En la concurrida y convulsa avenida 10 de Agosto de Quito hay un pequeño local con un letrero que dice Taller Galería “Daily”. Es de una pintora cubana de Tapaste, Mayabeque, que se formó como instructora de arte en Cuba.
“Este lugar es mi propio espacio, mi refugio, aquí pinto mis cuadros, imparto clases de artes plásticas, vendo mi propia obra y tengo un rincón para vender bisutería y ropa de uso. Tal vez no me aporta todo lo que necesito en el sentido material, pero tampoco pierdo y sí me ofrece mucha tranquilidad”.
Su madre trabajaba en la Casa de Cultura de Tapaste, por eso ella participaba de muchos talleres artísticos. Pasó por teatro, danza, música, pero al final pintura fue lo que más le gustó.
Confiesa que la niñez y la adolescencia fueron las mejores etapas de su vida. Creció entre el campo y la ciudad: disfrutaba de la tranquilidad rural pero también tuvo acceso a conciertos, festivales de cine y exposiciones.
Después de graduarse como instructora de arte cumplió misión en Venezuela y esa salida de Cuba despertó en ella una chispa para seguir conociendo el mundo.
“La misión en Venezuela y salir de Cuba me hicieron querer seguir explorando. Tenía varias opciones: México, El Salvador y Ecuador, el más tranquilo en aquel entonces era Ecuador y, como mi experiencia en Venezuela no fue muy buena en temas de seguridad, ese fue mi parámetro de elección”.
Dos cosas la enamoraron de Quito a primera vista. Una, que es un lugar con frío pero no nieva y eso era algo que había deseado muchas veces. Y la segunda fue la diversidad de frutas disponibles.
“Ahora puedo decir que Ecuador es mi segunda patria, y me ha enseñado que todos somos personas, con diferentes acentos y culturas, pero la esencia es la misma. Hay gente buena y mala en todos los lugares, lo que debes hacer es elegir con quién relacionarte y construir tu micromundo”.
Un accidente de moto le dejó como saldo una fractura en la tibia y el peroné. Requirió cinco cirugías en Quito en un mes y la probabilidad de amputarle la pierna, así que regresó a Cuba para hacerse la sexta operación, la más difícil, la más complicada.
Debido a la situación en Cuba tuvo que esperar cerca de dos años para que esto ocurriera y en ese lapso llegó la pandemia. Esto la dejó tres años con muletas.
Ella, una guerrera, aprovechó el tiempo e hizo una Maestría en Desarrollo Comunitario y se preocupó cuidadosamente de no perder su residencia en Ecuador.
Para salir adelante Daily imparte clases y talleres, pinta por encargo, hace diseño de interiores y además cuida a Juan, un chico no vidente, hijo de una amiga y alumna que tuvo que viajar a Francia por cuestiones de salud. Así se ahorra el arriendo y parte de la comida.
Claro que no sueña con tener esta circunstancia para siempre. Ahora está tramitando sus papeles de maestría para optar por una plaza de profesora universitaria que le permitiría tener un trabajo fijo.
Daily atesora su relación con Cuba, con sus amigos, aunque la mayoría se fueron de la isla. Es dueña de una alegría contagiosa y un optimismo desbordante, pero cuando va a Cuba la situación la desborda.
“Cuba está muy deteriorada económicamente y eso ha traído un deterioro en lo moral, y en lo humano. Ha mermado mucho la actitud solidaria, el altruismo, ha crecido la insensibilidad. Ya Cuba no es la Cuba en la que crecí, las calles están desoladas, quedan pocos jóvenes y a los que quedan se les ve la tristeza. Es una tristeza que se contagia”.
Maravillosa biografía de Daily Guerrero en la que tengo una pequeña participación como su amigo. Es increíble como leyendo esta historia que conocemos personalmente nos hace reaccionar a cuán excitante y extraordinaria es la vida de las personas que nos rodean. Y como bien dice el encabezado, Daily es una guerrera.