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En el corazón de la Habana Vieja, allí donde se cruzan las calles Oficios y Muralla, se encuentra un remanso de paz en medio del bullicio y el trasiego citadino. Su nombre rinde tributo a una gran figura universal y resuena a aventura y ciencia: el Parque Alejandro de Humboldt.
Bien alejado, tanto en dimensiones como en distancia, del parque natural de igual nombre situado en el extremo oriental de Cuba, este espacio habanero, aunque modesto en tamaño, no está exento de historia y encanto. Como antesala verde al Museo Casa Alejandro de Humboldt, establece un diálogo silencioso entre la naturaleza urbana y la memoria de la ciudad.


El parque recuerda a un gigante de la ciencia: el naturalista y explorador alemán Alejandro de Humboldt. Su relevante labor en Cuba, donde documentó con minuciosidad tanto su geografía y naturaleza como la sociedad de principios del siglo XIX, marcó un punto de inflexión en la isla y su divulgación internacional, al punto que se le reconoce como el “segundo descubridor de Cuba”.
Junto al cercano museo también dedicado a Humboldt, este pequeño rincón de la ciudad perpetúa su legado y nos invita a recordar a un hombre cuya curiosidad no conocía fronteras. Su efigie, obra del escultor cubano José Vilalta de Saavedra, preside el parque con solemnidad.


Junto al busto de Humboldt, el parque recuerda a otras figuras de la ciencia y la historia, al tiempo que ofrece una oportunidad prácticamente única en su entorno para la tranquilidad y la contemplación. Con sus árboles, jardines y bancos, invita al descanso del ajetreo cotidiano o el andar turístico, mientras, a solo unos metros, la vida citadina continúa con su ritmo habitual.
Su ambiente sosegado se complementa con la presencia de perros y gatos callejeros, que encuentran allí un refugio, al cuidado de vecinos y visitantes. Todo ello refuerza la calidez y excepcionalidad de un lugar que, aunque tampoco es ajeno a la crisis, ofrece un abrazo íntimo y acogedor de historia, ciencia y humanidad en el centro histórico habanero.
Así nos lo presenta nuestro corresponsal Otmaro Rodríguez en su habitual recorrido fotográfico de domingo.




















