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En el Vedado habanero, a pocas cuadras del icónico Malecón y también de la calle Línea, se encuentra el parque Gonzalo de Quesada.
Lo que en sus inicios fue un hermoso sitio de recreo en el entonces aristocrático barrio, sufre hoy un progresivo deterioro catalizado por la crisis que también afecta su entorno.
El parque —edificado en 1915 y enclavado en la manzana que limitan las calles C, D, 5 y 7— honra con su nombre y con un monumento al ilustre patriota Gonzalo de Quesada y Aróstegui, colaborador y albacea literario de José Martí.
Pero a la vez, es también conocido como parque Villalón, apellido del secretario de Obras Públicas en aquel entonces, por cuya iniciativa se llevaron adelante las obras constructivas en el lugar.
El parque Gonzalo de Quesada abarca un área de unos 10 mil metros cuadrados. No se trata de un simple espacio abierto, sino que desde su inauguración, más de un siglo atrás, fue ataviado con pérgolas, farolas, bancos y lozas de mármol, y también con arbolado y otras áreas verdes.
Estos elementos se han mantenido allí, si bien han sufrido los rigores de la desidia y el tiempo.
Uno de los aspectos distintivos del parque fue la ubicación en él de la escultura del dios Neptuno, que antes peregrinó por varios lugares de La Habana tras llegar desde Italia en tiempos de la colonia por orden del Capitán General Miguel Tacón.
La escultura se mantuvo en ese sitio hasta que, tras unos trabajos de restauración a fines del siglo XX, fue devuelta a las inmediaciones de la bahía habanera, y en su lugar se colocó una figura de la diosa Venus.
Aunque ha tenido varias restauraciones, el tiempo, el maltrato y la crisis han hecho mella en el Parque Gonzalo de Quesada, como en tantos otros sitios y construcciones de Cuba.
Columnas cuarteadas, farolas caídas, bancos “pirateados”, grafitis y daños en varias estructuras, signos de suciedad y abandono, son parte de su paisaje cotidiano. En una esquina, las ruinas del teatro Amadeo Roldán también contrastan con los lujosos hoteles que se levantan en la cercanía.
Así se nos revela hoy este parque habanero a través de las fotos de Otmaro Rodríguez, testimonio de su decadencia actual, aun cuando sigue siendo un sitio de tránsito de vecinos y caminantes.