En la calle Baratillo, donde alguna vez estuvo la casa del Marqués de Jústiz de Santa Ana, se encuentra la feria de antigüedades de La Habana Vieja. Aunque en principio se pensó como un espacio principalmente para la venta de libros antiguos, en realidad es mucho más.
La feria abrió sus puertas en su actual ubicación ocho años atrás, en 2017. Hasta entonces se situaba en un entorno más turístico y acogedor: la Plaza de Armas. Sin embargo, una prohibición establecida a fines del año anterior impuso su traslado hacia un sitio cercano pero menos visible.
Situada en la esquina del callejón de Jústiz, la sede de la feria fue también en la década de 1980 la la llamada Casa de la Comedia. El lugar fue rehabilitado para acoger esa institución, en homenaje a la primera casa que sirvió de teatro en La Habana, ubicada en ese mismo callejón.
Sin embargo, a pesar de que mantuvo una activa vida cultural en su momento, la edificación volvió a deteriorarse con el paso del tiempo. Por ello, su espacio semi ruinoso fue intervenido por la Oficina del Historiador y convertido en la Feria de Libros antiguos y de antigüedades en general.
Aunque los libreros y vendedores lamentaron la mudanza desde la Plaza de Armas, por la pérdida de visibilidad y clientela, la feria se ha mantenido en su sitio actual. Desde allí ha sido testigo de la agudización de la crisis económica y el declive del turismo, su principal fuente de ingresos.
A pesar de todo, sobrevive contra viento y marea, y aunque ya no es frecuentada por la habitual oleada de turistas de años atrás, siguen recibiendo visitantes extranjeros y hasta algunos cubanos curiosos. Sus precios, lógicamente, han ido moviéndose a la par de los tiempos.
En la feria los libros siguen siendo protagonistas: de Historia, de temas religiosos y otros relativos a la Revolución cubana. Pero también se venden revistas, discos, sellos, billetes y muchos objetos antiguos, figuras de bronce y hasta longevas cámaras fotográficas. Es un lugar de sorpresas.
Hasta allí llegó esta semana el fotorreportero Otmaro Rodríguez, quien nos descubre con sus imágenes este sui géneris y escondido sitio del centro histórico habanero y, sobre todo, las reliquias y antigüedades de la feria, parte también de la historia de La Habana y de Cuba.