Lidzie Alvisa es una de esas mujeres que irreparablemente una tiene que conocer en la vida. Si bien por su obra iconoclasta que más allá de los símbolos reveladores trasciende la unidireccionalidad de las lecturas, también por trasladar la perspicacia femenina a un plano subjetivo, personal.
Con más de 15 años en las artes plásticas, la creadora de piezas como Sinfonía, Carrera de triple filo, Como una palma de todos los días y Mi tiempo, bebió de fuentes como Cindy Sherman, Meret Oppenheim, Louis Bourgeois y Man Ray que enriquecieron la expresión de su contemporaneidad.
Nacida en la capital, en 1969, esta cubana ha llevado su obra hasta España, México, Estados Unidos, Alemania, Líbano, Francia, Suiza. Ha participado en la casi totalidad de los Salones de Arte Cubano Contemporáneo de La Habana, además en la Primera Bienal de Honduras y en las ferias: Art Miami, Art Chicago, Art París y ARCO, Madrid, entre otras.
¿Cuáles fueron sus inicios en las artes plásticas?
Desde pequeña siempre estaba haciendo pequeñas esculturas con diferentes materiales. Es increíble porque después en la Escuela Elemental de Artes Plásticas me siguió interesando esta manifestación artística. Pero cuando empecé el nivel medio y el Instituto Superior de Arte (ISA) seguí por la especialidad de grabado, quizás porque me interesó y pensaba que podía ser algo paralelo a la escultura, algo que ya dominaba. En ese entonces, mis compañeros de aula de San Alejandro también siguieron el camino del grabado, por lo que continúe estudios con ellos.
Contradictoriamente, mi visualidad siempre ha sido escultórica y de hecho, lo que he ido logrando en mi vida es por trabajar las esculturas: llega un momento que cuando pienso, incluso en la fotografía, es a nivel escultórico.
Toda una vida estudiando y te aseguro que no es en vano aprender tanto, ni estar todo el tiempo hablando de arte, siempre se siente que haces una obra más concisa, más precisa a la hora de lanzar un mensaje.
¿Cómo afronta el proceso productivo en una exposición, por ejemplo, en la más reciente Estados?
Fundamentalmente, de esta muestra personal me interesó plasmar una idea recurrente: para poder tener un buen soporte para mis piezas tengo que perseguir la tecnología, es decir, una obra realizada con una buena cámara al final termina siendo una pieza de mayor calidad.
Una buena amiga me decía que realmente estoy prensando la memoria porque al final es lo que sucede con los CD, los disquetes. Ella lo asume como una tortura; otros que lo ven desde mi punto de vista, es decir, desde la trasgresión de la tecnología. Sí, porque tenemos que estar todo el tiempo luchando para estar a nivel de los avances, algo verdaderamente imposible.
¿Alguna rutina la acompaña para sus exposiciones?
De mis proyectos, lo primero que me propongo es la curaduría -la hago yo misma- pero me planteo primero el espacio completo, dónde va cada pieza y dónde me interesa que vaya cada una para que dialogue con el público, qué paredes me gustan de esa manera o si van en otro color. Para mí, la galería es un todo y desde ahí me diseño la exposición, porque no es lo mismo llegar a un espacio y colgar lo que tengo en el estudio, y eso es mucho lo que veo en el arte cubano de hoy.
Llegas a la galería y ves que cambia de artista, punto. Uno debe posesionarse de ella, en ese momento es tu galería, tu espacio, el medio donde debes trasladarle toda tu intensidad al espectador, si no logras eso es como si yo pasara por la galería y no pasara nada. Y es importante dejar huella en la gente -algo clave para mí-, que viva ese momento sin leer tu nombre.
¿Qué papel juega el espectador en su obra?
Todos los días me impongo nuevas formas de hacer, nuevos criterios, me digo que cada año tiene su quehacer, su visión. Critico mucho el trabajo de impronta, de ahora para luego porque se tiene que exponer, y eso sale en una galería pues la obra es rápida, precaria en su hacer y muy dañina para el artista, el público. Dar lo mejor de uno mismo es respetar al espectador porque si uno lanza la primera idea que tiene en el subconsciente no nos respetamos a nosotros mismos. Mis ideas no las elaboro demasiado. Yo empiezo a hacer lo que se me ocurre pero siento que es resultado de un proceso de mucho pensar.
¿Piensa que ahora mismo está emergiendo un proyecto plástico de jóvenes? ¿Qué características tiene?
Sí, mas no se puede hablar en general, porque siento que hay una parte que hace arte por moda, por cliché; la otra se respeta mucho y sabe cuándo deben llevar una obra a las galerías.
¿Siente que los jóvenes tienen un espacio legitimado?
La Bienal de La Habana le da importancia a la producción joven. Tanto por curadores institucionales como los freelance existe el deseo de exponer a los artistas jóvenes y sí se les está dando paso. Ellos tienen una nueva manera de ver el arte cubano por lo que percibo que están cansados de ir a las exposiciones contemporáneas y ver los mismos temas, las migraciones por ejemplo.
La juventud de las artes plásticas ya se traza otra forma de dialogar con el espectador. En las últimas generaciones del ISA, como El Pollo, Camping, son ejemplos de artistas que tú no vas precisamente a buscar un diálogo manido ni demasiado tomado, y a eso debemos llegar, al cambio, porque cansan las mismas formas de hacer.
Por eso, con cada exposición (como Rodapiés) me trazo una especie de meta conmigo misma, ideas diferentes, renovadoras, que no sea el mismo camino que estamos acostumbrados a encontrar en una galería; me trazo de que cada pieza tenga su visión específica, sea autónoma, y el espectador no tenga que ver las demás para entender el mensaje.
Algunos proyectos nuevos…
Ahora mismo, tengo pendiente una exposición personal que, si es posible, se hará en Rusia. Además quedan pendientes unas ferias, no confirmadas aún, en Houston, Canadá y Rusia durante los meses de septiembre, octubre y noviembre, respectivamente. Pero ya trabajo en función de eso.
Estos eventos dan a conocer nuestro arte en diferentes partes del mundo y seleccionan por lo general, lo más significativo que se produce actualmente.