La crueldad parece ser un fenómeno propio de los seres inteligentes. No se trata de un acto instintivo: para ser cruel se requiere primero pensar, tener consciencia de la gratuidad del placer, saborear la barbarie desde los dominios de la razón. El caudillo que encierra a sus detractores podrá ser frío y despiadado, pero no se vuelve cruel hasta que se regocija haciéndolos pasar hambre.
Hacer esta distinción –psicológica, por así decirlo– es indispensable para entender la relación de los humanos con los animales. Matamos animales todos los días porque necesitamos sus músculos, su grasa, su piel seca, sus uñas o sus huesos. Los rebajamos a un estatus mineral en las granjas, y a la vez los acogemos en el hogar y les imponemos costumbres humanas (el nombre, el plato de comida, la vasija para el agua, a veces una casa, a veces una manta afelpada para el frío), conceptos como identidad o propiedad que son ajenos a su naturaleza. Resulta entonces comprensible la atribución de complejidades humanas a seres que no la poseen, y que no pueden ni podrán poseerlas. El perro ha sustituido sus hábitos de caza por una servidumbre que le es ventajosa, pero no por esto ama verdaderamente. La fidelidad o la utilidad práctica son adaptaciones que la especie ha empleado para su supervivencia. El gato que se nos retuerce entre las piernas como una criatura invertebrada y peluda no es el niño pícaro que manipula a su padre. Ha aprendido que a ese acto suele seguir una recompensa, pero es incapaz de entender que nos simpatiza su compañía, que perdonamos sus ambiciones de gato. No nos manipula porque para un gato no existe la manipulación, y no nos extraña a nosotros, sino a nuestro favor y benevolencia.
Lo que distingue a un perro o a un gato de los animales de granja es solo la forma en la que los percibimos. A unos los vemos de manera pragmática, a los otros, de manera irracional. Todos tuvimos un perro o un gato que era muy inteligente, como mismo todo padre o madre siempre tiene un niño pequeño muy inteligente (Fran Lebowitz se pregunta qué sucede con esos niños cuando crecen). La verdad es que a menudo una cosa es aquello en lo que la convertimos. Por eso los perros se sacrifican maquinalmente en la perrera sin que nadie lo considere crueldad animal. Por eso existe ese estado intermedio entre el sacrificio y la crueldad animal, que conocemos desde hace tiempo como caza deportiva.
M. Coetzee escribió que si los mataderos estuvieran a la vista en el centro de las ciudades, muchos de nosotros dejaríamos de consumir carne. Apoyo el derecho del humano sobre la vida de ciertas especies de animales que se han hecho comunes en su dieta. Si es el único ser consciente, dicen algunos, deberá asumir la responsabilidad que no ha asumido ningún otro animal. Deberá dejar de consumir carne, porque a diferencia del tigre, entiende el dolor de su presa y puede elegir alimentarse de otra cosa. Pero esta idea exige el contrapeso de otra idea: el humano como centro del universo es una construcción bastante nueva en términos históricos, y la piedad por otras especies animales puede verse como la reproducción o ampliación de la piedad por el hombre mismo, herencia cristiana que todavía resulta extraña para algunas culturas.
Entonces, si en esencia un perro no es para mí distinto de una oveja, y no veo un problema en sacrificar ovejas, algún lector quizás se pregunte por qué me repugna la crueldad animal. Recientemente ha dado vueltas por la red un video que muestra a un grupo de cubanos quemando vivo a un perro, entre risas y aplausos. ¿Cómo se entiende que me repugnen sus caras y que algo en mí exija algún tipo de justicia? He comenzado este artículo con la respuesta a esa pregunta: porque la crueldad es primero que todo un estado mental, un problema interior y no exterior, es el juego a la reafirmación salvaje, a la superioridad implacable, es una puerta a la locura. El perro negro y delgado escapa pero sigue envuelto en llamas como un animalejo del infierno. No entiende lo que le sucede ni lo entenderá nunca. Aquellos que ríen sí lo entienden. Saben que han sido crueles y eso les divierte. Una criatura indefensa y atemorizada les divierte, porque chilla, porque les recuerda a un hombre indefenso y atemorizado (sospecho que allí se encuentra el motivo de la crueldad animal). Por eso no eligieron quemar una hormiga: un perro les recordaba más a un hombre. Las acciones de los animales nos dan risa únicamente cuando recuerdan acciones y actitudes de los seres humanos. Es razonable que su dolor nos impresione más o menos en la medida que recuerde al dolor humano.
Moldeamos el mundo a nuestra semejanza. Encontramos rostros en una nube o en la sombra que proyecta un árbol, porque no vemos sino materializaciones de lo que ya se supone, de lo conocido. Somos incapaces de imaginar con exactitud una distancia mayor a la que existe entre el ojo y la punta del pie. Permitir la crueldad animal es, por tanto, permitir una crueldad indirecta hacia el hombre, fomentar el lado más oscuro de nuestra irracionalidad, entregarnos al peligroso abismo de no sentir culpa. Pensar que una humanidad sin culpa puede actuar de manera pragmática y organizada es un romanticismo inaceptable.
Estamos al medio día del 1ro y no hay comentarios. Parece que los lectores de oncuba somos más de politica y/o economía. A mi me averguenza la cantidad de perros que veo abandonados por la calle. Hay sociedades en las que está mas coordinado el esfuerzo en darles dignidad (animal? o humana?) a los canes.
chico el problema es que no hay mucho que comentar, la verdad. se agradece que se toque el tema (por lo que sé ningún medio lo ha hecho) pero aquí solo se hace una defensa moral. dónde están las propuestas concretas de una ley? por qué el artículo no va a la concreta y dice lo que se está haciendo? a ver, tampoco es que transformemos a oncuba en la asamblea del poder popular, pero yo quiero saber más del tema y aquí no lo encuentro
“El perro negro y delgado escapa pero sigue envuelto en llamas como un animalejo del infierno.” Te sugiero no seas tan literario ni metafórico para referirte a un problema real y crítico que afecta a tantos animales víctimas de la crueldad y el salvajismo humanos. Y no diré más, porque lo otro sería que me parece pésimo tu artículo honestamente…
Me parece un tema tratado con precisión de cirujano, fría y cortante como debe ser todo lo que le recuerda al Hombre su lado más oscuro. Gracias al autor por su destreza en el manejo de ideas tan decisivas e ignoradas.
Nuestro periodismo no es el legislativo,el solo es el 4to poder.La ley la hace el que le toca.
En realidad los cubanos no es que seamos de politica y/o economia ,sino que somos tan cuadrados como de los que renegamos:no contemplamos los problemas del medio ambiente.
Perdona Natalia, si no estas adaptada a leer cosas fuertes , solo tenemos un articulo defensor de animales que parece que no lo hicieron niñitas amantes de arcoiris.
Al que le interese saber más del tema puede entrar aquí. Llevamos más de un mes posteando sobre este vacío legislativo que ya no aguanta más.
https://www.facebook.com/hashtag/leydeproteccionanimalencuba?source=feed_text&story_id=1512227512182773
gracias valia por el enlace
miguel, no te pongas bravo yo no he dicho que se proponga una ley, pero ya que se toco el asunto, pues que pongan un enlace o algo. por lo demás el articulo si esta bien
Estilo literario aparte, nos guste o no, el artículo es un acercamiento honesto a un tema polémico muy poco tratado, y eso se agradece. No se puede esperar que nos entregue referencias de cuanto se hace al respecto, pero nos ha proporcionado una buena oportunidad para el intercambio de información, por este medio. Ricardo, coincido con usted y el autor, pero debemos abrir el diapasón y darnos cuenta que no son los perros la única especie sufriendo por falta de protección.
En Cuba no hay derecho animal, es la verdad, nadie hace cumplir las leyes de proteccion animal, ni siquiera se si existen, es constante el maltrato a perros, caballos, etc. en plena calle y nadie hace nada.