Hasta ahora, OnCuba había posibilitado a sus lectores asomarse al horizonte informativo de las transformaciones que se acometen en el cine cubano, estar al tanto de las visitas o presentaciones en territorio nacional de los artistas que viven fuera de la Isla, y conocer, entre otros acontecimientos del ámbito de la cultura, las expectativas en relación con las cooperativas culturales, a tono con los nuevos modelos de gestión experimentados en el país.
No obstante, faltaba en este espacio el abordaje de tales temas desde el ángulo de alguien que, desde la institución rectora de la política cultural de la nación, pudiera hacer definiciones concretas del panorama que la actualización del modelo socioeconómico cubano abre al sector de los creadores e intelectuales.
La ocasión se presentó hace unos pocos días cuando, con mucha seriedad y a la vez “cierta dosis de ternura” –verso que recordó mientras hablaba–, nos recibió el viceministro de Cultura Fernando Rojas Gutiérrez, para darnos la oportunidad de preguntarle sobre estos y otros asuntos.
OnCuba: En días pasados el reordenamiento del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) capturó con fuerza el interés de los medios. ¿Hacia dónde se encamina realmente este proceso?
Fernando Rojas: Subrayaría primero que, a mi juicio, se amplificó malintencionadamente la organización de las transformaciones en el audiovisual cubano, como si se tratara de algo particular, distinto a los reordenamientos realizados en otros sectores. Al igual que los ya concluidos, este cuenta con grupos de trabajo encabezados por los dirigentes de las instituciones correspondientes. No será un proceso breve, precisamente por su complejidad, pero está integrado orgánicamente a los esquemas de perfeccionamiento del país.
Hoy se están produciendo importantes cambios en las maneras de producir audiovisuales; los cuales, gracias a las nuevas tecnologías, ya no dependen de grandes costos y cadenas de producción. Estos elementos deben consagrarse en las políticas dirigidas al sector; al igual que debe pensarse en las maneras de asociarse de los productores, de relacionarse con las instituciones, de acceder a los circuitos de distribución establecidos, de insertarse en la televisión pública…
Algunos compañeros, por ejemplo, están planteando la necesidad de una ley de cine. Habrá que evaluar si es más pertinente una norma de audiovisuales; o como está sucediendo en muchas partes del mundo, una ley de medios, concepto más abarcador. Ya contamos con un instrumento legal para los museos y otro para las bibliotecas; tiene lógica que también avancemos en un campo tan particular y significativo para la contemporaneidad como el del audiovisual.
La ley será la que tenga que ser; pero primero habrá que discutir todo lo que se precise.
Claro que instituciones siempre vamos a tener, pues como generalidad los productores aspiran a insertarse en circuitos formalmente establecidos. Por ejemplo, casi las dos terceras partes de la producción cubana que se exhibió en el último Festival de Cine de La Habana no procedía del ICAIC, pero sus realizadores querían estar en el certamen, y eso es un reconocimiento a la institucionalidad.
Si se pretende que haya estrategias de subvención, de financiamiento estatal, tiene que haber instituciones; estas tendrán variantes diversas para decidir a qué le apuestan.
Lo mejor que pudiera suceder en un caso como este es que los distintos escenarios que hay de discusión confluyan, y estén juntos los dirigentes institucionales y los artistas, pues están preocupados por los mismos temas y hay propuestas valiosas entre unos y otros.
OC: Dentro de las nuevas políticas que implementa el país también se ha hablado de una reorganización de la enseñanza artística. ¿En qué ha consistido?
FR: Se ha ido a una compactación de las escuelas, pero sin descuidar las necesidades de cada territorio. Hablamos de una profesión cuya base tiene que ser el talento y la formación rigurosa, selectiva, que permita tener resultados meritorios en la producción artística.
Debemos preparar a los artistas que necesitamos para reproducir el talento fomentado por la Revolución; lograr el consumo y la participación cultural a escala de cada comunidad, y garantizar que no se pierda ningún joven talentoso. Esas son las claves que ha seguido este proceso de reordenamiento en una enseñanza que, por demás, es muy costosa y en nuestro país corre absolutamente a cuenta del Estado.
La democratización de la enseñanza del arte no se expresa graduando grandes masas de artistas profesionales, sino otorgándoles a todos iguales oportunidades de acceder a dicha formación, y para poder mantener este principio los criterios de racionalidad y calidad son imprescindibles.
OC: Hace unas semanas entraron en funcionamiento experimental las primeras cooperativas cubanas no agropecuarias, ¿en qué punto podría decirse que están las culturales?
FR: Se trata de un asunto en una fase muy primaria de su discusión todavía.
Una de las grandes conquistas de nuestro sector en los últimos 20 años, es haber conseguido que los gastos en divisa que necesita el sistema de la cultura se gestionen y recauden endógenamente. Con ello se llevan a cabo las inversiones, se mantienen las escuelas de arte…entre muchos otros gastos. Ello se lo debemos al desarrollo de un modelo empresarial que ha demostrado ser exitoso.
¿Por qué hacer esta introducción para hablar de las cooperativas? Porque si esa fórmula ha sido de beneficio para el sistema cultural, poner otra a competir con ella puede deteriorar sus valores. Yo me inclino porque esa gestión empresarial se haga más eficiente, económica, flexible y cercana en su relación con el artista. Sería algo así como aplicarle la lógica de la cooperativa al desarrollo de la empresa y no crearle una competencia, hoy innecesaria, a algo que ha funcionado bien.
Quizás a escala de la localidad, alejada de los centros urbanos, en donde no impacta generalmente este esquema cerrado de financiamiento, sí tendrían cierta lógica experimentos cooperativos, no tanto con los artistas como con los vecinos, para facilitar la promoción de los bienes y servicios culturales que puedan encontrarse en esos lugares.
OC: En un momento en que a nivel socioeconómico todo parece ser objeto de revisiones y cambios, ¿continuaría siendo Palabas a los Intelectuales el documento guía de la política cultural cubana?
FR: Ante todo hay que reconocer que “Palabras…” constituye un documento muy mal leído y muy mal citado, del que poco se recuerdan los abundantes conceptos que matizan y aclaran la famosa sentencia “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”.
El documento habla todo el tiempo de la libertad de creación; menciona, por ejemplo, la idea de que el escritor no revolucionario tiene que tener un espacio en la sociedad y la posibilidad de trabajar.
Además comenta en extenso, y fija la posición de la Revolución, en cuanto a extender el consumo cultural, y sobre todo la participación de las grandes masas, en el hecho creativo.
Es un texto fundacional en cuanto a la creación de una figura tan importante en la vida cultural cubana como el instructor de arte. El país no solo fundó escuelas para la enseñanza artística y les dio la posibilidad a los hijos de los más humildes de estudiar; sino que, con el instructor, amplió la oportunidad de todos de participar activamente de la cultura. Esa vocación de estimular la integración de las personas, de desarrollar su talento creador como una forma de realización personal mediante el arte, es la que más se ignora en el texto.
Toda la trayectoria de la política cultural cubana está marcada por ese interés de garantizar el acceso de las grandes masas al consumo cultural y su participación en la creación. Se percibe en las largas colas de los festivales de cine, en las ferias del libro, en el movimiento de aficionados…Los centenares de instituciones destinadas a garantizar el disfrute masivo de la cultura tiene su origen en ese planteamiento.
Dentro de la actualización del país –y de la política cultural, que para serlo tiene que estar a tono con las necesidades cambiantes de las personas-, es esencial preservar esa amplia vocación de participación popular y la tendencia de pleno acceso a los bienes y servicios culturales.
OC: En el reciente Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) se abordó el tema de las necesarias alianzas entre los medios con organismos como el Ministerio de Cultura. ¿Cuál es la posición desde este sector al respecto?
FR : Desde el trabajo previo a las sesiones finales del evento, estuvimos apoyando a los compañeros de la UPEC, con el claro propósito de estimular la crítica, tanto en el sentido de las políticas –promover una mayor presencia de este género en los principales medios, formar mejor al crítico- como en el de incrementar la estimulación material para quienes la desarrollan. No son objetivos que se van a resolver de inmediato, pero tendrán programas de cumplimiento.
OC: ¿Qué opina del movimiento de blogueros que se articula en el país, dentro del cual los temas culturales también son abordados?
FR : Nos interesa mucho, tenemos una relación de colaboración con ellos a partir de que muchos son intelectuales y creadores; es un tipo de periodismo que se va a ir imponiendo. Creo que lo que deben hacer los medios de comunicación, retados para bien ante muchos blogs –revolucionarios, comprometidos–, es ver cómo se articulan con este movimiento. Es imprescindible seguir desarrollando la blogosfera y la relación de las instituciones con ella.
OC: En tiempos en que abundan las novedades, ¿experimentará algún cambio la política seguida con los artistas que viven fuera del país?
FR: Llevamos varios años trabajando con los artistas cubanos radicados en el exterior sobre la base de una relación ética recíproca entre ellos y nuestras instituciones. Gracias a esta voluntad se ha ido fomentando un panorama de la cultura cubana donde coexisten los que radican en el territorio nacional con los que habitan fuera; cada vez es más natural la presentación de unos otros en Cuba y en el extranjero, así como el reflejo de esta realidad en los medios de comunicación. Hemos dado pasos sólidos y no nos vamos a detener.
Escrito por: Anneris Ivette Leyva
seguir asi eso es bueno para cuba
l tema de las cooperativas es bien candente pues en absoluto es cierto lo que plantea Fernando cuando dice que a nivel de empresas culturales todo está bien. Eso es completamente falso si atendemos a las posiciones que estas empresas asumen para con sus contratados.
La hegemonía absoluta, lo que si permite que el trabajo siga siendo unilateral y despótico, donde se ignoran los derechos de los artistas como ocurre con la colección “Arte en Casa” que no solo no paga ningún derecho de utilización de las imágenes que imprime indiscriminadamente, sino que tampoco pide el permiso debido; el artista un buen día se tropieza con que una imagen suya esta estampada en algún objeto. Amén de la arbitrariedad en la selección de esas imágenes.
El tema de las galerías es mejor ni tocarlos, estas constituyen feudos de no-artistas que pretenden equiparar el sistema de galerías cubano a los circuitos internacionales, donde las características de esos países si permiten las fórmulas de selección, mientras que aquí lo escaso de locales y la socialización de la cultura no lo permite. Al hacerlo se está creando una discriminación inadmisible en nuestro sistema social.
Claro que son imprescindibles las cooperativas culturales para estremecer, con la competencia (que ya existe), los artríticos mecanismos institucionales y se sacuda de una vez la corrupción que en ellos impera.
El país está en una etapa de desperezamiento y la cultura y sus sistemas obsoletos también deben ser tocados por esta nueva era del socialismo correcto.
El arte debe ser administrado con tino y buenas formas para recuperar los valores perdidos y que de nuevo se sienta que en Cuba hay arte con y para todos.