En medio del deterioro y las restauraciones el Capitolio habanero es un símbolo de la ciudad. Quienes desandan sus alrededores lo buscan siempre como punto de referencia. Situado en el centro de la capital cubana –entre las calles Prado, Dragones, Industria y San José– este coloso de fachada neoclásica marca el kilómetro cero de la Carretera Central de Cuba.
Sede en distintos momentos del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y de la Academia de Ciencias de Cuba, desde 2010 forma parte de un proceso de restauración capital para convertirse otra vez en casa del parlamento cubano, aunque ya desde noviembre pasado una parte de la Asamblea Nacional de Cuba reside allí en los salones y hemiciclos reparados.
Recientemente se anunció que la empresa federal estatal rusa Goszagransobstvennost convocó a un concurso de proyectos para la restauración de la capa de oro de la cúpula del Capitolio. El proyecto ganador tendrá que ofrecer a fines de agosto las soluciones para fortalecer la estructura de la cúpula y su revestimiento con piedra natural (arenisca), el revestimiento con nuevas planchas de bronce y su recubrimiento con láminas de pan de oro, ajustándose para ello a un presupuesto de 20 millones de rublos (354 mil dólares) que asumirá el gobierno de Rusia.
El Capitolio es leyenda sobre todo por el diamante que lo habitaba, perteneciente al último zar de Rusia Nicolás II, robado el 25 de marzo de 1946 del inmueble y recuperado el 2 de junio del año siguiente. En 1973 por cuestiones de seguridad fue sustituido por una réplica y se guardó en la caja de seguridad del Banco Central de Cuba.