Estoy lejos de Cuba y empiezo el año viendo en varios perfiles de Facebook el hashtag #ConMartiNoTeMetas. No entiendo nada.
Busco y rebusco y doy con la noticia de la profanación de varios bustos de José Martí en La Habana. Han vertido algo rojo, sangre, pintura, lo que sea, sobre bustos del Apóstol. Han sacado fotos y las han subido a las redes.
Se hacen llamar Clandestinos y juegan con la iconografía de la película del mismo nombre y de la serie española La Casa de Papel.
Obviamente repudio actos vandálicos como esos y me sumo a todos los que se han manifestado para defender la figura y memoria de nuestro Martí.
Hay mil formas de luchar por una Cuba mejor. No creo que ofender la figura del Apóstol sea una de ellas.
El tema de Clandestinos no me interesa mucho. Es coyuntural y pasará pronto. Al menos eso espero. Eso, estoy seguro, queremos millones de cubanos que respetamos la memoria de Martí.
Me interesa hablar de él. Ese Martí que todos conocemos, pero que a la vez, paradójicamente, puede ser para muchos cubanos un gran desconocido.
A Martí lo estudiamos en la escuela, leemos fragmentos de sus obras, conmemoramos su natalicio y poco más. Vemos los bustos por todos lados, muchos abandonados y destruidos; otros limpios y cuidados, como merece ese acompañante eterno que es Martí.
¿Cuántos cubanos dedicamos nuestro tiempo a estudiar a fondo la obra del Maestro? ¿Su vida tan compleja y fugaz? ¿Cuántos vamos más a allá de la rutina, del lugar común? Sé que muchos lo han hecho, pero esos muchos, desgraciadamente, son minoría.
Reconozco que soy de los que ha transitado solo lo básico del legado martiano.
De adolescente, a pesar de ser un buen lector, me aterraban los mil tomos enormes de las Obras Completas de José Martí. Siempre me preguntaba cómo hizo para escribir tanto un hombre que murió tan joven.
Pero lo hizo. Y deberíamos estudiar más su obra. Recientemente he leído un par textos suyos y confieso que ha sido un gran descubrimiento. Casi una epifanía.
Creo que estos repudiables actos vandálicos nos dan la oportunidad de volver a Martí. Volver todos, a nivel estatal, institucional, familiar, personal.
Tenemos que estudiarlo lo más a fondo posible. Hacer que nuestros hijos sepan, en estos tiempos de desidia y de tanta basura que atiborra las redes, quién fue ese cubano que dedicó su vida a servir a su patria, nuestra patria.
Busquemos a Martí. Él lo merece y nosotros lo necesitamos.