Un intenso olor a humo inunda el barrio, hay hogueras aquí y allá, judíos bailando, gente caminando deprisa y en todas direcciones, como hormigas. El barrio ultraortodoxo de Mea Shearim, en Jerusalén, luce algo alocado esta noche. Hay calles cerradas y los autos pitan con insistencia mientras intentan abrirse paso en medio del jolgorio. Es la noche del fuego, la noche en que los judíos de Israel y del mundo celebran el Lag Baomer.
Como todas las celebraciones hebreas, el Lag Baomer comienza al atardecer y termina 24 horas después, también al ponerse el sol.
Pero desde la mañana hay movimiento en Mea Shearim. En una guardería para bebés de familias ultraortodoxas, los profesores arman hogueras en miniatura y todos cantan y bailan. Los espío encaramado en un muro; pero, lamentablemente, no puedo entrar a hacerles fotos. Varias niñas de una escuela cercana los miran desde un balcón, pues la celebración, como casi todas las ceremonias hebreas, es solo para varones.
En el Lag Baomer los hombres y los niños bailan, cantan, sonríen, bromean y festejan a lo grande. Eso sí, sin nada de alcohol (al menos en público). Los judíos jaredíes engañan; sus largas barbas, sus tirabuzones, sus severos sombreros negros y su forma de vestir anticuada y sin color, los hacen parecer gente seria y aburrida. Pero son amantes de la música —hebrea— y el baile y son fanáticos del sonido tecno, que pueden escuchar hasta la saciedad a volúmenes insoportables.
Eso los hombres. Las mujeres ultraortodoxas, tengan la edad que tengan, deben conservar una actitud “modesta”. Por eso durante el Lag Baomer, mientras ellos se despelotan bailando o celebran sus ceremonias religiosas, ellas los observan desde áreas demarcadas con vallas y cubiertas con una fina red que les permite ver sin ser vistas. Tampoco pueden ser fotografiadas, logré apenas hacer un par de fotos y me costó un buen regaño en hebreo.
Lag Baomer se celebra entre las festividades judías del Pesaj y el Shavuot, exactamente el día 39. Hace 2 mil años, en una fecha similiar concluyó de repente una epidemia que había cobrado la vida de todos los discípulos del rabino Akiva. El cese de las muertes fue motivo de celebración y alegría para el pueblo judío. Por eso el Lag Baomer representa la transición de un período de duelo a uno más alegre. El mismo día, años después, falleció el principal discípulo de Akiva, rabino Shimon Bar Yohai, gran sabio, conocedor profundo de los secretos de la Torá y uno de los fundadores de la Cabala.
Cuentan que Bar Yohai pidió a sus alumnos que conmemoraran con alegría cada aniversario de su muerte. Por ello, aunque Lag Baomer se celebra en todo Israel, el principal lugar de peregrinación es el Monte Merón, en el norte del país, donde descansan los restos de Yohai y a donde acuden cada año miles de judíos, sobre todo ultraortodoxos, que encienden hogueras y cantan y bailan durante la noche.
En la celebración de Lag Baomer de 2021, en la tumba de Bar Yohai se produjo una estampida que costó la vida a 45 personas y en la que otras 100 resultaron heridas. Según las autoridades, se habrían congregado más de 80 mil personas en un sitio en el que solo estaban previstas unas 10 mil.
Por fortuna anoche en Mea Shearim no hubo incidentes y, por lo que vi en la prensa al levantarme, tampoco en el resto del país.
No sé a qué hora habrá terminado el guateque. Me fui y los dejé en su salsa. En especial a los niños, que disfrutaban a lo grande del Lag Baomer. Ellos montaron las mayores hogueras y mantenían el fuego con todo lo que encontraban, corrían de un lado a otro buscando material quemable, lo mismo cajas de cartón que pedazos de madera, ropas y hasta algún viejo peluche abandonado.
Son esos niños los que mantendrán la tradición y seguirán haciendo cada año hogueras que representan la luz que Bar Yohai trajo al mundo a través de sus enseñanzas. Ojalá en el futuro las niñas estén junto a ellos, como iguales que son, y no semi escondidas tras cercas y vallas.