Son las primeras horas de la noche del domingo y desde uno de los corredores del parque Calixto García, en la ciudad de Holguín, se preparan un grupo del músicos para dar un recital. No es una banda más. Son los del órgano oriental “El Chévere”, uno de los más populares de su tipo en la región.
Arrancan con el hit internacional “Despacito”, en una versión con un estilo muy peculiar: la sonoridad cromática y única de un órgano. Durante más de una hora harán gala de un repertorio fascinante donde no faltarán sones, danzones, guarachas y hasta una polkas rusa con tumbao montuno.
Las personas que están por los alrededores se van acercando. Incluso un par de jóvenes imbuidos en sus celulares en la zona wifi quedan atrapados por la melodía y comienzan a bailar en primera fila.
Es increíble que ha pasado ya más de un siglo -y mucha tecnología para hacer música- desde que el primer órgano de que se tenga noticia llegara a Cuba, y aún sigue haciendo bailar.
La historia comenzó a finales de siglo XIX, en Cienfuegos, donde desembarcó un órgano procedente de Francia. Luego de un par de vueltas el instrumento fue traslado a Manzanillo, donde fue muy demandado en bailes populares. Por eso, gracias el ingenio creador de algunos cubanos, comenzaron a fabricarse órganos criollos y a ser protagonistas hasta el día de hoy en fiestas y carnavales de la región oriental.
Estos muebles musicales y aparatosos se pasean de celebración en celebración por pueblos de Santiago de Cuba, Holguín, Granma, Las Tunas y Guantánamo. Antaño los músicos cargaban con el artefacto y recorrían kilómetros y kilómetros en carretas tiradas con bueyes. En el presente siguen esas giras aunque, como es lógico, ya en guaguas y camiones.
“Lo que suena es música molida”, me dice un señor cuando nota mi insistencia por hacerle fotos a este increíble aparato.
No es una alegoría eso de moler la música. En esencia el órgano es como un escaparate abierto, con cilindros y cientos de puntillas por donde pasa, al rotar una manivela, una inmensa cinta de cartón agujereada. Eso produce las notas musicales de cada canción que, a su vez, es acompañada por una banda que incluye pailas, claves, tumbadoras y güiro.
Cada órgano tiene un nombre y muchos pertenecen a una familia que los mantiene activos de generación en generación. Entre los apellidos más conocidos están los Ajo, los Cuayos y los Marrero, entre otras. Precisamente por salvaguardar este fenómeno de la música tradicional cubana, en 2017 el Órgano oriental fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación Cubana.
Carlos Rubiel Ávila, arreglista y compositor y uno de los más reconocidos organistas de la región, considera vital el aporte de músicos cubanos a la música de órganos en el mundo. “No es lo mismo la música de órganos que se escucha y toca en Europa, que la que se hace en Cuba. Aquí la proveemos de un sabor auténtico que nos identifica como nación. Es como si le echáramos nuestros ingredientes a un buen plato”.