El mes de julio es especial para Santiago de Cuba, en particular para su pueblo. En este período del año se concentran sus celebraciones más esperadas, sus festejos por antonomasia: el aniversario de la fundación de la ciudad y sus coloridos y subyugantes carnavales. Todo es apoteosis y desbordamiento, música y baile en tropel avivados por la voluptuosidad de la conga y el ron.
Pero antes, a inicios de mes, un evento sirve de preámbulo y detonante a lo que vendrá. Desde hace 36 años el Festival del Caribe se adueña de la urbe santiaguera entre el tres y el nueve de julio, y la gente lo vive con intensidad. Fiesta del Fuego es llamada esta cita multicultural, en la que conviven diversas manifestaciones artísticas y expresiones tradicionales, pero para los santiagueros es sencillamente “el Caribeño”.
“Yo no me lo pierdo nunca —confiesa a OnCuba la santiaguera Xiomara, una mulata cincuentona de carnes todavía vigorosas—. Es como un carnaval más concentrado, con personas de muchos países”. Y tiene razón, porque al festival llegan cada año delegaciones de una veintena de naciones, o más. Incluso, han participado en el evento representantes de países tan distantes del Caribe como Argentina, Australia, Dinamarca e Israel.
“Lo primordial —explica Orlando Vergés, director de la Casa del Caribe, entidad organizadora del festival— no es solo el vínculo geográfico sino espiritual; el deseo de preservar las más auténticas expresiones de la cultura popular y tradicional. Por eso en el festival hay música, pero también danza folklórica, poesía, exposiciones de artes plásticas, ceremonias mágico-religiosas, e incluso debate académico, intelectual, en torno a todas esas expresiones.
”Este año nos ha tocado hacer el evento en condiciones un tanto adversas, por la situación económica imperante en varios países de la región. Ello ha atentado contra la ayuda monetaria que muchos artistas foráneos requieren para participar en el festival. Pero aún así hemos logrado reunir más de 600 delegados de unos veinticinco países, los que unidos a los representantes de Cuba suman más de 2000 participantes. Con ellos y el respaldo de los santiagueros vamos a hacer el evento con el mismo ímpetu de siempre.”
Varias son las novedades de esta edición 36 de la Fiesta del Fuego. Junto a delegaciones tradicionales en la cita, como las de México, Venezuela, Puerto Rico y República Dominicana, aparece por primera vez una representación de las Islas Vírgenes Norteamericanas. Desde allí llegan varios proyectos artísticos, entre ellos una Steel Band que realizará un intercambio musical con su similar del poblado santiaguero de El Cobre.
“Con este intercambio —apunta Vergés— estamos comenzando de alguna manera a introducirnos con la cultura, en lugar de la política, en el entendimiento con los Estados Unidos, en el acercamiento entre nuestros países y nuestros pueblos. Este en un primer paso para proyectos que esperamos puedan materializare en el futuro.”
La República del Ecuador es esta vez el país homenajeado. Aunque fuera geográficamente del área del Caribe, su dedicatoria se sustenta en las particularidades étnicas y culturales de su población afrodescendiente y sus similitudes con la multiculturalidad caribeña. El reciente terremoto que afectó a esta nación ha mermado su presencia en el festival, pero también artistas ecuatorianos compartirán sus tradiciones en Santiago de Cuba.
Otra novedad es que el Desfile de la Serpiente, pasacalle que supone la inauguración popular del evento y que tendrá lugar en la tarde del día cinco de julio. Partirá de tres sitios de la ciudad y no solo de la Plaza de Marte, desde donde ha salido tradicionalmente. Ello permitirá una mayor visibilidad de los artistas participantes, favoreciendo así su intercambio con los santiagueros. Además, el desfile será transmitido en vivo a través de un canal de Yotube (ENDIRECTOCUBA), gracias a la unión de la Casa del Caribe con la productora independiente Lía Videos y el proyecto de promoción literaria Claustrofobias.
Muchos otros aspectos podrían apuntarse sobre esta Fiesta del Fuego, desde la vuelta del principal espacio teórico del festival al Ayuntamiento de Santiago —tras más de dos décadas realizándose en el Teatro Heredia—, hasta el anuncio de la dedicatoria del próximo año a la isla de Bonaire, territorio holandés de ultramar. Pero para la media de los santiagueros, de la gente que se adentra en el festival como público deseoso y no como especialista, estas cuestiones más específicas tienen menos relevancia.
“Lo que me gusta es el ambiente de fiesta —comenta Xiomara—, de alegría que hay en las calles, sobre todo cuando el desfile. También me gusta venir al Parque Céspedes y ver a los artistas cantando y bailando en la tarima mientras estoy con mi familia. Y el día de la clausura bajo hasta la Alameda, a la quema del Diablo, y pido con todo el mundo que se vaya lo malo para que podamos estar mejor. Porque de eso se trata, ¿no? ¿o para qué es que se hacen las fiestas?.