En medio de la llanura costera Güirito-Punta de Mangle, se encuentra Caletones, un pueblito de pescadores y veraneo a 18 kilómetros de la ciudad de Gibara, en la provincia de Holguín. Aunque posee playas tranquilas, de arenas muy finas y blancas, lo que distingue este lugar del resto de los balnearios de la Isla es una decena de pozas naturales de agua salobre, entre la que se destaca “El tanque azul”, la mayor caverna inundada de la que se tenga noticia hasta hoy en Cuba.
Para llegar a esta maravilla hay que internarse en el monte y caminar por un sendero de tierra y dientes de perros de casi cuatro kilómetros. Al penetrar en ese ambiente los ruidos del caserío se van apagando y los sonidos propios de la fauna circundante pasan a ser la banda sonora del trayecto.
Con las altas temperaturas la travesía puede resultar peor. Mas, la sombra del follaje hace más llevadero el andar. Aunque la ruta correcta a “El tanque azul” está marcada por pequeñas cruces pintadas en piedras dispersas a lo largo del camino, hay que estar atentos a las varias bifurcaciones que se presentan.
Al final, en medio del monte y entre altos árboles, aparece el gran cenote de aguas cristalinas que invitan urgente al chapuzón. De treinta metros de largo por quince de ancho, “El tanque azul” asemeja un gigante espejo semiovalado. Puedes lanzarte al agua con seguridad desde cualquier lugar. Nunca vas a tocar fondo porque en la parte más baja tiene de cuatro a siete metros de profundidad.
Su condición de cenote, surgido ante de la existencia de la especie humana, hacen de este un escenario como único para el estudio de la formación de nuestro planeta. Pero, para sumergirse en esas profundidades se necesita ser un entrenado espeleólogo, especialista en buceo.
En el 2004, un equipo formado por especialistas alemanes y cubanos, descendieron hasta las entrañas de “El tanque azul”. Llegaron a recorrer poco más de tres kilómetros. Se recopilaron varios datos tales como que el sistema cavernario alcanza una depresión máxima de 21 metros y posee una treintena de grutas internas, que conservan las mismas características morfogenéticas. O sea, que las piedras que conforman estas cuevas se originaron tras las diferentes erosiones sufridas por ese suelo hace millones de años.
Son como amplios salones, con techos elevados, que facilitan el movimiento de los buzos. Esas cavidades están divididos por enorme columnas que no son más que la unión de las famosas estalactitas (rocas alargadas que cuelgan en los techos) y las estalagmitas (rocas alargadas desde el piso).
En medio de esa absoluta oscuridad habitan las anguilas del género Rostrata y una especie endémica de peces ciegos. Estos animales acuáticos tan particulares nacen con ojos y al hacerse adultos los pierden tras sufrir una convergencia evolutiva producto de residir en distintos ecosistemas cavernícolas.
A pesar de lo agotador y sinuoso que pudiera resultar la caminata bien vale la pena todo el esfuerzo para conocer “El tanque azul”, un testigo del tiempo.
Agregar a este hermoso lugar que en una de sus grutas se encuentra un dócil de un pez incrustado en una roca .