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Cuando se dice La Punta, en La Habana, se piensa de inmediato —y con toda lógica— en el castillo de San Salvador de La Punta, una de las primeras fortificaciones habaneras, situada a la entrada de la bahía, justo enfrente del Castillo de los Tres Reyes del Morro.
El castillo de La Punta, como se le conoce popularmente, fue edificado —a la par del Morro y La Fuerza— para reforzar la entonces precaria defensa de la ciudad en la segunda mitad del siglo XVI, luego del devastador ataque del pirata francés Jacques de Sores. Su trazado fue obra del célebre ingeniero Bautista Antonelli, su construcción tardó varios años y pasó por no pocas dificultades.
Podría pensarse que la zona conocida hoy como La Punta debe su nombre al castillo, rodeado por un foso poco profundo y excavado en la propia roca del litoral habanero. Sin embargo, la fortificación —convertida en museo tras la declaración del centro histórico y su sistema defensivo como Patrimonio de la Humanidad— en realidad tomó el nombre que ya se le daba al lugar.
En el siglo XVI, antes de que se colocaran las primeras piedras del castillo, ya la zona era conocida como La Punta por estar situada, precisamente, en una de las puntas de la bahía. Por su posición estratégica, las autoridades comenzaron a colocar allí vigías y trincheras, e incluso hubo un pequeño fuerte antes de la actual fortaleza, que terminó afianzando la denominación del sitio.
Por su pasado, su cotidianidad y sus lugares aledaños, la explanada de La Punta es ciertamente más que el emblemático castillo, actualmente en reparación. Es un sitio habitual de paseantes y pescadores, de turistas y enamorados, cuya historia está marcada también por el fusilamiento en 1871 de los ocho estudiantes de medicina, recordados con un simbólico y necesario monumento.
En la zona también se recuerda con un busto a Fermín Valdés Domínguez, compañero de estudio de los fusilados, condenado él mismo en aquellos fatídicos sucesos y quien dedicó gran parte de su vida a demostrar la inocencia de los jóvenes estudiantes e impulsó el monumento en su honor.
La Punta es un sitio de esparcimiento y también de memoria. Además de los monumentos ya mencionados, en la zona también se recuerdan figuras como el patriota venezolano Francisco de Miranda, el militar y explorador canadiense Pierre le Moyne d’lberville y el Generalísimo Máximo Gómez, y se exhiben los emotivos versos de “Mi bandera”, del poeta matancero Bonifacio Byrne.
En las cercanías de La Punta, por demás, confluyen importantes arterias habaneras, como el Paseo del Prado, la calle San Lázaro y la Avenida del Malecón. Igualmente se ubica una de las entradas del túnel de la bahía y varios parques, y se levantan edificaciones antiguas y recientes, como la actual Embajada de España en Cuba y los lujosos hoteles Grand Packard y Paseo del Prado.
Por este emblemático espacio de La Habana estuvo días atrás el fotorreportero Otmaro Rodríguez, quien con sus imágenes nos confirma que la zona de La Punta es más que su histórico castillo.