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En el municipio Diez de Octubre, en La Habana, se encuentra el reparto Sevillano. No es el barrio más conocido de ese territorio habanero, pero sí uno de los más tranquilos y conservados, aunque tampoco escapa del impacto del tiempo y de la crisis.
Vecino de otras conocidas barriadas como La Víbora, el Sevillano limita también con el municipio Arroyo Naranjo, del que lo separa la línea del ferrocarril. Con cerca de un kilometro cuadrado de extensión, también le sirven como frontera en otras direcciones importantes arterias de la zona, como las calzadas de Vento y Diez de Octubre, y la Avenida de Acosta.
Devenido en Consejo Popular, el reparto Sevillano data de la primera mitad del siglo XX y fue concebido inicialmente como un espacio residencial de clase media, con casas confortables y centros educativos, sanitarios y comerciales para sus residentes.
No fue el barrio más lujoso ni adinerado de La Habana, pero sí un sitio tranquilo y acogedor, con parques como el de Córdoba y el nombrado como el propio reparto. Allí también se construyó la conocida Villa Marista, fundada como colegio y sanatorio por la congregación católica de igual nombre, convertida luego y hasta hoy en la sede y centro de detención de la Seguridad del Estado.
Aunque aún conserva edificaciones en buen estado, como vestigios de su esplendor de antaño, el Sevillano exhibe hoy también los efectos de la prolongada crisis económica en la isla. No se trata solo de grietas en paredes, aceras y pavimento, sino también de huellas de la desidia institucional y social, como la basura que se amontona pestilente en algunas calles y esquinas.
Hasta este reparto habanero llegó días atrás el fotorreportero Otmaro Rodríguez en uno de sus habituales recorridos por la capital cubana. Y así nos lo muestra ahora, con sus luces y sombras, con sus heridas y lugares emblemáticos, con su trasiego cotidiano en medio de la crisis.