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Por encima de la debacle económica confirmada por el Gobierno ante la Asamblea Nacional y los interminables apagones que sufre el país, con récord negativo de déficit incluido, ha sido una ahora exministra quien ha provocado la mayor reacción de los cubanos en los últimos días y ha encendido las redes sociales con sus censurables declaraciones ante el parlamento. Y con sobrada razón.
Marta Elena Feitó Cabrera, hasta solo unos días al frente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, provocó el rechazo de millones dentro y fuera de Cuba —también suscitó titulares de la prensa internacional— al negar la existencia de mendigos en la isla y afirmar que los muchos que se ven como tal en las calles cubanas son personas “disfrazadas” que buscan “un modo de vida fácil”.

“Hemos visto personas, aparentemente mendigos. Cuando usted les mira las manos, les mira las ropas que llevan esas personas, están disfrazadas de mendigos, no son mendigos. En Cuba no hay mendigos”, afirmó la ministra el pasado lunes ante los diputados de dos comisiones de la Asamblea que no rebatieron sus palabras y, por demás, aplaudieron su intervención.
Incluso, fue más allá al cargar contra quienes limpian parabrisas y piden dinero en los semáforos y contra los llamados “buzos” de la basura en la isla, de quienes dijo que eran “ilegales del trabajo por cuenta propia que están violando el fisco”. “Los buzos están en el agua”, llegó a asegurar.
Las declaraciones de Feitó Cabrera, publicadas como parte de un resumen de las sesiones parlamentarias, tuvieron un eco inmediato en las redes, donde se multiplicaron las críticas contra la ministra, los diputados que no interpelaron sus palabras y el propio Gobierno. Tanto opositores como sectores del oficialismo, intelectuales como población en general, estallaron indignados.
La situación escaló rápidamente en la opinión pública y llevó al presidente Díaz-Canel a reprobar lo dicho por la ministra y afirmar que los funcionarios públicos no pueden “actuar con soberbia ni prepotencia, desconectados de las realidades que vivimos”. Apenas unas horas después se conocía la renuncia de Feitó Cabrera, quien admitió “sus errores” y fue “liberada” por el Gobierno.
Lo sucedido a raíz de las declaraciones de la entonces ministra resulta algo inédito en la isla, tanto por la magnitud y coincidencia de las reacciones en contra, como por su desenlace.
La celeridad con que transcurrió el proceso, desde sus palabras hasta la comunicación de su renuncia, al calor de los fuertes y masivos cuestionamientos, marca un precedente en el escenario político de Cuba.
Al mismo tiempo, aunque el Gobierno ha buscado desmarcarse de lo dicho por Feitó y presentarla como una excepcionalidad entre las autoridades de la isla, para no pocos analistas y cubanos de a pie, sus palabras son un indicativo de un enfoque del tema que es compartido o aceptado en el estamento gubernamental.
Sin embargo, más allá de la polémica y la veloz caída en desgracia de la exministra, hay una realidad triste y creciente que no cambia con su remoción: la de los miles de “vulnerables” y “deambulantes” —términos empleados por la narrativa oficial— que no se han “disfrazado”, sino que han llegado hasta ese punto empujados por los golpes de la vida y la crisis en la isla.
No todos los casos, ciertamente, son iguales, y el fenómeno de la mendicidad, la pobreza y la vulnerabilidad social en Cuba tiene sus grados y particularidades. Pero todos, desde los que buscan en la basura hasta los que deambulan en harapos y duermen a la intemperie, son una zona inoculable del duro retrato del país, un dolor inextinguible para la sociedad y una deuda política que no se salda con una renuncia.