Mi relación más cercana con el hielo por años fue descongelar el refrigerador de mi casa, tarea hogareña que me asignaron en la adolescencia. O, en los apagones, cuando mi madre me mandaba a comprarle a una vecina que vendía bolas de hielo para poder almorzar con agua fría en medio del sofocante verano cubano. Tendría 9 o 10 años.
Esos recuerdos intrascendentes me rondaron mientras caminaba hace un par de días por el glaciar Perito Moreno y todo, absolutamente todo a mi alrededor y hasta donde llegaran a ver mis ojos, era hielo.
El famoso sitio se encuentra en el Parque Nacional Los Glaciares, inaugurado en 1937 y declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1981. Queda en el suroeste de Argentina, en la provincia de Santa Cruz, muy cerca de la parte austral de la cordillera de los Andes.
Son 7 269 km² de montañas, lagos, bosques, asentamientos poblacionales y, sobre todo y lo más imponente, numerosos glaciares que nacen en el gigante Campo de Hielo Patagónico, el tercero más grande del mundo, después de la Antártida y Groenlandia.
También conocido como Hielo Continental Patagónico Sur, se trata de un vestigio de la llamada Edad de Hielo, hace unos 20 mil años, del último periodo glacial en la historia geológica de la Tierra.
El manto de hielo tenía entonces un espesor de más de un kilómetro y llegaba a extenderse en línea recta por unos 200. Con el tiempo la extensión fue reduciéndose producto de la erosión glaciar. El fenómeno dejó a la vista los valles, lagos y montañas que se aprecian en la región.
Hoy el Campo de hielo cubre un área de 16 800 km², territorio compartido entre Argentina y Chile. A la primera le pertenece solo el 30 % del área congelada y al segundo, el 70.
La acumulación durante miles de años de capas y capas de nieve ha formado el Campo de Hielo. A 1 500 msnm son constantes todo el año las precipitaciones en forma de nieve. En esta franja se descargan hasta 7 mil milímetros anuales; una gran fábrica natural de hielo.
Desde ahí nacen 49 glaciares. Algunos atraviesan el mencionado Parque Nacional, en Argentina, y otros descienden por el Parque Nacional Bernardo O’Higgins de Magallanes, en Chile.
Del lado argentino los glaciares más importantes son el Viedma con 978 km², el Upsala con 902 km², el Perito Moreno con 258 km² y el Spegazzini con 134 km2. Además del Campo de Hielo Patagónico, en la región se han contabilizado cerca de 18 mil glaciares de menores dimensiones.
Estos datos y muchos más los dan Juan y Luli, los guías encargados de conducir y cuidar a una veintena de personas durante la caminata de dos horas por el Glaciar Perito Moreno.
Antes de pisar el hielo y encontrarnos con ambos jóvenes, que hablan con amor y conocimiento sobre estos parajes, yo ignoraba totalmente el universo de los glaciares. No sabía, por ejemplo, que existe la glaciología, rama de las ciencias naturales encargada del estudio de la nieve y el hielo.
Lo que más llamó mi atención es que caminábamos por una masa de hielo producto de nieve compactada; no de agua congelada, como por error suele creerse que están formados los glaciares.
¡Y se mueven! Por la fuerza de gravedad los glaciares descienden lentamente hasta los niveles inferiores, hasta llegar a cuerpos de agua como lagos o mares.
“Los glaciares de la Patagonia son dinámicos y se denominan templados. A diferencia de los de la Antártida, estos están apoyados sobre rocas tibias, que tienen una temperatura sobre cero grados. Entre la roca y el hielo hay una película de agua que sirve como lubricante para el desplazamiento. No es posible percibir el movimiento a simple vista; pero, por ejemplo, el glaciar por donde estamos transitando, el Perito Moreno, avanza unos 2 metros por día”, cuenta Juan.
A medida que caminábamos por el hielo, las diferentes tonalidades azules detuvieron mi paso más de una vez. El hielo absorbe la luz roja y refleja luz azul. Ahí descubrí arroyos, pozos y grietas. Es parte del drenaje natural que permite el deslizamiento del glaciar por la montaña.
Apenas recorrimos un par de kilómetros del Perito Moreno. El glaciar, que lleva el nombre del explorador y director de la Sociedad Científica Argentina Francisco Moreno, es unos kilómetros más grande que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tiene 5 kilómetros de longitud y su pared más alta mide 70 metros sobre la superficie del agua.
Su recorrido termina en el lago Argentino, el más grande del país. En sus márgenes puede observarse a unos cientos de metros otro espectáculo único de la naturaleza: desprendimientos de las paredes del glaciar. Es parte del ciclo natural debido a las temperaturas, fricciones internas y al movimiento. Los bloques de hielo que se desprenden son los famosos icebergs o témpanos.
El Perito Moreno es uno de los glaciares más conocidos, entre otros atributos, porque es el de mayor accesibilidad al público. Se estima que cada año lo visita medio millón de turistas de todo el mundo.
Además, es de los pocos glaciares del planeta que, a pesar del calentamiento global, no está en retroceso, se mantiene en equilibrio e incluso crece. O sea, el hielo que se desprende de alguna manera se recupera por la acumulación de nieve en su nacimiento, en el Campo de Hielo Patagónico Sur.
Es una buena noticia si tenemos en cuenta que los glaciares acumulan más del 75 % del agua dulce de la Tierra.