Hoy en vez de darte un librazo te voy a dar tres, porque vengo con la cabeza llena de imágenes e ideas que me ha plantado Sara Mesa, una autora no, una joya de la nueva literatura española que ha llegado a mí entre reseñas y recomendaciones, y aunque no he podido encontrarla en las redes sociales —creo que no tiene Instagram—, sí he visto mucho las portadas de sus libros en manos de lectores activos que no dudan en compartir sus impresiones sobre las novelas de esta mujer, que al parecer disfruta narrar pequeños pasajes de las vidas de sus personajes, principalmente en medio de relaciones complicadas.
La primera vez que leí su nombre fue en un tweet que me compartió un amigo, hablaban de la novela Un amor, y al ver los criterios encontrados sobre ella me dije “tienes que leerla”. Sin embargo, la primera historia que encontré fue Cicatriz, lectura que empecé algo decaído, pues no era la que yo quería leer de ella y, sin embargo, terminó “enganchándome” sobremanera.
Con Sara Mesa no esperes fórmulas típicas de novelas comerciales —no estoy criticando a la literatura comercial, que quede claro— aunque su obra venda bien. Hasta donde he leído de su autoría, casi siempre se nos presenta a una protagonista femenina con mentalidad compleja y de apariencia simple, y se nos hace partícipes de fragmentos de sus vidas. Sara no busca contarte el árbol genealógico de nadie ni armar una novela total, ni ahondar en la chismografía familiar de un montón de personajes. Su “onda” es más sencilla en apariencia, pues siempre va a lo profundo, araña y descubre, enreda, aprieta y suelta, pero no siempre desenreda al final, porque es muy realista, y en la vida “real” los cabos sueltos son nuestro pan de cada día.
De los muchos libros que la autora tiene ya publicados solo he podido leerme tres novelas, y de esas tres obras les brindaré sinopsis —desde mi punto de vista— para que así puedan elegir por ustedes mismos la que les llama más la atención. En lo particular, los títulos que propongo los considero “librazos”, de lo contrario, no los presentaría aquí.
Sus protagonistas generalmente son de clase media, sus problemas van a lo económico, los complejos y traumas personales, los enredos emocionales y la búsqueda de la tranquilidad dentro de los laberintos extraños en los que se meten, a veces hasta sin saber cómo.
Los amores son siempre extraños, si es que se les pueden llamar “amores”, tampoco me atrevo a llamarles pasiones, a veces son más bien desafueros, porque Sara Mesa sabe tejer las atracciones de forma aterrizada, como pájaros que vuelan pero no muy alto, como gente que besa con un ojo cerrado para dejarse llevar y el otro abierto para prestar atención. Casi todos hemos tenido en algún momento nexos poco claros en los que uno se pregunta “¿Cómo llegué a esto?¿Qué hago aquí? ¿Hasta dónde y hasta cuándo llegará la cosa? ¿Qué pinto dentro de mi propia historia?” y son esas intrigas lo que más me gusta de sus novelas, que aunque tienen relación en cuanto a estos detalles no tienen mucho que ver entre sí, pues Cicatriz habla de una mujer que se enreda en un chat con un ladronzuelo que le encuentra un sentido moral a sus “fechorías” —tan convincente que hasta tuve que ponerle comillas a fechorías—, Un amor nos cuenta la mala suerte de Nat, una mujer que se escapa a un pueblo rural y allí choca con todo y hasta consigo misma después de un interés ¿romántico? —léetela y ya me contarás—, y Cara de pan nos muestra la rarísima relación entre una adolescente y un hombre algo mayor, brava apuesta en tiempos de #metoo que solo puede escribir una mujer con certeza, porque sí, hay cosas del alma femenina que ni el más virtuoso de los escritores podrá expresar, y ya han pasado muchos siglos sin que las mujeres tengan tanta visibilidad en el mundo literario, de ahí que ahora se aproveche el contexto histórico para que se abran más puertas.
No me des más vueltas, háblame en específico sobre las novelas
Bien, te comparto cronológicamente pequeñas sinopsis de las tres novelas de Sara Mesa que me he leído, y, atención, lo de cronológico responde al orden en que yo efectué las lecturas, no a las publicaciones en sí de las ediciones de Anagrama, que tanto me gustan.
Cicatriz: Novela divertida, un poco oscura y profunda. Su protagonista, una mujer joven y un tanto hastiada, conoce en un chat de entusiastas literarios a un tipo misterioso que empieza a mandarle cajas de libros robados mientras le narra cómo y dónde los roba, así como excusas que justifican su motivación para cometer sus delitos. Luego empieza a mandar más que libros y a pedir más que las gracias.
A mi entender, la novela lleva el hecho de nuestras relaciones online al extremo, a la vida “real”, sin quitar que lo vivido online no deja de ser real dentro de todo lo virtual que también es, pues afecta nuestra mente y nuestros estados de ánimo.
La novela se lee con ansias de saber en qué va a parar toda esta locura de chat, encuentros, desencuentros, entendidos, malentendidos, regalos, devoluciones, exigencias y expectativas, —honestamente, yo quisiera un “mecenas” como el encontrado por Sonia, la protagonista—.
Dentro de las conversaciones en las que se omite el uso del guión de diálogo para hacerlo todo más compacto, —como las ideas que se van destrabando y las cosas que van y vienen en cajas—, hay también muchos cuestionamientos de la vida moderna, de la creación artística, del sexo, del amor, y he aquí algunos extractos —perdonen que me ponga como El diablo ilustrado a cazar frases—:
- «Lo más excitante siempre es la propuesta.»
- «(…) sois vosotras las que dais vueltas y más vueltas. Yo voy en línea recta: rectitud y dureza, tal como determina la simbología masculina. ¿Y cuál es la simbología femenina? (…) El círculo, obviamente, donde vosotras estáis atrapadas.»
- «Las creaciones artísticas nacen de la anormalidad»
Me encantó la historia, la forma en la cual fue tejida para mantener la atención del lector y el desenlace tan realista que tuvo. Me quedo, después de su lectura, con la siguiente pregunta y la comparto: ¿qué tanto afecta nuestra vida virtual a la real? ¿Es capaz de cambiarnos? Sí, sí, sí. El único límite es nuestra voluntad.
Un amor: Es un asomo a la vida de Nat que huye de un error tonto y se deja mover por los vientos de un pueblo apartado regido por sus propias leyes empíricas, retrógradas y algo crueles. Nat se me antoja como uno de esos personajes femeninos de alguna película de Lars Von Trier en la que todo lo malo le pasa a ella, para luego terminar apoyada por la moraleja del “todo lo que sucede conviene” o “lo que no te mata te hace más fuerte”.
El título se lee bastante rápido y lo cierto es que no podía desprenderme del libro, estaba motivado por la curiosidad que me causaron sus brutos personajes, los complejos de la protagonista y el enredo, también no saber a dónde va la historia.
Las críticas que leí antes de su lectura fueron mixtas. Creo que, como todo libro, hay que “entrarle” con el ánimo indicado. A mí me gustó, y además, la protagonista tiende a “sacarte de quicio” y no cae muy bien, lo cual es algo diferente y se disfruta.
El final, raro y ¿abierto?, también me gustó. La violencia, psicológica y física, también me gustó, porque responde a la naturaleza del temple rural, al “atraso” que se le atribuye a esos sitios. Es grato el hecho de que no se regodea en el pasado de la protagonista, ni en los abusos que sufrió, es algo que está haciendo casi todo el mundo y, en particular, estoy un poco saturado del tema.
Sara Mesa se va a las consecuencias, tanto de las acciones como de las palabras, y alude a las coincidencias y a las casualidades como objetos y situaciones que están para darle el sentido a lo que no se entiende, como el dato que falta, la pieza que completa, pues al fin y al cabo, entender es esencial para avanzar y fluir.
Me agrada que medite y diseccione las situaciones para regalarnos pensamientos como los siguientes —otra vez, el pichón de refranero al ataque—:
- «Como el dinero (…) también el capital erótico se va escurriendo sin que uno se dé cuenta…»
- « (…) la piel tiene memoria, y repetir es profundizar.»
- «Las reliquias sentimentales (…) no merecen la eternidad.»
Un amor cumplió con lo que esperaba; una historia introspectiva y cruda.
Cara de pan: Novela corta e intrigante que nos lleva hasta un rincón de un parque en el que una jovencita de casi catorce años empieza a entablar amistad con un hombre mucho mayor. Ambos encuentran en el otro el consuelo a una serie de frustraciones personales y sociales, en una especie de amistad hermética y confusa que desde un principio se sabe que no está destinada a un final feliz, aunque, lo aterrizado de este final ya lo hace bastante feliz.
Como es costumbre en las historias de Sara Mesa, se trata de una etapa de las vidas de sus protagonistas, con pequeños asomos al pasado y algunos apuntes especulativos del futuro desde un presente poco agraciado que los pone a debatir y a cuestionarse. En este caso las preguntas ponen en tela de juicio muchos de los “valores morales y civiles” bajo los cuales estamos “organizados”, valores que al ser desobedecidos tienen consecuencias y castigos, encasillan en algún tabú, condenan a jugar algún rol indeseado. Nos pone a pensar en lo que socialmente heredamos de nuestros padres y la presión que eso puede ejercer.
El ritmo que tiene la novela es un poco lento y toma además sus pausas para hurgar en la historia personal de los personajes principales. Me gusta que ellos —como en la vida real—, a veces hacen cosas sin saber por qué.
Es una novela realista, que en nota aclaratoria de la autora parte de un cuento suyo, publicado en 2017.
¿Por qué te gusta tanto la prosa de Mesa?
Algo que siempre me sucede con las narraciones de Mesa es que dejan imágenes bien nítidas de los personajes y las situaciones, sus diálogos, sus pensamientos, porque más allá de que sus novelas gusten o no —algunas están hechas para juguetear con lo incómodo— es innegable que llegan y marcan por su gran contenido humano.
Muy bien, ahora dime, ¿quién es Sara Mesa?
Sara Mesa nació en Madrid en 1976, desde niña vive en Sevilla. Estudió Periodismo y Filología Hispánica. Desde que empezó con la poesía obtuvo premios a su quehacer literario, aunque lo que la ha catapultado al reconocimiento mundial es su obra narrativa.
Tiene escritos el poemario Este jilguero agenda (2007), los libros de cuentos La sobriedad del galápago (2008), No es fácil ser verde (2009), y Mala letra (2016), las novelas El trepanador de cerebros (2010), Un incendio invisible (2011), Cuatro por cuatro (2013), finalista del “Premio Herralde de Novela”, Cicatriz (2015), fue “Premio del Ojo Crítico de Narrativa” y considerada una de las mejores novelas de ese año, además de Cara de pan (2018) y Un amor (2020). También es coautora de Agatha, junto a Pablo Martin Sánchez (2017), aparece en varias antologías de cuentos, y en 2019 publicó el ensayo Silencio administrativo sobre la pobreza y los problemas burocráticos a través de la figura de una mujer de clase baja.—Gracias, Google—.
Como ves, Sara Mesa tiene muchos más títulos de los que me he leído, y motivado por su forma de decir y sus temáticas, me lanzaré a buscar más de ella —antes de que saque otra cosa y me aumente la lista de pendientes, porque según veo, desde el 2007 no ha parado de publicar—.
Ella no me ha dado uno sino tres librazos, no quito que me dé más. Espero que a ti también te los dé, y que como yo, los sientas. Si me preguntas cuál de las tres propuestas que traje hoy me gustó más, te respondo: Cicatriz, sin embargo, la que me dejó imágenes y sensaciones más vívidas fue Un amor, pues por momentos tuve deseos de abofetear a la protagonista, a ver si se espabilaba.
La semana que viene te doy otro librazo, ¿disculpa? que en esta me pusiera ambicioso y te sonara tres, pero no podía esperar para presentarte a Sara Mesa, la autora que sirve porciones de vidas en salsas incómodas.
Excelente nota. Me diste ganas de leerla y aprender de su prosa.
Me alegra mucho que te haya despertado la curiosidad. Es muy buena autora, la verdad.
Contagias, en el mejor sentido. He quedado impregnada de esas ganas de leer. Voy a conseguirlos
Muchas gracias por ese lindo comentario. Lee mucho, siempre que puedas. Es un buen alimento para el espíritu. Gracias por leerme.