¡Nos fuimos de boca! Caminos de ida y vuelta entre el cuerpo y la lengua (I)

Miremos hoy a nuestro propio cuerpo y pensemos por un instante cuántas de sus partes, exteriores o internas, se han ido integrando progresivamente a formas diversas de la comunicación cotidiana.

Ilustración original: Brady.

En ocasiones las mejores reservas para la imaginación lingüística están bien cerca de nosotros. Miremos hoy, por ejemplo, a nuestro propio cuerpo y pensemos por un instante cuántas de sus partes, exteriores o internas, se han ido integrando progresivamente a formas diversas de la comunicación cotidiana. Si les parece, podemos descender ordenadamente desde la cabeza hasta los pies.

No resulta raro que la cabeza, como conjunto, se asocie con el pensamiento, con el juicio, con el raciocinio… Así, podemos encontrar numerosas formulaciones alrededor de esas ideas: perder la cabeza (perder el juicio, literal y metafóricamente), tener la cabeza mala (ofuscación, contrariedad), andar sin cabeza (actuar con poco juicio), ser cabezón (ser obstinado), ir dándose cabezazos (enfrentar tropiezos constantes en la vida), armar una cabeza de playa (núcleo inicial para generar un conflicto), tirarse de cabeza (precipitarse), ir de cabeza (ser enviado sin excusa a un sitio), ir a la cabeza (encabezar una carrera o un proceso), ser la cabeza visible (liderazgo), levantar cabeza (prosperar), jugar cabeza (evadir a alguien con artimañas). Una forma alternativa de hacer referencia a la cabeza es la palabra cráneo, también incorporada a varias frases: “¡Sin cráneo!” o “no hay cráneo” indican que un asunto no amerita preocupación o cuidado, que no hiere susceptibilidades; mientras que “hacerse cráneo” o simplemente “qué cráneo” refuerzan un asunto o persona en que se piensa con recurrencia y hasta devoción.

Pensemos en las partes integrantes de la cabeza y las apropiaciones que de ellas se derivan. De los pelos tenemos: lograr algo por los pelos (en última instancia, casi de milagro: salvarse por los pelos, aprobar por los pelos, ganar por los pelos), no tener pelos en la lengua (ser sincero), no verle el pelo a alguien (resalta la ausencia de una persona), tener pelos en el sobaco o en el culo (para señalar a quien ya no es niño), peinar canas (ser adulto mayor). La calvicie, por otra parte, se integra a formulaciones casi siempre negativas: no pintar algo tan calvo (no acentuar lo negativo o adverso de un asunto) o dejar a alguien calvo (gastar su dinero o recursos).

Dos elementos significativos en la cabeza son la cara y los ojos. La cara representa al cuerpo, le da identidad, de ahí que muchas veces sustituya a la persona en su conjunto. Alguien de quien se dice que “no tiene cara”, es porque carece de vergüenza (ser, en esencia, un “descarado”); y se puede “coger la cara para sentarse” (actuar desvergonzadamente), o “andar a la cara” (sin camuflar algo indebido). También hay quien “tira con la cara” (holgazanea o se ausenta de un deber con justificaciones poco creíbles: un “cara ´e guante” o un “caradura”). Y quien se esfuerza por un resultado o deber ajeno es quien “saca la cara”, y si enfrenta una culpa pues “da la cara”, y si se desea sinceridad se pide que le digan a uno las cosas “en la cara”, y en la época de los casettes y los vinilos había canciones por una y otra cara. No menos productivas son las apropiaciones relacionadas con los ojos, territorio de la mirada y proyección de los sentimientos: echar mal de ojo (desear mala fortuna), echarle un ojo a algo (velar, cuidar), echarle el ojo a algo (localizar algo que se desea), ver por los ojos de otro (estar muy atento a las necesidades de otra persona), comer con los ojos (gula o lascivia), ¡ojo! y ¡ojito! (cuidado), estar en el ojo del huracán o de la tormenta (situarse en medio de una situación conflictiva), dar un ojo por ver al otro ciego (envidia), costar algo un ojo de la cara (precio excesivo), se le fueron los ojos para arriba de algo (desviar la atención hacia un objeto o persona), tener ojos solo para una persona (ser fiel), ser todo ojos (estar vigilante), medir a ojo (aproximadamente) y, por su forma, también tiene un ojo el culo y hasta los órganos sexuales. Como de ellos hemos hablado en otros textos pues no los mencionaremos aquí, pues son todo un universo en sí mismos.

Otro punto de atracción en la cara es la boca, parte del cuerpo que ha florecido en numerosas apropiaciones: tener buena boca (que come de todo), un tapaboca (golpe que se da en la boca con la palma de la mano), morir por la boca (quien come mucho), en boca cerrada no entran moscas (no ser chismoso), irse de boca (caerse hacia adelante, hablar de más), cogerle la boca a alguien (besar), bocabajo-bocarriba (posiciones del cuerpo sobre una superficie), boquear (tener hambre), qué boca tiene (de alguien chismoso), tener la boca salá (augurar eventos negativos), soltar flores por la boca (decir malas palabras o vociferar), boca manga (entrada del brazo en una prenda de vestir), a bocajarro (directo, sin previo aviso), la boca del estómago (unión del estómago y el esófago), llenarse la boca para decir algo (fanfarronear). Y también como parte de la boca están la lengua y los dientes. Por extensión, la lengua es representación del habla, por exceso o por defecto: irse de lengua (hablar de más o revelar un asunto antes de tiempo), lenguasuelta (que todo lo dice), una lengua que se le arrastra (chismoso), darle a la lengua (hablar mucho), tragarse la lengua (no hablar, callarse), los ratones le comieron la lengua (timidez, parquedad para hablar o comunicarse), qué lengua tiene (quien hace gala de hablar mal de otros), tener algo en la punta de la lengua (lapsus mentis). En el caso de la dentadura se puede: hablar entre dientes (murmurar), meterle el diente a algo (probar un alimento, tener relaciones afectivas o sexuales con una persona); y aludiendo a zonas dentales aún más específicas: muela bizca (demagogia, habladuría), dar muela (conversar), ser muelero (muy conversador), ser peor que un dolor de muelas (asunto o persona desagradable o fastidioso), afilarse los colmillos (prepararse para un asunto que se desea), o estar más atrás que los cordales (rezagarse en la comprensión o conocimiento de algo, tontería, lentitud para reaccionar).

Terminando con la zona superior del cuerpo podemos encontrar apropiaciones muy elocuentes y de extendido uso como tener a alguien “entre ceja y ceja”, indicativa de que esa persona se interpone para la resolución de un asunto, persiste en ser molesta, o se visualiza como un problema permanente. Si una situación negativa parece involucrarnos o nos sirve de advertencia ante malas decisiones o acciones, pues se dice que hay que “poner las barbas en remojo”. Mientras que las orejas (o “guatacas”, como se les dice en el campo) acaparan las formulaciones relacionadas con las nociones de escuchar, comprender o prestar atención: dar oreja (no prestar atención, ignorar), ser todo oídos (escuchar con atención absoluta), halar las orejas (regañar, llamar la atención por algo indebido, advertencia), afilar las orejas o las guatacas (aguzar el oído).

Hemos dado un rodeo grande y apenas salimos de la parte superior del “esqueleto”. Llegamos al cuello y esperemos no se nos forme un cuello de botella. Por eso les propongo seguir descendiendo cuerpo abajo y lengua arriba en la próxima entrega, para continuar encontrándole rincones maravillosos a nuestra anatomía.

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