“Café Coca Cola”, rezaba el cartel que llamó mi atención en la fachada de un inmueble mientras caminaba por el barrio Santa Ana, en Ciudad Panamá. No es una publicidad más del archiconocido refresco: así se llama el restaurante, uno de los más antiguos del país y el único en el mundo autorizado a usar la marca como nombre.
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Dentro parece que el tiempo no ha pasado, o lo ha hecho muy lentamente. El mobiliario, con mesas de madera sobre un eje de hierro y taburetes, con una pequeña barra de bancos fijos y redondos tapizados de vinilo, parece que no ha cambiado en décadas. El resto de la decoración también juega con lo antiguo. Paredes enchapadas con madera hasta la mitad y el resto de un blanco impoluto donde cuelgan pinturas con paisajes urbanos del barrio. Por las ventanas entra una luz que también parece de antaño, en tonos sepia.
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Detrás del mostrador, una publicidad de Coca Cola sonríe a los clientes. Debajo están los artefactos quizá más modernos (de una modernidad de hace algunos años). Hay una gran máquina expendedora de café; en un costado, un televisor de pantalla plana sintonizado con un canal local y, a unos metros, una heladera con bebidas a la vista.
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Este micro universo es testigo mudo de una historia que se remonta a 1875, en tiempos en que Panamá formaba parte de Colombia. Faustino, un español de segunda generación, abrió el café en la intersección de la avenida Central y la Calle 12, a unos pasos de la Plaza Santa Ana. El negocio fue bautizado como Nueve Puertas, por la cantidad de accesos abiertos que tenía entonces. Hoy solo dos de ellas siguen en uso.
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El cambio de nombre ocurrió con la llegada de Coca Cola a Panamá, en 1906, cuando la empresa estadounidense estableció su fábrica en la Avenida Nacional para saciar la sed de miles de trabajadores que construían el Canal de Panamá. Fue en ese contexto que los dueños del café decidieron renombrarlo, con un permiso único de la empresa para usar su nombre y logo, algo impensable hoy día, con las leyes de Propiedad Intelectual vigentes.
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El lugar fue ganando popularidad como punto de encuentro por sus precios asequibles. Aún hoy ofrece una de las opciones más económicas para comer en el Casco Viejo. Es un sitio tanto de paso para tomarse un café o mitigar el calor con una cerveza o refresco con amigos, como para una salida en familia a degustar el amplio menú. Dicen que los platos con pescados y mariscos, el ceviche y la sopa de lenteja con carne son las especialidades más solicitadas de la casa.
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Se sabe de grandes personalidades que fueron habitués del Café Coca Cola. Políticos, poetas y enamorados han compartido mesas aquí. En 1953 Ernesto “Che” Guevara solía desayunar en el café durante su estancia en Panamá. También por esos años Juan Domingo Perón encontró aquí un punto de encuentro durante su exilio.
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No todo fue felicidad. En la década de los 50, Coca Cola intentó demandarlos en dos ocasiones; sin éxito. El nombre prevaleció y, con el tiempo, la relación entre las partes se suavizó. Hoy, en el World of Coca Cola de Atlanta, la exposición permanente que narra la historia de la compañía, con sus emblemáticos anuncios y una amplia variedad de áreas de diversión y atracciones, hay imágenes del café panameño y del Casco Viejo donde se encuentra enclavado.