrafia y una leve dislexia diagnosticadas mientras cursaba el preuniversitario en el Instituto de Ciencias Exactas “Vladimir Ilich Lenin”, donde además fortaleció sus habilidades sociales y construyó amistades que aún perduran.
Estas experiencias, sumadas a un giro familiar marcado por la grave enfermedad de su padre durante sus últimos años de escuela, la llevaron a decidir estudiar medicina, convencida de que podía combinar su pasión por la ciencia con un compromiso humano profundo. Hoy, su labor como profesora de medicina legal, asignatura clave para la revalidación de títulos médicos en Uruguay, y su trabajo como forense, la consolidan como una profesional ejemplar y un referente para otros médicos migrantes.
Además de su labor docente y forense, Janys Rodríguez Olivera fue parte del grupo de médicos que fundó la Sociedad de Médicos Extranjeros en Uruguay (SOMEU), una organización destinada a unir y apoyar a los profesionales extranjeros en el país. La sociedad busca fortalecer la formación profesional, la educación continua y la defensa de los derechos de quienes ejercen la medicina lejos de su tierra natal.

¿Cuándo comenzó a estudiar medicina?
Me gradué del preuniversitario Lenin en 2003 (29.ª graduación) e ingresé a medicina con muy buen escalafón. Allí cambió mi vida: conocí amigos que me ayudaron mucho. Durante la carrera fui ayudante de genética y de geriatría; dando docencia como alumna ayudante nació mi amor por enseñar. Eso me ayudó a desarrollar estrategias comunicativas: ser docente no es solo saber del tema, sino llegar a cada persona. Tiene algo en común con la asistencia médica, porque un médico debe saber conectar con sus pacientes.
¿De dónde surge su vínculo entre medicina y ley?
El vínculo entre medicina y ley está en el mismo acto asistencial, desde el principio básico del consentimiento. La medicina legal es el nexo entre ambas ramas del saber, porque toma elementos de cada una y los fusiona, estableciendo puentes que las comunican.
Por otro lado, la medicina está sustentada sobre bases legales, aunque el médico en su actuar diario lo hace de manera automática y muchas veces no se da cuenta de que cumple leyes. Es importante recordar que es obligación de los médicos estar al tanto de la legislación donde ejercen y que el desconocimiento de la ley no exime de responsabilidad. Algo que siempre remarco: “la medicina legal tiene muchos tonos grises”.
¿Cuál es el momento culminante dentro de lo profesional para un médico legista?
Puede ser la satisfacción de contribuir a resolver un caso, ayudar a una familia a obtener un cierre o alcanzar algo de justicia. En esta especialidad no existen elementos patognomónicos; una autopsia no se vuelve a hacer y muchas veces no sabemos todas las cosas, porque la medicina legal es polimorfa y se nutre de varias especialidades y ciencias, heterogéneas en sus fines. Por eso, a menudo no logramos obtener toda la verdad, a diferencia de lo que ocurre en las series de televisión (sonríe).
¿Se siente realizada profesionalmente?
Sí. En quinto año de la carrera, cuando opté por medicina legal, supe que esta especialidad tenía todo lo que me gustaba: una mezcla de varias especialidades, grandes exigencias de conocimiento y es pura ciencia.
Luego, tras hacerme especialista, cursé una maestría en antropología forense, algo que sentía que necesitaba para ampliar mis conocimientos.

¿Cuándo se planteó la posibilidad de emigrar?
En 2018 lo empezamos a pensar con mi esposo y en 2019 iniciamos los trámites de solicitud de visa a Uruguay.
¿Por qué Uruguay?
Hicimos un estudio de los países donde ambos, como profesionales, podríamos revalidar y ejercer. Queríamos que fuera un lugar tranquilo y con economía estable. En enero de 2020 vinimos.
¿Cómo fueron los primeros tiempos?
Al inicio, como siempre, fue difícil. Trabajé como asistente terapéutica en Pulso UCM. Fue una experiencia con sentimientos encontrados, pero linda, porque conocí personas maravillosas que ahora son familia para mí. Además, comprendí cómo funcionaba el sistema de salud. También nos apoyó un amigo que ya vivía en el país y nos abrió las puertas de su casa.
¿Y antes de eso?
Antes de ser médico legista fui especialista en MGI y directora de un policlínico. También estuve en Venezuela recién graduada; sentí que debía ayudar a las personas. Ah, y estuve en Haití durante el terremoto…
En Venezuela di consultas en el delta del río Amacuro, ¡fue toda una experiencia de vida! Hasta tengo una ahijada con mi nombre: asistí a la madre en un parto muy difícil. Más de una vez pensé que no sobrevivirían, pero al final todo salió bien y a la niña le pusieron mi nombre. Allí aprendí mucho como persona y como médico: maduré.
¿El amor por la docencia surgió en la universidad?
Me fascina enseñar, comunicar y acompañar. Me da gran satisfacción saber que puedo contribuir a la formación de mis estudiantes. Trato de inculcar valores que, a mi entender, todo médico debe poseer, como el compromiso con la profesión y con los pacientes, sin olvidar que somos seres biopsicosociales. Trato de hacerles ver que el vínculo médico-paciente es esencial en el proceso de curación.
A diferencia de lo que algunos pueden pensar, soy forense pero nunca he perdido mi humanidad. Procuro que mis emociones no interfieran con mi trabajo. Puede que alguna vez suceda, pero trato de dar siempre lo mejor de mí.
Además de su labor como docente, ¿qué otras actividades realiza?
Colaboro como perito consultora externa en un bufete de abogados dedicado a casos de responsabilidad profesional. Algo que siempre digo: no hago informes para complacer a nadie; en ocasiones no es lo que al abogado le gustaría que dijera, pero sería totalmente antiético favorecer a una parte.
Además, colaboro con instituciones docentes de otros países, como Argentina, en eventos de corte médico-legal.
¿Qué recomienda a los colegas recién llegados a Uruguay?
Desde que llegué he visto que no a todos les es igual de sencillo insertarse y avanzar profesionalmente. Siento que es un deber colaborar, no solo en la docencia. A veces algo tan sencillo como un trámite puede ser difícil, y por eso siempre trato de ayudar en todo lo que puedo.
Este es un país pequeño con grandes cualidades, pero emigrar es volver a nacer. Es difícil sentirse de acá, pero tampoco somos de allá. Es un proceso de crecimiento personal y un acto de valor, y no todos corren con la misma suerte. No es “el país de brazos abiertos” que algunos plantean: hay xenofobia, hay celos profesionales, pero también mucha gente buena que ayuda.
Cada quien tiene su versión de emigrar. No he sufrido mucho en carne propia, pero sí he visto cómo otros lo hacen. Por eso trato de apoyar, acompañar y transmitir lo aprendido para que ese “nacer de nuevo” sea más fácil.
¿De ahí surge SOMEU?
Sí, la Sociedad de Médicos Extranjeros en Uruguay (SOMEU) nació de un grupo de compañeros que comprendimos la necesidad de una organización que nucleara a los médicos extranjeros, sin importar de dónde vinieran. Es fruto del esfuerzo de ese grupo, que convirtió a la Sociedad en persona jurídica y sigue consolidando su estructura. La idea es unir fuerzas en formación profesional, educación continua y defensa de nuestros derechos.
¿Me cuenta algo de su vida personal?
Estoy casada hace 12 años con un ingeniero informático, que habla “como médico” y me ha apoyado incondicionalmente en todo este proceso. Tengo dos hijos perrunos, adoptados aquí; amo las plantas, me encanta escuchar los pájaros en libertad y disfrutar del silencio. Sigo viendo series de detectives, aunque les encuentro muchos defectos (sonríe).
Me apasiona la docencia, la ciencia y mi profesión. En los últimos tres años descubrí una rama que también me apasiona: el área de trasplante. Me desempeño como médico y docente en el Instituto Nacional de Trasplante, en el área de tejidos.
Excelente artículo, pone de relieve, con todo sus matices lo que implica emigrar después de haber invertido tanto tiempo de formación en cuba, y renunciar a todo por una mejor vida, felicidades a la Dr y al autor de tan reveledora entrevista…
Una maravillosa profesional y sobre todo persona, que ha sabido ganarse el corazón y el agradecimiento de toda la comunidad de médicos cubanos en el Uruguay. Gracias por todo Profe Janys.
Todas esas virtudes humanísticas hubiera podido desarrollarlas en el lugar donde más falta hace, en la patria que la formó. Pero pensó más en ella misma que en los que más la necesitan, los que día a día, junto a otros médicos que no van a buscar su beneficio personal, enfrentan carencias y dificultades. Tendrá que hacer mucha caridad para tranquilizar su conciencia si es que le molesta, lo cual dudo