Foto: Nacho Vázquez
Próximos a celebrar la 28 edición del Festival Jazz Plaza del 20 al 23 de diciembre, a mi mente vienen montones de recuerdos de anteriores emisiones. Gracias a mi madre, fervorosa amante del género, desde niño estuve en contacto con grabaciones discográficas del que es el primer gran lenguaje sonoro del pasado siglo XX.
Por lo anterior, cuando en febrero de 1980, bajo la inspiración de Bobby Carcassés y del hoy apenas mencionado Armando Rojas, un grupo de jazzistas decidió celebrar unas jornadas de conciertos en el pequeño teatro de la Casa de la Cultura de Plaza, allí estuve acompañado de mi querida vieja y algunos amigos del preuniversitario Saúl Delgado, donde yo estudiaba entonces. Ni los furibundos optimistas entre los asistentes a la instalación de Calzada y 8 en aquellos lejanos días, podíamos imaginar que ese casi clandestino primer encuentro de los jazzistas del patio, devendría uno de los festivales más esperados en Cuba por músicos y público en general.
Varias décadas después de la revolución que significó la irrupción a la vida cultural de la generación de músicos de los años 80 y que tuviese en gran medida como plataforma de lanzamiento los festivales Jazz Plaza, en los nuevos talentos locales, descubiertos en la mayoría de los casos gracias a las emisiones del Jo-jazz, o sea, el festival competitivo para jóvenes jazzistas que se celebra en noviembre desde 1999, por encima de las lógicas diferencias estilísticas entre ellos, se aprecian elementos comunes. Así, a la hora de rastrear el referente de influencias en estos instrumentistas, resulta imposible buscar solo en lo nacional sino que hay que mirar también hacia lo foráneo, pues ellos echan mano a elementos melódicos, armónicos y tímbricos legados por la cultura universal.
Como amante y seguidor de lo que acontece en los terrenos del jazz entre los músicos de nuestro país, creo que es necesario recalcar la importancia de un concurso como el Jo-jazz y de un festival como el Jazz Plaza, que han sido la puerta abierta para que los instrumentistas cubanos interesados por el jazz puedan enseñarle al público y a otros colegas, la manera particular que cada uno de ellos tiene de ver y asumir lo musical.
Lo asombroso en la eclosión de formidables jazzistas que ha vivido Cuba desde mediados de los años 80 y que hoy triunfan ya sea dentro del país o como parte de la diáspora, está dado por el hecho de que entre nosotros no existen academias donde se imparta dicha especialidad y, en general, para su formación el músico carece de partituras impresas y de métodos acompañados de CD y videos para estudiar el género de su interés, pese a lo cual los asistentes a las jornadas del Jo-jazz o del Jazz Plaza pueden testificar el estupendo estado que vive en el presente el jazz hecho por los músicos cubanos.