El sector profesional independiente en Cuba adquiere cada día más fuerza. Pudiera pensarse que es un fenómeno relativamente nuevo, pero lo cierto es que ha venido gestándose desde hace varios años y de modo paulatino logra hacerse visible, teniendo en los últimos tiempos un período de bonanza y mayor reconocimiento. En fecha reciente, el público cubano pudo “descubrir” en la exposición Señales de vida (Centro de Arte Contemporáneo “Wifredo Lam”, marzo-abril 2013) que existe un fuerte movimiento de arquitectos y diseñadores nacionales trabajando de forma independiente y con obras contemporáneas. En los últimos días de la muestra conversamos con dos de sus participantes: Luis Ramírez y Miguel Garcés, quienes integran el grupo DEKUBA, uno de los estudios de diseño más prestigiosos del país, y son, además, incansables promotores del buen hacer en su especialidad.
La trayectoria de estos diseñadores comenzó de manera similar a la de muchos otros: estudiaron juntos en el Instituto Superior de Diseño y, aunque no estaban en el mismo curso, los acercó el interés común. Luego de realizar el servicio social en sus provincias, en el año 2005 se reencontraron en la Feria de La Habana y decidieron asociarse para crear DEKUBA. Sus primeros trabajos fueron para el sector hotelero en Santiago de Cuba, los cayos y el Centro Histórico La Habana Vieja. Poco a poco comenzaron a diseñar no solo espacios, sino mobiliario y, a partir de ese momento, es cuando DEKUBA define la labor que los ha convertido en referente ineludible del diseño cubano contemporáneo: por una parte la constante creación y búsqueda de nuevas formas, que respondan a criterios modernos pero, a la vez, respeten la identidad nacional y, por otra, la promoción del trabajo de ellos y de todos los diseñadores cubanos que han apostado por esta vertiente, en pos de visibilizarla y crear un interés en el mercado nacional.
En ocho años de trabajo, han logrado mostrar obras en importantes certámenes internacionales como el Salón Triveneto del Mobile (Italia), en 100 % Design Tokyo (Japón), en la Semana del Diseño en Estocolmo y en la Bienal Iberoamericana de Diseño (España). Estos eventos les brindaron una visión mucho más amplia de la necesidad y posibilidades de Cuba en el campo del diseño. Cuentan, como anécdota curiosa, que en Japón presentaron una juguera que se agotó de inmediato –en un mercado dominado por la tecnología–, simplemente por el hecho de ser un producto cubano. Para ellos, fue la confirmación de una idea que desde tiempo atrás venían trabajando: existe un mercado –tanto nacional como internacional– ávido de productos cubanos de calidad, productos que logren una síntesis formal, funcional y tecnológica, respetando las condicionantes propias de Cuba: la economía, el clima y las dimensiones de las viviendas.
Luis Ramírez comentó al respecto: “El diseño es, entre otras cosas, sinónimo de bienestar, de desarrollo, de un nivel de vida superior. Eso para la imagen de nuestro país sería fantástico. Cuba lo necesita. El Estado debe comprender que el diseño es una herramienta fundamental para elevar la calidad de vida de las personas. Muchos de los muebles que el país importa, o los que hacen los artesanos, usan más recursos que los que nosotros hacemos, precisamente porque no hay un estudio sobre el consumo de los materiales. Con los mismos recursos, si se cambian y mejoran la forma y la función, se pueden obtener resultados de mayor calidad. Nosotros pensamos nuestros diseños en función del contexto cubano: muebles para casas pequeñas, a partir de un mínimo de recursos y adaptables para diferentes situaciones, además de duraderos. Esas deben ser premisas fundamentales”.
Después de participar en varias exposiciones y haber creado el set para el filme cubano Larga distancia, Luis y Miguel se encuentran en una nueva etapa de sus carreras: ya no se limitan a diseñar y subcontratar la realización de los diseños, sino que están abocados en todo el proceso creador en su taller de Obrapía, entre Cuba y San Ignacio, en La Habana Vieja. De igual manera, aspiran a que en algún momento sea posible obtener de forma más económica los materiales para cumplir con las demandas a pedido y al por mayor, así como comercializar en un espacio propio. Como ellos mismos afirman: “El día que los diseñadores cubanos compitan, se acabó el mercado de la copia, de los talleres de muebles seriados. Habrá un cambio total de visión”.