Los jinetes de QAnon cabalgaron de nuevo, esta vez asociados a sucesos que, supuestamente, se producirían el pasado 4 de marzo en tesitura con su identidad, es decir, con la promoción de ideas delirantes. Una revisión sumaria pero parcial de estas últimas, eufemísticamente llamadas teorías de la conspiración, arrojaría, entre otros, los siguientes resultados:
- Que un grupo de pedófilos adoradores de Satanás estaban al frente de una red mundial de tráfico sexual de niños y conspirando contra el presidente Trump, quien planeaba un ajuste de cuentas que llamaron “La Tormenta” (The Storm), después de la cual miles de miembros de esa camarilla serían arrestados y procesados.
- Durante el primer impeachment a Trump, que este había fingido conspirar con los rusos para reclutar al exfiscal general Robert Mueller a fin de que se le uniera en la denuncia de esa red y contra un golpe de Estado urdido por Barack Obama, Hillary Clinton y George Soros.
- Que Bin Laden no estaba muerto, y que la administración Obama se había involucrado en un complot interno para escenificar su muerte. El propio Trump retuiteó un artículo alegando que el líder terrorista ejecutado en Pakistán era un doble, no Bin Laden.
Ahora, con el presidente Joe Biden en el poder, cambiaron. Después de que fracasara la idea de que Trump cumpliría la profecía y de que ordenaría el arresto masivo y la ejecución de esa camarilla de pedófilos en la ceremonia inaugural del nuevo presidente, sus correligionarios introdujeron una variación: Trump estaba destinado a perder las elecciones, pero regresaría triunfalmente a la Casa Blanca el pasado 4 de marzo.
Esta fecha no es para nada festinada. Escriben Joshua Zitser y Rachel E. Greenspan:
La creencia de que Trump prestará juramento el 4 de marzo tiene sus raíces en las teorías promovidas por el oscuro movimiento ciudadano soberano. El movimiento ciudadano soberano es un grupo altamente fragmentado de estadounidenses que creen que los impuestos, la moneda estadounidense e incluso el gobierno de Estados Unidos son ilegítimos. Una minoría de ellos cree que las leyes no se les aplican en absoluto, lo que resulta en que el FBI designe a algunos miembros como “terroristas domésticos” y “extremistas antigubernamentales”. Un principio central del movimiento es que la Decimocuarta Enmienda, ratificada en 1868, convirtió a los “ciudadanos soberanos” en “ciudadanos federales”. Esta creencia también llega a descartar la validez de cualquier presidencia después de 1868, convirtiendo a Ulysses S. Grant en el último presidente válido.
El lector no va a leer mal lo que seguidamente voy a escribir. Dicho de otra manera, los creyentes de QAnon estaban asumiendo la idea de que el pasado 4 de marzo el expresidente Donald Trump sucedería a Ulysses S. Grant como el decimonoveno presidente de Estados Unidos.
Más adelante, los autores citados señalan:
Algunos ciudadanos soberanos también creen que una oscura ley de 1871 revela que Estados Unidos se ha convertido en una corporación. La Ley Orgánica del Distrito de Columbia estableció un solo gobierno municipal para Washington DC. El uso de la palabra “corporación”, refiriéndose a un distrito incorporado, ha llevado a la interpretación errónea de que esto significa que la totalidad de Estados Unidos se convirtió en un negocio.
Escogieron la fecha porque antes de que la vigésima enmienda de la Constitución de Estados Unidos —adoptada en 1933— trasladara las fechas de juramentación del presidente y el Congreso a enero, los líderes estadounidenses asumían sus cargos el 4 de marzo.
Un académico comentó: “Realmente te sientes como si estuvieras en el mundo de Alicia en el país de las maravillas cuando empiezas a analizar esas ideas. Es como si hubieras caído por una especie de madriguera de conejo en un universo paralelo”.
Lo anterior coincidía en el tiempo con informaciones de Departamento de Seguridad Nacional sobre un inusual aumento de conversaciones entre los sitios web frecuentados por QAnon, como 4Chan y Patriots.win. “Quizás deberíamos reunirnos de nuevo y asaltar el Capitolio el 4 de marzo”, se dijo en una de ellas.
Como es natural, en una cultura bajo el impacto de los sucesos del 6 de enero en el Capitolio, un acto de terrorismo doméstico, esas palabras no cayeron en el vacío. Primero la Policía emitió un comunicado diciendo que tenían información sobre un “posible complot para violar el edificio federal por parte de un grupo de milicias relacionado con QAnon”.
Pero más adelante dijo que no estaba claro que la cuestión hubiera ido más allá de conversaciones entre varios miembros. Se trataba, aseguraron a CNN, de trapisondas on line y no necesariamente de un indicador de que marcharían a Washington DC para la peor variante: déjà vu. El sargento interino de armas del Capitolio, Timothy Blodgett, aseguró a los congresistas que si bien estaban mejorando la seguridad por precaución, no había “indicios de que grupos viajarían a Washington DC para protestar o cometer actos de violencia”.
De todas maneras, por las dudas, el dispositivo de seguridad fue impresionante ese día con la Policía del Capitolio en alerta máxima y 5 000 miembros de la Guardia Nacional preparados para entrar en acción y contener cualquier posible ataque violento.
Esta vez la última amenaza inspirada en QAnon terminó en un fracaso.
“La realidad no importa. No hay dudas: QAnon puede sobrevivir a otra gran decepción”, dijo un estudioso.
“Keep the faith” [Mantengan la fe], claman sus efectivos.
Ahí siguen, agazapados en sus redes, esperando.