La simbiosis entre empresas o instituciones estatales y cuentapropistas es ya un hecho en Cuba. Diferentes locales y espacios físicos que hasta hace poco eran solo de dominio estatal, empiezan a ser concedidos, mediante alquiler, a pequeños (y no tan pequeños) emprendimientos privados, para lograr relaciones mutuamente beneficiosas en el orden económico.
En el Centro Juvenil Recreativo “José Antonio Echeverría” de la barriada de El Vedado en La Habana, amparados por sus licencias como “instructores de prácticas deportivas” –la más cercana a sus necesidades– Yaigel Rodríguez y Reinier Risco inauguraron el 14 de febrero pasado su cancha de Paintball, una nueva moda entre los muchachos que “tiran a matar” con coloridas municiones.
Están allí, en lo que fue por décadas una verdadera catedral del esparcimiento y la práctica del deporte popular, un poco venido a menos después de la crisis de los ´90s. Las instalaciones del Echeverría, antiguo Vedado Tennis Club, le ofrecieron a Rodríguez y Risco un fragmento de lo que fueron, tiempo ha, las canchas de tennis que distinguían este antiguo club de recreo de la “alta sociedad”.
Prestan servicios de martes a domingo, desde las 10 de la mañana hasta que el sol se acuesta sobre el malecón colindante, a las 7 de la noche. “El alquiler de las marcadoras (semejantes a una escopeta) es de 20 CUP cada una y las bolitas de pintura sí son más caras, 40 por 5 CUC, pues tenemos que comprarlas fuera de Cuba”, explica Reinier Risco, ingeniero mecánico.
El arrendamiento y alquiler de locales y espacios en pesos cubanos (CUP) para diferentes fines, está concebido desde 2011 en el objeto social de Recreatur, la empresa subordinada al Ministerio de Comercio Interior y al Consejo de Administración Provincial (CAP) de La Habana, responsable de estos contratos. Las tasas de alquiler se fijan atendiendo al tipo de zona en que está el local o espacio, los metros cuadrados a utilizar, y la tipología de la actividad.
Reinier y Yaigel comenzaron en noviembre de 2012 a modelar este proyecto de emprendimiento. Luego de buscar varias alternativas de lugares y formas de implementación llegaron al Echeverría, donde pudieron rentar un terreno de 1020 m² para su campo de Paintball Club Arena, que es su nombre comercial.
“Alquilamos el espacio al que nosotros veamos que pueda brindarnos un beneficio o un servicio que no tenemos”, dice Alain Quintero de los Ángeles, director del Echevarría, una dependencia de Recreatur, y agrega que vio en esta modalidad deportiva “la posibilidad de que atraigan público y así incrementar las ventas del centro”.
La subdirectora de Recursos Humanos de Recreatur, Evelyn Carnet Leiva, fundamenta: “nosotros analizamos los proyectos y luego los sometemos a la consideración del CAP, pues ellos son los que aprueban”. Y agrega: “luego, en dependencia del nivel de comercialización que logre la actividad, puede incrementarse, a decisión de la empresa, el monto total del alquiler o arrendamiento”.
Lugares como Jalisco Park o el Parque Almendares acogen esta modalidad de alquileres a cuentapropistas (carros eléctricos, inflables, juegos infantiles) que se vuelven, a veces, las principales atracciones en muchos de esos espacios. En el mismo Echevarría se imparten, además, clases de teatro o danza árabe en espacios rentados bajo el mismo principio.
“El campo de Paintball nos está rindiendo el costo del insumo, mantener a los trabajadores y para sacar, a largo plazo, la inversión inicial porque, entre otras cosas, las bolitas que disparan las marcadoras son caras y solo podemos importar escasas cantidades”, acota Reinier Risco.
En diciembre de 2011, la Aduana General de la República de Cuba estableció los límites “del carácter comercial de las importaciones que realizan las personas naturales según el tipo de artículo o producto”, con el objetivo de ponerle freno al mercado informal.
Estas restricciones, a falta de otras soluciones de importación comercial por parte de personas privadas, terminan poniendo la varilla muy alta para ciertos negocios. La cuenta no da, dicen algunos. Los emprendedores de servicios como estos deben mantener precios altos, que segmentan el mercado y excluyen a sectores cuyos ingresos no alcanzan ni remotamente para “andar tirando tiros con pelotas de colores”. Así se lamentaba Arianna Cruz, una estudiante universitaria de 21 años, a quien le encantaría “entrar en batalla”.
Reinier y Yaigel afirman que basan “los precios en el costo del insumo, además de sacarle alguna ganancia, pero cuidando no pasarnos mucho para que esté cerca del poder adquisitivo medio de la población…, medio-alto”. El campo de Paintball Club Arena logra una afluencia de entre treinta y cuarenta personas semanalmente, que “pueden mantenerse jugando mientras tengan bolas que disparar”.
“Vamos a abrir un campo en la Marina Hemingway –nos dividiremos la atención de ambos campos– y quizá con el Ministerio de Turismo podamos resolver el abastecimiento de los insumos”, anuncia Reinier.
Estos acuerdos entre entidades estatales y personas naturales, dejarán de ser noticia paulatinamente. En poco tiempo los consumidores se asombrarán cada vez menos al detectar en los cotos estatales tradicionales, “infiltrados” particulares. Si llegaran a ser eficientes y a resultar una opción accesible y de calidad, muchas de estas experiencias serán recibidas con gratitud por los consumidores.
Ejemplos como el del Paintball abundan por todo el país con mayores o menores posibilidades de sostenimiento y permanencia futura. Las instituciones y empresas estatales, con expresa cautela, aplican lo establecido hasta ahora y comienzan a lidiar con estas nuevas formas de gestión de sus espacios y su contabilidad.
El gobierno cubano, aunque actúa sin prisas, demuestra estar interesado en estimular el trabajo por cuenta propia, no solo ejercido por privados individuales, sino también a partir de cooperativas no agropecuarias, muchas de las cuales podrían fundarse a partir de la renta de inmuebles o la compra de instrumentos o insumos diversos.
El artículo 6 del Decreto-Ley del Consejo de Estado No. 305 dispone que las cooperativas no agropecuarias de primer grado pueden formarse “a partir de medios de producción del patrimonio estatal, tales como inmuebles y otros, que se decida gestionar de forma cooperativa y para ello puedan cederse estos, por medio del arrendamiento, usufructo u otras formas legales que no impliquen la transmisión de la propiedad.”
Estos y otros derroteros se mantienen en proceso de implementación. Algunos en fases muy experimentales; otros, como la del Paintball, ya están activos y señalando que es posible y deseable operar en la economía cubana desde distintos regímenes de propiedad, siempre que estas se articulen de forma positiva para el conjunto de la sociedad.
En el futuro cercano los cubanos esperan, –algunos más que otros–, que no solo se preserve la propiedad social, sino que se le use de la forma más adecuada posible cuando se vincule con la energía innovadora y las recién estrenadas potencialidades de operadores privados para disponer de los espacios públicos, los espacios de todos.
Fotos: Iroko Alejo