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Cansados de los apagones, Daniela García y Brian Nicolau se echaron dos mochilas al hombro y emprendieron carretera arriba una aventura singular: recorrer toda Cuba en bicicleta. La travesía, iniciada en noviembre pasado, está dividida en tres etapas: una primera que los llevará desde La Habana hasta el Cabo de San Antonio; una segunda que tendrá como destino la Punta de Maisí; y una tercera, final, con la que esperan recorrer la Isla de la Juventud. En total, calculan que los tres tramos les tomarán unos cuatro meses.
“Con Cuba en Bici, además de crear bonitos recuerdos, queremos mostrar que a veces son más las excusas que nos ponemos que las limitaciones reales. Sí: el transporte está malo, la comida escasea, el dinero no alcanza, la vida está dura… pero vida tienes, y hay que vivirla. Muchos nos critican: ‘con el hambre que se pasa en Cuba y ustedes como si nada’. Pero no es así. Al recorrer Cuba estamos viendo todo lo que está pasando, y no vamos a esconderlo ni a fingir que todo está bien. Pero tampoco vamos a ocultar lo hermoso que vivimos solo porque a algunos les moleste que, aun en medio del desastre, queramos ser felices aquí”, contó Brian —conocido entre amigos y seguidores como Nico— en entrevista con OnCuba vía WhatsApp.

Mapas en mano y pies sobre los pedales, Daniela y Nico se prepararon durante meses para una aventura que los llevaría a rincones poco transitados del interior del país. Ella, cienfueguera y médico de formación; él, un guanabacoense apasionado por la aventura. Un día decidieron convertir las largas horas “perdidas” de los cortes eléctricos en una oportunidad para descubrir la isla que nunca antes habían visto y en la que han decidido quedarse a vivir mientras mucha gente se va.
En paralelo, cubanos dentro y fuera del país han formado alrededor de ellos una comunidad digital que está a punto de alcanzar los 10 mil seguidores en Instagram, acompañando —aunque sea desde la distancia— una jornada que ellos también habrían querido emprender.
“Mi relación con la bicicleta empezó como la de cualquier niña: mis padres me enseñaron a montar y la usaba para hacer mandados, ir a casa de algún amigo o simplemente pasar el tiempo. Luego conocí a Nico y las cosas cambiaron un poco. Él estaba más metido en ese mundo y lo que antes para mí era impensable, como hacer 30 km, se volvió cotidiano”, contó Daniela. Natural de Rodas, en Cienfuegos, recuerda que se sorprendió al descubrir que no era la primera vez que alguien intentaba un recorrido así; incluso un vecino suyo ya lo había hecho. “Eso nos inspiró y lo vimos aún más posible”, dijo.

“Ignacio (Yeyo), un vecino de mi comunidad, lo ha hecho desde los años 90, aunque con otros motivos y otro enfoque. También sabemos de una pareja de Matanzas que estuvo meses pedaleando y compartió historias muy bonitas de su viaje, del cual aprendimos cosas. Incluso la tía de una amiga lo hizo hace unos 30 años. Cada quien con sus motivos, pero siempre es una experiencia única”, contó Nico.
En un inicio pensaron en hacer el viaje solos, pero a medida que avanzaban en su itinerario fueron conociendo gente que, o bien se ha sumado a la aventura, o los ha acogido cuando han necesitado un techo para descansar y resguardarse. “Nuestro hospedaje es una casa de campaña, un colchón y un saco de dormir. Gracias a las redes, muchas personas de casi todas las provincias se han ofrecido a dejarnos sus casas: ya sea un cuarto, una terraza, un portal o un pedacito de patio. Cariño no nos ha faltado”, recuerda Daniela con gratitud.

Sobre ruedas
“Mi primera bici como adulto me la regaló mi padre cuando tenía alrededor de 24 años”, rememora Nico. “En ese momento yo tenía un pequeño emprendimiento a unos 10 km de casa, así que necesitaba moverme cada día para trabajar; el transporte público no era una opción. Cuando uno entra en este mundo empieza a descubrir piezas, accesorios y posibilidades que ni sabía que existían. De pronto te ves zambullido en un universo totalmente nuevo. De ese punto a querer recorrer Cuba en bicicleta, el punto de intersección fueron los apagones. El tiempo muerto por la noche, sin conexión y sin poder avanzar en nada, es tiempo que no vas a recuperar”.
Una cosa llevó a la otra. Cuando se dieron cuenta, él y Daniela ya habían reunido lo necesario para iniciar el viaje. Solo faltaba decidirse y dar el primer paso. “Conseguir la bici adecuada para Dani fue una odisea, pero finalmente decidimos que valía la pena encontrar una gravel, como la mía. Este tipo de bicicletas permite gomas anchas, soporta bastante peso, es cómoda, aerodinámica y acepta varios aditamentos. Para complementar, conseguimos bolsas específicas para bikepacking, lo que evita llevar peso en la espalda y posibles problemas de salud en viajes largos. Pero que esto no desanime a nadie: para conocer lugares bonitos sirve cualquier bici”, cuenta con entusiasmo.

Las condiciones de muchas carreteras en Cuba suelen ser hostiles incluso para quien circula en vehículos más estables, como carros y camiones. Para el ciclista —y más aún para quien carga mochilas y equipo durante largas distancias— el mal estado de las vías y la ausencia de ciclovías se siente el doble.
“Ha habido tramos en los que debemos ir muy lento por los baches, y en ocasiones un bache sorpresa nos ha obligado a revisar si algo se rompió. De hecho, en nuestro viaje más reciente tuvimos que detenerlo todo debido a una rotura en mi bici. La falta de ciclovías en la mayoría de las carreteras también pone en riesgo la vida del ciclista, y ni hablar de la irresponsabilidad de muchos conductores. Para algunos, somos un estorbo o simplemente invisibles. Son riesgos que siempre están ahí”, lamentó Nico.

Daniela coincide: “A veces las carreteras son mejores y otras peores. Hasta ahora la mejor, aunque más aburrida, es la autopista. En cambio, en la zona más occidental de Pinar del Río la carretera es prácticamente inexistente: más huecos que calle. Eso nos dificulta bastante el camino, nos atrasa y maltrata más las bicicletas”.
Viajar en bicicleta, sin embargo, les ha dado la libertad de movimiento y de tiempo que buscaban desde que idearon el proyecto. “En Cuba el transporte es un problema: moverse aunque sea a pocos kilómetros es caro y difícil. Las bicicletas ayudan bastante en este sentido, sobre todo en los lugares más intrincados. Lo vimos mucho en nuestro viaje: bicis viejas, remendadas, pero que cumplen su función”, añade Daniela.
A pesar de los obstáculos, ambos sienten que están viviendo una de las grandes aventuras de sus vidas y construyendo, además, un registro documental al que podrán volver —ellos y quienes se inspiran en el proyecto— para asomarse a una Cuba que no aparece en los city tours ni en los viajes convencionales por carretera.

Desde la bici: la Cuba que no se ve
En su recorrido por Occidente —la parte de la ruta que atraviesan actualmente— Daniela cuenta que los ha sorprendido no solo el cariño con que los pobladores los reciben, sino también las formas de vida diversas y adaptadas a cada región. “Algo interesante en la zona de Pinar del Río es la tradición agrícola tan vigente: en todos los paisajes de esta provincia hay un campesino trabajando la tierra y un par de bueyes enyugados”, comenta.

Mostrar ese mapa complejo de la geografía y la sociedad cubanas es también parte del propósito del proyecto, así como fomentar la conciencia ambiental entre quienes los siguen en redes. “Cuba en Bici es un medio para mostrar el país, su cultura, sus campos y su naturaleza. Además, intentamos usarlo como herramienta de educación ambiental, que tanta falta hace. Creemos que, aunque no solucione los problemas, siempre alguien toma conciencia”, sostiene Daniela.
Nico, por su parte, recalca que la página que crearon en Instagram busca construir un relato sobre la Cuba profunda que no aparece en los medios tradicionales y que, por ello, parece invisible para mucha gente. “Queremos hablar de lo mal que están muchos pueblos, del maltrato animal —hemos visto horrores—, de los apagones —en 15 días tuvimos solo 6 horas de corriente—, de la necesidad de las personas mayores y de todos los problemas que vemos. No nos callaremos nada, ni lo feo ni lo bonito”, afirma.
Para ambos, emprender este viaje implica riesgos, especialmente en medio de los problemas sociales que la crisis económica ha agudizado. Cuba ya no parece tan segura como antes, pero eso no los ha detenido.
“Nos advirtieron mucho sobre la violencia y la delincuencia en estos días, por eso tomamos la decisión de nunca, bajo ninguna circunstancia, pedalear de noche y tener un poco de prudencia al escoger dónde acampar”, explica Daniela, quien aprovecha para animar a otras mujeres que sueñan con conocer el país sobre dos ruedas. Con los debidos cuidados, asegura, la seguridad es perfectamente alcanzable. “Mi consejo para ellas es que empiecen”.

“Hasta ahora hemos vivido tanto el peor como el mejor momento en un mismo pueblo, que prefiero no mencionar para evitar spoilers. Allí vimos los peores casos de maltrato animal, pero también nos acogieron algunas de las personas más dulces del camino: nos brindaron comida, alojamiento, un baño y mucho más. Hay gente que, sin conocerte, te trata como familia. Eso ha sido lo más bonito del viaje: la generosidad desinteresada de personas recién conocidas. Las conexiones que haces duran toda la vida”, resume Nico.
Por ahora, ambos esperan que las ruedas y las fuerzas les alcancen para completar una jornada que superará los mil kilómetros. En el camino, la generosidad de la gente los ha alentado a seguir hacia el próximo destino, pese a las decepciones y al inevitable choque con una Cuba que puede ser tan devastadora como maravillosa.
“Queremos transmitir la verdad: lo duro y lo hermoso, lo que duele y lo que inspira. Y también queremos enseñar que Cuba tiene rincones increíbles que merecen ser vistos y protegidos”, asegura Nico.

“El recorrido ‘oficial’ terminará en algún momento, pero siempre habrá lugares nuevos por descubrir. Después de recorrer Cuba entera en bici, no creo que vuelva a moverme de otra forma para viajar. Y en cuanto a planes concretos, cuando terminemos queremos editar un documental del viaje, compartir una serie fotográfica, publicar los diarios de ruta y seguir creando contenido para inspirar a otros a salir, conocer y moverse. Y, por supuesto, seguir pedaleando. La vida entera es un recorrido, y si mis piernas y mi salud me lo permiten, el mío va a ser en bici”, concluye.













