A unos 15 kilómetros de la ciudad de Trinidad se levanta la que para muchos es la torre más famosa de Cuba: la del antiguo ingenio Manaca Iznaga.
La torre, de cerca de 45 metros de altura, es la joya de la corona de uno de los sitios más conocidos de la geografía cubana: el extenso Valle de los Ingenios. Junto a la villa trinitaria, el Valle fue reconocido en 1988 por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Edificada en siete niveles con el empleo de formas geométricas que van del cuadrado al octógono, la torre Manaca Iznaga destaca también por una sólida estructura de arcos espaciosos y una escalera interna desde la base hasta lo más alto.
Entre 1815 y 1830 Don Alejo María del Carmen Iznaga, propietario del ingenio, ordenó construirla. El nacimiento de la torre está rodeado por un halo de leyenda.
Según se cuenta, su construcción fue fruto de una apuesta entre Alejo y su hermano Pedro, quienes se disputaban el amor de una joven. Otra leyenda, más tenebrosa, afirma que el hacendado mandó a levantar la torre para encerrar en ella a su esposa por haberle sido infiel.
Sin embargo, versiones menos imaginativas le atribuyen un origen más práctico a la edificación: servir de campanario y atalaya de los amplios terrenos del ingenio. Desde ella, se asegura, se vigilaban las plantaciones ante posibles incendios, fugas y revueltas de esclavos y hasta incursiones de bandidos y piratas.
Mientras, sus campanas servían para llamar a la oración y marcaban el inicio y el fin de la jornada de trabajo de los esclavos en los campos de caña.
Dos siglos después, la emblemática torre sigue en pie, convertida en símbolo de la arquitectura colonial cubana y en testigo del paso inapelable del tiempo. En todos sus años ha soportado el asedio del ser humano y de la naturaleza, y ha perseverado para llegar hasta hoy como una promocionada atracción turística y un privilegiado mirador del valle que la rodea.
Pero Manaca Iznaga es más que su célebre torre. El batey del antiguo ingenio conserva también otras edificaciones de valor patrimonial, como la casa de vivienda, el caserío donde habitaron los esclavos de la dotación y la nave que sirvió de enfermería.
Por si fuera poco, la comunidad asentada en la zona es también conocida por su producción artesanal. La lencería, el bordado, el tejido y el trabajo con fibras naturales son tradiciones que conservan allí su vitalidad y otra de las atracciones del lugar para los turistas y otros visitantes. Uno de estos últimos fue nuestro fotorreportero Otmaro Rodríguez.
Yo estuve ahi en los años 90 y el guia del museo mencionó que un los 2 compitieron construyendo una torre y el otro un pozo.