La primera vez que se encontraron, a Cata y Paula no les hizo falta que mediara palabra alguna para seducirse. Solo intercambiaron miradas y sonrieron. Ese acto se repetiría con más intensidad una y otra vez a lo largo de una conferencia de Paula, productora del mundo de la música independiente y gestora cultural, a la que Cata, que es cantautora, había asistido.
Al conocer de ese acercamiento inaugural de esta pareja de argentinas imagino que, para romper el hielo y evitar que se redujera todo al contacto visual, ambas pudieron haber tenido de aliado un sentimiento que les es tan común como familiar y que, tarde o temprano, terminaría por cruzar sus caminos: una canción.
Mientras fantaseo con esta semblanza pienso en un tema de la autoría de la propia Cata, que se llama “Pa’ lante” y comienza así:
Agárrate de esta copa de vino/ Agárrate que se agranda el camino/ Agárrate de tu voz/ Agárrate de tu arte/ Y agárrate de lo que está adelante…
Aunque había muchas personas delante suyo en aquel auditorio, Cata escogió cobijarse en la mirada de Paula, que también miraba con ojos brillosos a quien la enfocaba.
Sin embargo, también nerviosa, Paula pudo haber tomado la iniciativa para seducir a Cata. La hubiese sorprendido, incluso, de haber citado los mismos versos de “Pa’ Lante” porque, en esencia y a esa altura del encuentro, Paula ya los conocía y hasta los tarareaba desde que un amigo en común de las dos, le presentó la obra y el perfil de Facebook de la cantautora.
Alerto que lo anterior, aunque es un relato producto de mi invención, es una trama como la de esos filmes donde, después del título, aclaran que lo que veremos a continuación está basado en hechos reales.
En esencia, en sus primeros encuentros, siempre en ámbitos laborales, ninguna de las dos se animó a decirle nada a la otra. O sí, se comunicaron mucho, pero solo por medio de la mirada.
Hay un lenguaje visual, seductor, particular y con códigos propios que ocurre cuando dos personas del mismo sexo se gustan. Es un acto donde la mirada, protagonista y seductora, puede llegar a ser revolucionaria. Solo se produce en un momento de libertad plena y goce. Es una práctica, podría decir, que desde algunos siglos se desarrolla ante la estigmatización, prohibición y condena social del derecho de las personas a amar a otra sin importar la preferencia sexual.
Estos guiños visuales son diferentes de prácticas similares en la seducción entre heterosexuales. Desde los rituales ideológicos impuestos por la heteronormatividad es casi imposible percibir ese sublime intercambio de miradas.
Por eso sostengo, aunque no tengo pruebas pero tampoco dudas, mi teoría de que la canción que atravesó a Paula y Cata comenzó a escribirse a cuatro ojos, en ese primer cruce de miradas entre ambas. Fue tan intensa esa energía visual que, cuando se reencontraron un año después en Colombia, en otro evento sobre industrias culturales, fueron más los besos que las palabras.
Desde ese 1 de noviembre de 2018 nunca más se separaron. Comenzaron a compartir sus vidas, carreras, familias, amigos y sueños. En un viaje a São Paulo, Brasil, mientras estaban por cenar en restaurante y Cata estaba en el baño, Paula le escribió con crayola en una servilleta “¿Te casarías conmigo?” y se lo dejó encima de su plato. Cuando Cata regresó y advirtió el mensaje comenzó a llorar de la emoción. No dijo una palabra. No hacía falta. El ¡sí, quiero! fue una mirada fija a los ojos de su novia y el beso más largo y sublime que cuentan se ha visto por esos lares de São Paulo.
“El casamiento estaba en mi lista de deseos, claro que hace casi once años atrás ese deseo en Argentina estaba injustamente prohibido porque dos mujeres no podían casarse. Pero la consolidación de ese derecho llegó, y desde ese momento supe que en cuanto la oportunidad surgiera desde el amor, haría uso legítimo del mismo”, cuenta Paula.
Cata, por el contrario, advierte que ella no sintió el anhelo de casarse hasta convivir en una relación con Paula.
“Pensé que nunca me iba a casar. Nunca fue mi deseo. Al poco tiempo de estar de novia la idea comenzó a rondar como un juego. Yo le manifestaba a Paula que con ella iba hasta el fin del mundo. Para mí esa frase significa todo. Un día comenzamos a hablar del matrimonio. Le dije medio en chiste medio en verdad que, cuando quisiera, me sorprendiera y me lo propusiera. No dijo nada. Se quedó en silencio, me miró fijo y sonrió. Poco tiempo después, en un restaurante de São Paulo, me dejó muda y loca de amor con la propuesta”, rememora Cata.
El 15 de julio del 2010 en Argentina se avaló La Ley de Matrimonio Igualitario. El artículo 2 de la Ley establece que “el matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos, con independencia de que los contrayentes sean del mismo o de diferente sexo”.
Cata, por ese tiempo, experimentaba su primera relación homosexual. Era profesora de guitarra y las personas en su entorno laboral manifestaban su oposición a la Ley de Matrimonio Igualitario. Ella lo sufría en silencio.
“Si bien mi círculo cercano me apoyaba era muy fuerte convivir en un ambiente que denigraba mi elección de vida. Cuando salió la ley fue cómo poder gritar mi felicidad. Era una felicidad colectiva, un derecho que merecemos todas las persona”, cuenta Cata.
Paula, por su parte, ese día lloró mucho. “Pensé inmediatamente en la cantidad de parejas igualitarias que sufrieron una vida entera, que partieron sin ser reconocidos o reconocidas como pareja de la otra persona. Hay historias durísimas de personas que no pudieron incluso reconocer el cuerpo o despedirse del ser amado. Y no pudieron por no tener un papel que las legitimara como tal. Cuando te prohíben algo que no tiene sentido alguno, como la libertad de elegir a quien amar, con quien podes y con quien no podes unirte en matrimonio, por así decirlo, y tantas otras cosas, todo carece de sentido. Esto no fue ganar un derecho, sino que nos devolvieron un derecho adeudado en la sociedad. La sociedad ha sido muy dura y no ha dejado de serlo, pero el casamiento igualitario en la Argentina nos hace un poco mejores”, remata Paula.
La pareja fijó para el 27 de marzo de 2020 su boda. Tenían todo listo. Día y hora donde oficiarían el matrimonio civil. También estaban saldados hasta los más mínimos detalles de la fiesta, que venían planeando durante varios meses. Pero, a días de la cita, las novias se vieron obligadas a frenar absolutamente todo.
La momentánea suspensión del anhelado gran día para escuchar el célebre “sí, acepto” se debió a una “invitada” que nadie, absolutamente nadie sospechó que aparecería entonces en Argentina: La COVID-19.
Desde ya adelanto que las novias no se contagiaron con el virus mortal que desde hace más de un año tiene en vilo al planeta. Aunque en pandemia, la historia de Paula y Catalina está llena de acontecimientos felices.
La cuestión es que debido a la rápida expansión de la pandemia se decretó la cuarentena en todo el país, cinco días antes de la fecha pactada para el casorio.
Mientras el mundo se adecuaba a los tiempos marcados por el coronavirus, las chicas no dejaban de soñar con sus nupcias. Encerradas en su casa, improvisaron una boda simbólica online. Del otro lado de la pantalla, amigos en sus respectivos hogares alzaban sus copas y brindaban por la unión de Paula y Cata.
Un año después, el pasado 20 de febrero, lograron realizar su boda y la fiesta siguiendo los protocolos de sanidad.
En el juzgado, mientras solo podían entrar a la sala las novias y los testigos, familiares y amigos, desde afuera, asomados por las ventanas, seguían los detalles del momento. También, por una señal online, otras personas podían ver la velada. Los aplausos estallaron en el trascendental momento en que la jueza, en nombre de la ley, entre lágrimas, emocionada y reivindicando que existiera el matrimonio igualitario, declarara a Paula y a Cata unidas en matrimonio.
Las emociones con esta historia no terminan. En próximos meses podremos escribir un nuevo capítulo de esta historia para compartir detalles de la luna de miel de esta pareja. Y es que Cata y Paula compraron nada menos que una vieja camioneta, la cual van a convertir en una casa rodante para viajar por el mundo compartiendo miradas y canciones.