La verdad es que no sé cómo se las arregla para estar en tantas cosas. Lourdes Quintero tiene 39 años y desde hace nueve vive en Ecuador. Después de graduarse en el Instituto Superior de Diseño (ISDI) en La Habana, trabajó como profesora y en diversos proyectos, pero su naturaleza aventurera la trajo a la mitad del mundo.
“Yo quería conocer. Creo que es una necesidad de todo ser humano explorar, hacer otros tipos de descubrimiento. No tenía mucha expectativa ni una idea concreta, simplemente quería salir y conocer otras culturas. Entonces fue Ecuador la que me dio la oportunidad”
Lu, como le decimos, reflexiona sobre la nueva sociedad donde le tocó vivir, ideas que le tomaron tiempo y que van desde lo colectivo pero que al final tienen que ver con ella misma. Muchas veces los migrantes llegan a un país con una mochila pesada de cultura, de formas, de maneras de pensar y también de prejuicios. Al principio le costó mucho estar en Ecuador porque no se sentía comprendida, hasta que se dio cuenta de que la que tenía que comprender era ella.
“Uno viene como esperando ciertas respuestas o acciones, códigos a los que está acostumbrado, maneras de interactuar, hasta que me di cuenta de que era yo la que tenía que cambiar y adaptarme. Eso es para mí el mayor acierto, la mayor satisfacción que tuve después de los tres primeros años”.
Una vez comprendido esto, las puertas se la abrieron de par en par, y comenzó a conformar su vida con nuevos patrones que mucha veces le hicieron reformularse el sentido de su propio ser. La Lu, que siempre había sido una estudiosa empedernida, una niña “concientona” como decimos en Cuba, trabaja como freelancer, y organiza su tiempo para hacer cosas que le gustan y para cultivar sus amistades y relaciones.
Uno de los procesos tal vez más interesantes para ella fue entrar a una batucada feminista. Los tambores le hicieron una llamada que la conducirían por vertientes de las que ella no era consciente. “Yo veía la batucada como algo increíble, una forma de protesta pacífica, así que mi parte musical me llevó a la parte social y política”.
Su conciencia como mujer negra se desarrolló aún más en Ecuador, al percibir la segregación de las comunidades afros y expresiones racistas en un país tan complejo étnicamente como Ecuador. Ese despertar fue reforzado por sus estudios afrolatinoamericanos en la FLACSO Brasil.
Lu puede pasar tiempo en la costa viviendo a metros de la playa o en una montaña, pero nunca incumple con los horarios de trabajo que ella misma se impone, asiste a clases de artes marciales para mujeres, hace yoga que le calma sus ansiedades, asiste a clases de danza afro que la conecta a sus orígenes y cuida de su perro o más bien ambos se cuidan, pues llegó a su vida para hacer una dupla inseparable. “Muni llegó a mi vida posiblemente para que nunca me sintiera sola. Él es puro amor, es un grandote tosco, pero es muy buen chico”.
Le es imposible separarse de sus raíces en esa contradicción hermosa de seguir conservando tu origen y de amar e integrarse a una nueva cultura con sus contradicciones y sus diferencias. “Obviamente, a uno a veces le da el gorrión por Cuba. Cuba siempre está ahí presente”.