California, diciembre de 1993. Rachel Flowers, la hija mayor de los músicos Jeanie y Dan Flowers nace quince semanas antes de tiempo. Los médicos identifican una retinopatía en la niña prematura y luego de algunos estudios confirman que será ciega.
“Tanto de la vida es visual; ¿cómo experimentarla sin ese marco de referencia?”, se pregunta Jeanie: “Antes me volvía loca pensando cómo Rachel percibía el mundo. Entendí que ella tiene que depender más de sus otros sentidos, de lo que su bastón le dice y lo que escucha”.
Rachel no puede ver. Sus ojos fueron cambiados por dos oídos, dos oídos perfectos. A los 4 años tocaba armonías y movimientos completos de Bach y Beethoven, de solo escucharlos un par de veces.
“Su oído era tan exquisito que no soportaba escuchar algo en la tonalidad incorrecta, agrega Dan. El disfrute de la música, un regalo para cualquier niño, es en ella un triunfo mágico, místico, del sonido sobre la visión”.
Primero fue el piano y después la flauta. En el Conservatorio de Música del Sur de California se hizo flautista clásica y pianista de jazz. Después llegaron también la guitarra, el ukelele de Hawaii, el bajo y el saxofón. Multintrumentista, cantante y compositora. Es un viaje que no estaba escrito y nadie sabe a dónde va.
En noviembre pasado presentó su primer álbum, Listen, que incluye ocho temas escritos y arreglados por ella, donde se mezclan el jazz y la música clásica, dos de sus principales influencias: “De la clásica me gusta su estructura, pero el jazz es cómo siento la música. Me gusta la improvisación, la complejidad, la creación interpretativa”, cuenta Rachel a OnCuba.
El Festival Jazz Plaza acogió recientemente algunas actuaciones de esta virtuosa instrumentista que llegó a Cuba acompañada del cineasta Lorenzo DeStefano, quien también presentó en La Habana Hearing is believing, un documental sobre Flowers.
“Primero encontré a Rachel revisando en YouTube como ha hecho mucha gente, porque es uno de los lugares donde realmente ella está. Buscaba diferentes versiones de algún ELP, la banda británica Emerson, Lake & Palmer y de repente encontré un video suyo. Enseguida me di cuenta que había visto muchas versiones antes pero esta era mucho más que una versión. Luego leí la descripción y me percaté de que era ciega. Pero aún estaba sorprendido por la interpretación, la emoción y el sentimiento de la misma. Era como si ella fuera la persona que hubiese escrito la música y la interpretaba originalmente”, cuenta en la película Brian Hutchison, técnico de Piano en Seattle.
Sobre Hearing is believing conversamos con su director, Lorenzo DeStefano, quien ha tenido una relación especial con Cuba desde la década del 90, cuando llegó por primera vez a la Isla para fotografiarla de un extremo a otro. Luego volvió para filmar un documental sobre Los Zafiros a partir del relato de dos de sus protagonistas y en 2016 regresó con una nueva película musical para presentar a Rachel Flowers en Cuba.
¿Cuándo surge esta idea? ¿Cómo conoces a Rachel?
En enero de 2014 nos conocimos a través de un músico amigo que en aquel momento tocaba con ella. Me dijo, tienes que conocer a esta persona. Fui y al escucharla tocar, me dije, no hay opción, aquí estamos de nuevo, tendré que hacer otro documental. Dos meses después iniciamos la filmación que comprendió cincuenta y tres días en un período de dos años.
Lo que comenzó como una pequeña historia, sobre una pequeña persona, en una pequeña casa, en un pequeño pueblo, se convirtió en una gran historia de perseverancia, talento, familia.
¿Qué te emocionó de la historia de Rachel para decidir contarla en un documental?
El coraje, el haber sido prematura, tener una madre sola con ella, la fuerza de ese ejemplo, su música. Fueron veintiún meses en los que ocurrieron muchas cosas privadas y públicas.
Fue un proyecto que asumí con el corazón y que no tuvo mucho apoyo desde el principio, pero sentí que estaba haciendo algo bueno. Rachel es una joven artista que ha tenido un rápido desarrollo pero que todavía no es lo suficientemente conocida. El primer propósito del documental es que la gente conozca su historia y la ayude a lanzar su carrera. Esperamos que la película le abra muchas puertas.
Finalizamos el filme hace muy poco y lo hemos exhibido en ocho festivales de cine. Creo que inspirará a muchas personas que lo vean. Más allá de la música hay algo universal en la historia que es la familia, una familia del día a día, sin lujos, que se esfuerza. Pienso que eso ha conmovido a la gente.
Cuéntame de ese primer encuentro con el país en los 90 y esta otra Cuba que redescubres ahora… ¿Qué te llama particularmente la atención de este viaje?
Mi primera visita fue en julio de 1993 con un grupo de norteamericanos que participamos en el Festival del Caribe Santiago de Cuba. Yo era fotógrafo en mi juventud en Hawaii y dejé de hacerlo para dedicarme al cine. Quizás por ser también de una isla sentí una afinidad especial con los cubanos y comencé a fotografiar otra vez en ese viaje, sobre todo en Santiago de Cuba, Trinidad y La Habana.
Tres años después regresé para hacer fotos e hice un recorrido en jeep por toda Cuba. En esos ocho días encontramos zonas muy rurales, una Cuba muy diferente a la que había visto antes, por eso centré mis fotos fundamentalmente en las personas del campo.
Luego escuché un CD de Los Zafiros y me pareció sorprendente ese sonido del período revolucionario cubano. Investigué y supe de dos sobrevivientes del grupo, Manuel Galván y Miguel Cancio, y con la ayuda de Hugo Cancio me introduje dentro de su familia en Miami. Fue un privilegio que me permitieran acercarme a esa historia tan cubana. Hicimos la película y la estrenamos en el Festival de cine de La Habana.
Ahora estoy de vuelta con una nueva película. Nunca pensé que sería tan reconocido en este país. He sentido a las personas muy familiares, muy abiertas. Lo que me atrae de Cuba ahora es lo mismo que en el primer viaje: su gente. Hay un deseo de formar parte de un gran mundo, y aunque el futuro es incierto políticamente, creo que podemos construir cosas si mantenemos las conexiones entre los pueblos y los artistas.