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El reparto Martí no es el barrio más conocido de La Habana. Tampoco el más vistoso e icónico por sus construcciones. Muchos de fuera de la zona, o de otras partes de Cuba, probablemente no sepan con exactitud su ubicación o siquiera hayan oído hablar de él.
Sin embargo, es un reparto habanero como el que más, con sus peculiaridades y distinciones, pero también con no pocos problemas. Es, de cierta forma, un espejo de las cada vez más extendidas dificultades que enturbian el paisaje y la vida cotidiana de los cubanos.
Comunidad mayormente humilde, situada en el actual municipio Cerro, el reparto Martí surgió como una barriada obrera en una zona entonces periférica de La Habana, que con el tiempo y el sostenido crecimiento de la capital cubana fue integrándose al entramado citadino.
Próximo a la avenida de Rancho Boyeros, forma parte del Consejo Popular Armada, que comparte con el más reputado reparto Casino Deportivo y otros barrios colindantes. Se trata de una zona principalmente residencial en la que alternan edificios de baja altura y construcción reciente con viviendas de diferentes características y condiciones, según las posibilidades de sus habitantes.
Como comunidad, el reparto Martí es un retrato de la vida en muchas partes de La Habana y toda Cuba, más allá de similitudes o diferencias sociales y arquitectónicas.
Junto a sus casas e instituciones estatales y también algunos negocios privados, en su entorno no faltan las calles y construcciones deterioradas —en contraste con otras en mejor estado—, salideros que empantanan sus vías y basureros que se desbordan y expanden, como testimonio de la crisis y la desidia ya naturalizadas, relegadas ante otras necesidades más perentorias.
Así nos lo muestra este domingo el fotorreportero Otmaro Rodríguez, tras un reciente recorrido por esta quizá menos conocida, pero en no pocos sentidos paradigmática barriada habanera.