José Ariel Contreras (Las Martinas, 1971) tiene una memoria privilegiada. Recuerda con lujo de detalles partidos, anécdotas, nombres, sucesos que quedaron para siempre grabados en su memoria beisbolera. Sin embargo, “El Titán”, de alguna manera, teme a que el paso del tiempo termine borrando todas esas historias que lo convirtieron en uno de los lanzadores icónicos de la pelota cubana.
“Cuando uno se retira es como si la gente se olvidara de los jugadores de un tiempo atrás”, me dice con cierta pesadumbre y una enorme carga de modestia, obviando que millones de fanáticos tienen tatuados en el recuerdo aquel tenedor endemoniado, aquella personalidad intimidante que hizo de la lomita un santuario.
Es imposible hablar de olvido cuando se menciona a José Ariel Contreras, un hombre que, sobre la base de la entrega y la dedicación, se ganó el respeto de los fanáticos de Pinar del Río, de Cuba, de los Yankees, de los White Sox… de los fanáticos del béisbol.
Hoy, a solo unos años de su retiro de la vida activa, Contra Reloj, el podcast de deporte del Canal Digital OnCuba, se acerca a la figura legendaria de “El Titán”, el brazo incansable, el hombre de hierro que sigue viviendo por y para el béisbol.
¿Cómo ha sido tu vida después del retiro?
La vida de José Contreras después del retiro… Bueno, al principio fue un poco difícil, tuve que adaptarme a la idea de que ya no iba competir, de que no iba a subirme a la loma, de que ya no iba a pitchear, de que ya no iba a tratar de llevar al equipo a un campeonato. Tuve que hacer muchos ajustes para sobrellevar todas esas situaciones, y lo principal fue mantenerme activo, hacer las mismas rutinas de gimnasio, seguir corriendo…
Como ventaja, he podido disfrutar más de mi familia. Me levanto todos los días y llevo a mi hijo a la escuela, lo recojo, lo llevo a hacer tracking field. En sentido general, paso más tiempo con mis seres queridos, algo que durante una temporada era imposible.
En medio de esta nueva vida, ¿qué importancia ha tenido esa vinculación a los Chicago White Sox como asistente del gerente?
Eso me vino como anillo al dedo porque, si no puedo competir por la edad y por el retiro, al menos me mantengo cerca de los muchachos y disfruto del juego, que es lo que más me gusta. Gracias a Dios hay bastantes cubanos en el equipo y he tenido la oportunidad de compartir con ellos, y tratar de ayudar a estas figuras nuevas que vienen subiendo
¿Qué te parece la legión cubana que se ha juntado en Chicago, tanto los de Grandes Ligas como los que vienen atrás, como los casos de Yolbert Sánchez, Vera Junior, Yoelqui Céspedes?
A los Chicago White Sox le cambiaron el nombre, ahora se llaman Cuba Sox. Hay muchas perspectivas. Tenemos a José Abreu, el caballo, el animal, ese es un peloterazo, MVP cubano en Grandes Ligas; también está Yoan Moncada con un talento sobrenatural; Yasmani Grandal que vino con diez años; Luis Robert, con unas condiciones físicas y naturales que son increíbles…
En las Menores están Yolbert Sánchez, torpedero de Industriales con muy buenas manos; el hijo de Vera, Norge Carlos Vera, de tremendas condiciones. Está también el hermano de Céspedes y finalmente también nos llevamos a Oscar Colás, zurdo que batea y pitchea, el Ohtani cubano.
El talento cubano se está viendo en Grandes Ligas y sobre todo en los White Sox. Los establecidos están haciendo el trabajo y espero que los que vienen atrás tengan la oportunidad de probarse en la liga grande.
De todos los cubanos que hay en la organización, de los Cuba Sox como dices, ¿cuál es el que más te impresiona y por qué?
De todos los cubanos que hay en las Grandes Ligas ahora mismo, el que más impresiona es Abreu. Es el mejor bateador cubano desde que llegó en el 2014, y de los mejores entre todos los peloteros de MLB. Después de él, Luis Robert, sin dudas. Cuando firmó, recuerdo que me preguntaron y dije que ese era el próximo Mike Trout. Vamos a ver si se puede mantener en este negocio como Mike Trout, pero va a ser uno de los mejores peloteros de Grandes Ligas si logra estar saludable.
Cuando llegaste a Grandes Ligas hace ya casi 20 años había pocos cubanos comparado con la cantidad que hay hoy. ¿De alguna manera te sientes como uno de los precursores de la explosión de cubanos en MLB durante la última década?
Yo no me siento así, porque antes que yo llegaron muchos peloteros cubanos que abrieron el camino para nosotros, tanto dentro del terreno como fuera. Cuando hablo de esto siempre me refiero a Minnie Miñoso, a Luis Tiant, a Tony Oliva, a Barbarito Garbey y más para acá a René Arocha. En el año 1991, cuando salió, fue que los cubanos dijeron: “espera, hay otra cosa del otro lado, nosotros podemos llegar”.
Después vinieron otros como Rey Ordoñez o Jorge Luis Toca, pero para los cubanos, especialmente en el pitcheo, la llave se llama Liván Hernández. Él sale en 1995, gana el MVP en la Serie Mundial del 97 y uno piensa: “Livan estaba el otro día al lado mío, si él lo hizo yo puedo hacerlo”. Y el otro jugador clave es Orlando “El Duque” Hernández, que sale de Cuba después de la suspensión, llega y ya ustedes saben lo que hizo: mete mano, gana cuatro anillos de Serie Mundial, tres con los Yankees y uno con los White Sox. A mí me tocó verlo pitchear con el equipo nacional, verlo con los Yankees y después en Chicago.
Ellos son la llave para los cubanos, como Dannys Báez, que se quedó en el 99 en Winnipeg. Estábamos juntos y cuando se va y triunfa, uno vuelve a pensar: “si él puede hacerlo, pues yo también”. Creo que todos estos ejemplos llenaron la copa para que todos nosotros pudiéramos ver lo que había del otro lado del río.
Las personas asocian comúnmente la vida del emigrante a la prosperidad, pero empezar de cero siempre es complicado, un camino lleno de incertidumbre. ¿Cómo fueron esos primeros tiempos después de salir de Cuba? ¿Te sentiste solo en algún momento?
Definitivamente, la vida de un emigrante (de donde quiera que vengan) es dura, dura para levantarte y salir a trabajar ocho horas diarias. Todo es nuevo, cultura nueva, idioma nuevo, comida nueva… Para los deportistas es difícil porque nuestro trabajo es 90 % mental y hay que hacer las cosas sin el apoyo de tu familia o tus amigos. Eso incide en el rendimiento dentro del terreno.
Recuerdo que en mi primer año, ya con los Yankees, soñé que estaba bañándome con mi hija en una piscina. Cuando me desperté y vi que estaba solo en la casa fui y le dije a los Yankees: “me voy, me voy pa Cuba”. Y en aquel momento, si llego a agarrar un avión salgo para Cuba. Ya después a uno se le pasa, pero es muy duro, en sentido general para todos los emigrantes. No solo para el cubano, no solo para el beisbolista, es como empezar de cero.
No me estoy quejando ni me arrepiento de la decisión que tomé, pero tuve que hacer ajustes. Ya en el 2004 llegó mi familia y las cosas comenzaron a salir mucho mejor, porque eso hace falta.
¿Exactamente cuándo y por qué decides irte de Cuba?
Yo decido salir de Cuba en el año 2002. La primera razón fue el deseo de probarme en otro nivel del beisbol, porque creía que tenía las herramientas para jugar del lado de acá. Yo no quería que mi carrera pasara por alto y no darme la oportunidad de jugar en Grandes Ligas, pero bueno, ustedes saben el problema político que hay entre Cuba y los Estados Unidos y esa es la razón por la cual me decidí tarde.
Lo otro es que un día llegué a la Ciudad Deportiva para darle mantenimiento a mi carro, un Peugeot 406. Recuerdo que me dijeron que no había dinero, que podía dejar el carro y que regresara a Pinar del Río en botella. Eso me lo dijo Humbertico Rodríguez (presidente del INDER en aquel momento) y ya, fue la gota que me llenó y pensé: “qué va, yo no puedo seguir aquí, definitivamente no puedo estarle pidiendo favores a esta gente toda la vida”.
Eso me molestó tanto que ya decidí salir de Cuba. Aquello sucedió en el mes de junio o julio, y ya en octubre, cuando salió la selección, me quedé en México. Pero si el día después del incidente salía de Cuba yo me hubiera quedado donde quiera.
También está el tema de la casa. A muchos atletas de alto rendimiento en Cuba les dan una casa nada más que comienzan a destacarse. Yo veía que en Pinar del Río los muchachos llegaban al equipo de la provincia y les daban un apartamento, y yo, que llevaba ocho años en la selección de Cuba tirando todos los días, nunca me dieron una casa.
En el año 2000, solo porque dije que no iba a jugar más, me dieron una casa que estaba desbaratada y me dijeron que la iban a arreglar en quince días. A los dos años no habían hecho nada y pensé: “coño parece que no me van a arreglar la casa”.
Esa fue la casa que le dieron a Casanova después, cuando yo me quedé. La arreglaron, pero se demoraron un poco. Casanova se mudó a esa casa en el año 2013, estamos hablando de casi once años después, quiere decir que si a Casanova, que es una leyenda, se la arreglaron en el 2013, a mí me la hubiesen arreglado en el 2035.
Hace poco le dijiste al colega Francys Romero que pensaste que te llamarían traidor por irte de Cuba. ¿Tuviste miedo a que se te quedara ese cartel entre los fanáticos?
Sí sí. Cuando yo fui a salir de Cuba, una de las razones que más me dolía era dejar a mis fanáticos, a la gente, en Cuba aman el beisbol. Yo veía los comunicados del gobierno que leían en la televisión cuando otros peloteros se quedaban y yo decía: “mi madre, qué va, cuando yo me quede van a hacer lo mismo. Mi mamá, mi papá, mis hermanos no van a soportar eso, yo voy a perder todos los once millones de cubanos que me siguen, me quieren y me respetan”.
Y en verdad al principio tenía mucho miedo de que los fanáticos me reprocharan y me llamaran traidor, pero ya después vi que la gente me siguió apoyando, seguían conversando con mi familia, y cuando fui a Cuba en el 2013 y llegué al Parque Central… ¡Wow! La gente me quiere y me respeta más ahora, porque tomé la decisión de venir a Estados Unidos y por lo que pude hacer en el poco tiempo que jugué aquí en Grandes Ligas.
Hablando de MLB, tu primera experiencia en ese béisbol es al lado de Roger Clemens, de Mariano Rivera, de Derek Jeter, de Jorge Posada, de Bernie Williams… ¿Cuánto disfrutaste el paso por los Yankees junto a todos esos monstruos?
Así es, así es. Llego, me firman los Yankees el 24 de diciembre del 2002, y ya comienzo en el Spring Training en el 2003. Mi locker lo colocaron a la derecha de Roger Clemens y a la izquierda de Mariano Rivera. Yo miraba y decía: “¡Wow! ¿Dónde yo estoy metido?”. Ya después, cuando estaba pitcheando, miraba al campo corto y estaba Derek Jeter, en segunda Alfonso Soriano, en primera Jason Giambi, en el right field Gary Sheffield y Paul O´Neill, en el center Bernie Williams, en el left Hideki Matsui y recibiéndome Jorge Posada. Ese es el mejor equipo en el que he jugado en mi vida definitivamente. Fue una experiencia grande y lo disfruté.
En el 2004 me cambiaron, yo pienso que ellos esperaban más de mí. Pero fue duro ese momento, porque jugué doce años con el equipo de Pinar del Río, ocho con la selección de Cuba y no estaba adaptado a esas cosas. Yo sentía que me estaban botando, pero al final entendí que es business, es negocio, y fue lo mejor que me pasó.
Llegué a Chicago a empatarme con Ozzie Guillén y finalmente ganamos la Serie Mundial, un anillo que es lo más grande de mi carrera.
Jugar en Grandes Ligas es increíble, pero ganar una Serie Mundial es lo máximo. ¿Cómo recuerdas aquella postemporada del 2005 con los White Sox y en particular la discusión final contra los Astros?
Sí, como te dije anteriormente yo había estado ya en el 2003 en la World Series con los Yankees, ante los Marlins. Perdimos aquella serie, pero fue una experiencia grande estar ahí en ese escenario. Después, en el 2005 tuve la oportunidad de ser parte de la rotación de los White Sox en postemporada.
Recuerdo que primero ganamos contra Boston. Ozzie me dio la bola como en el juego inicial, tiré ocho innings y de ahí en adelante barrimos a los Red Sox. En la Serie de Campeonato vamos con los Angelinos y perdimos 3-2 en el arranque, pero después nos levantamos y tirar cuatro juegos completos: Mark Buehrle, John Garland, Freddy García y yo. Los liquidamos. Creo que es difícil que eso se vuelva a hacer, más como han cambiado las reglas y la filosofía del pitcheo, con los abridores que tiran cinco o seis entradas a lo sumo.
Ozzie me dio la oportunidad de tirar el quinto juego completo contra los Angelinos, y unos días después abrir el partido número uno de la Serie Mundial contra Roger Clemens. Ese ha sido el juego más grande que yo he tenido en mi carrera, no por lo que hice en la lomita, sino el más grande por tener la responsabilidad del juego uno de la Serie Mundial ante Clemens, mi ídolo. Ganamos y ya posteriormente nos coronarnos campeones de la World Series con barrida frente a los Astros. Lo más grande de mi carrera…
Después de Chicago pasaste por varios lugares, incluso en Asia. ¿Crees que le diste demasiado largo a tu carrera en la lomita?
Después de salir de las Grandes Ligas me fui a México, me fui a Taiwan y volví a México. La gente decía que Contreras se estaba gastando, que por qué seguía lanzando si ya estaba viejo, toda una serie de cosas. Pero no, yo disfruté siempre, llevé a equipos a discutir campeonatos, mi familia lo disfrutó, mi hijo lo disfrutó…
Yo paré cuando mi hijo me comentó que quería dejar la escuela online y comenzar a estudiar normalmente en un colegio. El juego que tiré después de eso fue el último de mi carrera, y me retiré. Si él no me hubiera dicho nada, tal vez yo estuviera todavía en el terreno con todo el amor del mundo, porque el beisbol es mi vida, yo lo disfruto y, por qué no, si mi brazo está bien, puedo competir y fajarme.
No obstante, creo que fue la mejor decisión porque ya mi tiempo pasó, ahora hay que dedicarles tiempo a los muchachos…
Siempre se habla mucho de los buenos momentos en la vida de un deportista, pero se habla poco de los malos. ¿Cuál fue el peor momento en la carrera deportiva de Contreras?
Sí, es verdad, se habla de los buenos momentos pero uno tiene muchos malos recuerdos también. No importa si fuiste una estrella o ganaste muchos juegos, siempre hay muchos malos momentos. Para mí, el peor fue cuando me hicieron la cirugía Tommy John, sentí como que mi cuerpo me traicionó. Yo tenía 40, casi 41 años, y pensé que ya era tiempo de terminar, pero pude hacer una buena rehabilitación y Dios me dio la oportunidad de volver un año más al terreno, tirar con los Piratas de Pittsburg y ya después jugar tres o cuatro años más fuera de Estados Unidos.
Creo que ese fue el peor momento, porque si tienes un juego malo, puedes venir a la loma de nuevo y hacerlo mejor. Igual pasa si tienes una semana mala, un mes malo, pero ya con una lesión de gravedad es diferente. Piensas: “¿Y ahora?”. No puedes volver a desquitarte y ya a mi edad era difícil, pero gracias a Dios tuve buenos doctores y terapistas y pude regresar.
En muchas ocasiones has dicho que soñaste con seguir representando a Cuba después de emigrar, pero lamentablemente no se dio. ¿Ves muy lejana ahora la posibilidad de que los cubanos que juegan en Grandes Ligas puedan representar a su país en un gran evento como el Clásico?
Esa fue otra de las razones por la cual yo aguanté y aguanté, y traté de mantenerme activo a ver si se abrían las puertas y podía retirarme con la camiseta del equipo nacional. Pero bueno, no se dio y en verdad no entiendo los motivos, porque ahora veo que los futbolistas pueden regresar a Cuba y participar, la gente del voleibol también, y no ha pasado nada.
En el beisbol, yo no veo ese día en que esos muchachos puedan regresar, usar de nuevo la camisa del equipo nacional como lo hace Venezuela, como lo hace Japón, como lo hacen todos los peloteros del mundo, todos los atletas del mundo que vuelven a jugar y representar a su país. Hace diez años dije que estábamos cerca, pero no, seguimos en lo mismo.
Vamos a suponer que eres manager por un minuto y que puedes escoger al equipo ideal de los peloteros con los que jugaste, y a un solo bateador para un momento decisivo de un partido. ¿Quiénes serían tus hombres?
Bueno mi hermano, ahí sí está feo porque yo creo que sería el manager más malo del mundo. El equipo de los cubanos que jugaron conmigo sería Ariel Pestano de cátcher, Orestes Kindelán en primera, Antonio Pacheco en segunda, Germán Mesa en el campo corto, Omar Linares en tercera, Lourdes Gurriel en el left field, Víctor Mesa en el center, Luis Giraldo Casanova en el right, y de designado te voy a poner un zurdo y un derecho: Frederich Cepeda y Yuli Gurriel, dos de la misma ciudad para que no se pongan bravos.
El pitcher abridor derecho es Pedro Luis Lazo, contra el equipo que venga ese mi primer abridor. Y si vamos a poner un zurdo en la rotación sería el mejor de Cuba: Jorge Luis “Tati” Valdés.
Y bueno, a la hora cero, a quién yo quiero tener siempre en el cajón de bateo. Definitivamente al que no salvó la vida mil veces, Lourdes Gurriel, uno de los hombres más oportunos que ha pasado por el beisbol cubano. Y te voy a dar el line up también: “El Loco” Mesa primer bate, Antonio Pacheco el segundo, Omar Linares tercer palo, Casanova de cuarto bate, Kindelán quinto, ponemos a Lourdes de sexto, el designado, Yuliesky o Frederich de séptimo, octavo Ariel Pestano, noveno bate Germán Mesa. El abridor, ya te dije, Pedro Luis Lazo, y si hace falta cerrar el juego dejo a Pedro Luis Lazo en la loma.
Ese es mi equipo. De los cubanos que jugaron conmigo, creo que son los mejores en cada posición.
Mirando en retrospectiva, ¿quiénes son las personas imprescindibles en la vida y en la carrera de José Ariel Contreras?
Primero, mi papá, Florentino Contreras que Dios lo tenga en la gloria. Era mi ídolo como persona, como amigo, como padre, como hermano y también como pelotero, porque jugó con el Deportivo Blanquitas hace mucho tiempo atrás. A él ha sido a quien más yo he respetado en el mundo y me enseñó justo a eso, a respetar y a trabajar duro.
También mi mamá, que me dio la vida y me educó, y mis hermanos. Tengo a Francisco Contreras mi hermano mayor, Francisca, Luz María, Nancy, Aracelys, Elizabel, que Dios la tenga en la gloria porque hace cinco meses falleció, y Humberto Contreras, otro de mis ídolos. Yo quería ser como él en todos los sentidos, desgraciadamente murió ya hace siete años.
En sentido general, toda mi familia es imprescindible en mi carrera. Mi esposa, mis hijos, mis hijastros. Ellos han estado ahí en las buenas y en las malas, apoyándome. Y debo mencionar también a mi segundo padre, Jesús Guerra Hernández, mi mentor, lamentablemente fallecido hace tres años. Él fue quien me sacó del campo, de sembrar boniato, y me llevó a la academia. Me hizo pelotero y me hizo persona.
Es otro de los hombres que más yo he respetado en mi vida. Siempre, estando aquí o en cualquier lugar, lo llamé para que me aconsejara, igual que a mi papá, y me mostraron el camino tanto dentro como fuera del beisbol.
Quisiera mencionar también a todos los que han tenido que ver en mi carrera, sin pasar por alto los entrenadores con los que empecé en Pinar del Río y los del equipo nacional: Julio Romero, Román Suárez, mi manager Jorge Fuentes, Alfonso Urquiola, José Manuel Cortina, Pedrito Pérez… Y bueno, mencionar además a Joe Torre, un gran manager, y Ozzie Guillén, dos con los que trabajé en Grandes Ligas. Me faltan, pero son muchos, porque lancé durante 27 años y tanta gente tuvo que ver con mi carrera, con mi desarrollo dentro y fuera del terreno.