Andrés Rodríguez y casi cien vecinos suyos pasaron el huracán en una cueva.
“Fue un invento de nosotros los hombres del barrio. Al saber que el vendaval se acercaba, construimos esa pared para que el barrio entero se albergara aquí. Y resistió, tan así que nos salvó a todos. Éramos como 90 personas, entre niños, adultos, ancianos e impedidos físicos.
“Aquí resistimos el vendaval. Si esa pared nos la hubiese llevado, como amenazaba cuando se ensañó aquí… Pero resistió tanto que logramos, gracias a Dios, proteger a los niños y a nosotros”.
En el último descanso de la loma de la Borúa –una intensa pendiente, muy difícil de subir en auto– él cosecha sus malangas y sus aguacates. Su casa se la llevó Matthew. Sin embargo, antes era una vivienda visible para todo viajero que llegara a Jobo Claro, paraje pintoresco próximo a Sabana, uno de los poblados más grandes de Maisí.
Ahora Andrés ha levantado un pequeño hogar improvisado. Es un hombre que adora y confía en la sabiduría de la Madre Tierra. Por ello se protegió del más reciente “vendaval”, como llama al ciclón, en la Cueva de Dolores.
– ¿Alguien los previno para que se evacuaran?
– Desafortunadamente nadie vino a decirnos nada. Como ellos saben que el personal de por aquí se evacua en la cueva. Ellos solo avisaron, y cada cual escogió dónde se quedaba. Nosotros nos quedamos porque estaba más cerca de nuestra propiedad.
– ¿No se mojaron?
– No, no. Esto no se mojaba. Algunas gotas cayeron allá adelante, pero más nada.
– ¿Cuál es el nombre de la cueva?
– En realidad le dicen la Cueva de Dolores, porque era una señora que toda una vida vivió por aquí. Cada vez que se acercaba un ciclón, todo el mundo decía: ‘Vamos para la cueva de Dolores’. Y era la única que protegía a la gente del barrio.
Esta cueva es histórica. Pero con el azote del vendaval, eso fue terrible. Fue el único, como decimos nosotros los cubanos, que nos aflojó un poco.
– ¿Cocinaron aquí?
– Hicimos comida colectiva: caldosa, se coló café…
Llenas una lata de aserrín, con un palo en el medio. El aserrín debe estar bien comprimido. Cuando sacas el palo, se queda una abertura, y prendes la candela. Eso dura el día entero. Ahí hicimos café, la leche de los niños…
La historia de Andrés Rodríguez y sus vecinos no fue la única. Las cuevas de la zona de Maisí protegieron a muchas personas de los embates de Matthew; algunas incluso, permanecían allí días después del paso del meteoro.
me parece una verguenza que estas personas vivan como indios en esta zona del oriente,el estado no esta haciendo todo lo que puede,no todo es la construccion de hoteles.hasta cuando estos menesterosos van a estar ahi? el estado cubano no sabe que este desproposito se ve en todo el mundo?