Caballos y humanos comparten la Tierra desde hace miles de años. No siempre estuvieron juntos, azuzados unos y otros por la necesidad de supervivencia, pero finalmente unieron sus caminos.
Fue en las estepas euroasiáticas, hace más de 5 mil años, donde nuestros antepasados comenzaron a domesticar un antiguo linaje de caballos. Aquellos animales se extinguieron, pero la práctica se extendió a otras regiones y otros linajes, cuya huella genética sí llega hasta los equinos domésticos de hoy.
Desde entonces, caballos y humanos han compartido suerte, y esta relación ha moldeado el curso de la historia.
A través de los siglos, los equinos han sido fieles compañeros. Su impacto en el desarrollo de la humanidad ha sido notable, lo mismo en la alimentación que en el transporte, en la agricultura que en las comunicaciones.
Sobre el lomo de los caballos, o en carros tirados por estos, se librarían batallas y tendrían lugar grandes conquistas. Además, se realizarán travesías enormes y se trasladarían alimentos y materiales para la construcción de pueblos y ciudades.
La revolución industrial y la invención del motor vendría, muchos siglos después, a relegar a los caballos de varias de sus funciones tradicionales. Pero, aun así, el lazo que los une es indisoluble.
Hasta hoy siguen tirando de coches y arados. O llevando cargas y pasajeros. O participando en terapias y ayudando a enfermos. O mostrando su donaire y fuerza en espectáculos artísticos y lides de rodeo. O exhibiendo su velocidad y elegancia en competencias de saltos y carreras, fundidos con su jinete como un solo ser.
En la equitación, caballo y jinete deben compenetrarse al máximo para alcanzar el mejor rendimiento. Deben convertirse en un binomio perfecto, al punto de desdibujar las fronteras físicas entre ellos. Y también las espirituales.
Para descubrir este vínculo no es indispensable disfrutar de unos Juegos Olímpicos o un Mundial. O apreciar alguno de los torneos internacionales que se realizan a lo largo del mundo. También en Cuba, en La Habana, es posible hacerlo.
En las afueras de la ciudad, entorno al Parque Lenin, se hallan el Centro Ecuestre y la Escuela Nacional de Equitación. Perteneciente al Grupo Empresarial Flora y Fauna, que lleva adelante un programa de desarrollo genético equino, en este lugar se enseña y entrena una disciplina deportiva de indiscutible belleza.
Hasta allí fue nuestro fotorreportero Otmaro Rodríguez, quien propone una mirada contemporánea desde Cuba no solo a un deporte, sino a la cercana relación entre caballos y personas, un vínculo que se remonta a varios milenios.