Cierta vez, en uno de los peores textos que recuerda el periodismo deportivo –o uno de los mejores escritos humorísticos, según se quiera ver–, alguien dijo que Yarisley Silva terminaría tocando una nube. Eso fue en 2012, cuando la pinareña estaba en su apogeo. Pasó el tiempo, pasó volando el águila martiana, pasó su apasionante victoria mundialista, y más tarde pasó una desgracia familiar que interrumpió su entrenamiento rumbo a Río 2016.
Allá en Río –no hay un solo cubano que lo olvide–, Silva fracasó. Era la gran esperanza negra de la pértiga, contendiente de lujo en un teatro dominado por actrices caucásicas. Se fue en blanco fallando sobre alturas con las que antes, en plena forma atlética, se habría (literalmente) divertido. Para dolor suyo y frustración de un pueblo, no pudo reinsertarse en aquel podio olímpico que la había visto sonreír cuatro años antes junto a Jennifer Suhr y la otra gran Elena de la historia, Isinbaieva.
Eso fue en Londres. La misma ciudad y el mismo estadio donde ahora se juega el orgullo en el Mundial. De manera que Londres es un pasaje a bordo para lavar la imagen. Yo no conozco a Silva, no hemos cruzado nunca una palabra, pero sé de su competitividad e imagino que aquella derrota es como un Vade Retro en su memoria. Ignoro hasta dónde esquiva recordarla o si, todo lo contrario, la repasa a menudo con deleite masoquista: solo sé que es un punto de giro en su carrera, tan poco acostumbrada como ha estado a decepciones.
La víspera empezó el duro camino del comeback. Lo vivió como un trámite apacible, sabedora de que no hay burocracia que pueda “enredarle” los papeles en una clasificatoria. Por lo menos aún no, con treinta años.
Saltó fácil sobre 4.50. Erró luego una vez cuando la varilla subió cinco centímetros, mas a seguidas la sobrevoló sin contratiempos y logró su boleto a la final por cuarta ocasión en su carrera, tras el quinto peldaño en Daegu 2011, el bronce en Moscú’13 y la coronación sublime hace dos años en Beijing.
Murió más de una “dura” en la jornada. Por ejemplo, la ilustre veterana Suhr. Por ejemplo, la germana Silke Spiegelburg. Pero ella, la pinareña de bolsillo, no. Ella persiste en escribir la V de Vendetta en el colchón de competencias, bajo el cielo plomizo que la vio entrar en la historia en 2012.
Parafraseando a Borges, hoy Yarisley Silva es menos una atleta que una mujer detrás de un sueño. Este domingo, en la final, va a llevar una larga procesión en sus adentros, y es posible que se le vea gritar, llorar, morder… Todo sea por conjurar la horrible pesadilla que la acosa desde hace doce meses, resumida en la imagen persistente de tres muchachas que celebran con tres círculos metálicos al pecho. Las muchachas están en un podio y ninguna se llama Yarisley, que es lo terrible.
por favor algun periodista deportivo puede dignarse en informar en qué estado se encuentra la pareja de Silva, el campeón de salto de altura de los JCC de Veracruz en 2014, que estaba inmovil de sus miembros inferiores por el accidente que sufrio en el gimnasio de l Estadio Panamericano que remozaron esta semana? No está mal seguir parafraseando a los grandes escritores pero la gente necesita saber.Gracias
Bronce compartido y salió en coche. La competencia se ganó con 4.91 que es el tope personal de la Silva, marca que hizo un 2 de agosto de 2015. Este año su mejor resultado es 4.81 en Oslo, Noruega.
Sabemos de su clase y ese extra que tiene en las competencias “grandes”, pero no solo con eso se gana.
Al menos ya inscribió a la “isla milagrosa” en el medallero de este campeonato mundial. El disco femenino es el otro con posibilidades de subir al podio. Ojalá y se aparezca un eléctrico en el triple salto masculino, donde tenemos calidad y tradición.
Lo demás es pura utopía. No queda otra que sentarse a observar y aplaudir a lo que más vale y brilla del campo y pista mundial.
bueno Michel no fue tan terrible, tú no la veías en el podio, pero sí, pudo coger un bronce!!!
Michel, los calculos no te acompañaron, le debes un buen escrito, porque este jmjmjmjmj.