Durante años, casi todos los días atravesaba Quinta Avenida, en La Habana, en mi camino a la universidad. Por supuesto, había reparado, entre las imponentes construcciones de la conocida vía, en una de las más notables, en la calle 82. Es la Iglesia de Jesús, la edificación de culto más grande de la isla después de la Catedral de Santiago de Cuba.
El paisaje urbano me era familiar y rutinario; sin embargo, nunca había visto aquel templo por dentro. Muchos años después de mi etapa estudiantil, a finales de diciembre de 2021 mientras buscaba la fiesta de bodas de una amiga, merodeé los alrededores de la Iglesia y me animé a entrar.
Lo que detuvo mi paso y me motivó a pasar fue haber advertido, desde la acera, la presencia de un señor sentado en un banco, en una de las áreas externas. Crucé el umbral de una reja y fui silencioso, despacio, en su dirección. A medida que me acercaba, entre las plantas se alzaba la escultura de una mujer rezando. En frente, descubriría una gruta artificial y una virgen.
Aquel monumento es una réplica de la Gruta de la Virgen de Nuestra Señora de Lourdes, una de las más reconocidas advocaciones de la Virgen María.
El hombre permanecía en silencio. Ante mi presencia, intercambiamos gestos de saludo. “Es milagrosa”, me dice al tiempo que señala la virgen. “Hace unos meses le pedí por la salud de una de mis hijas, y la niña se recuperó. Desde entonces, siempre que puedo, vengo y le traigo flores”.
Nuestra Señora de Lourdes es conocida en el imaginario religioso por ser patrona de los enfermos. Se le atribuye infinidad de milagros. Según la leyenda, hace casi dos siglos en Lourdes, Francia, la Virgen María apareció en la Gruta de Massabielle ante una adolescente. Se cuenta que el hecho se habría repetido dieciocho veces durante cinco meses.
Conocía la existencia del monumento en La Habana. Es más, pensé por mucho tiempo que Lourdes era el nombre del templo, que en realidad se llama iglesia de Cristo Rey, conocida popularmente como iglesia de Jesús de Miramar.
Ya que estaba y tenía tiempo antes del compromiso que me aguardaba, recorrí la edificación e hice estas fotos.
El diseño de la planta principal tiene forma de cruz latina. Sobresale una gran cúpula octogonal, la más grande en Cuba después de la del Capitolio de La Habana.
La construcción del inmueble comenzó en 1948, tras aprobarse el proyecto presentado por los arquitectos españoles Eugenio Cosculluela y Guido Sutter. Ellos idearon un edificio con un estilo neorrománico y guiños neobizantinos.
“Su estructura arquitectónica es de hormigón armado, revestida de cemento imitando a piedra arenisca. La fachada, pórtico y torre (está sin terminar), es de piedra de sillería. Los bajorrelieves de la Crucifixión y Ascensión del retablo del altar mayor, los ángeles del presbiterio y los altares de las capillas laterales, son de mármol de Carrara (Italia)”, se puede leer en un gran cartel informativo.
La nota revela además los signos franciscanos de la decoración, “como el cordón, escudo de la Orden y el saludo ‘Paz y bien’ [Pax et bonum]. También aparecen símbolos de los sacramentos y litúrgicos, bellamente moldeados en los capiteles por el artista Juán Sierra. El piso está decorado en colores, hecho con terrazo in situ”.
El interior está decorado con arcos de medio punto y columnas de mármol de diferentes colores.
Cuenta con dos únicas capillas. Una dedicada a la Patrona de Cuba, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre; y la otra a Santa Ana, la madre de la virgen María. Las dos imágenes están talladas en madera policromada.
El altar mayor lo preside una imagen de Cristo Rey, réplica de una escultura instalada en la Basílica de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, en Madrid. La pieza escenifica el instante de la pasión de Cristo cuando es presentado ante el pueblo por Poncio Pilatos.
Hay un órgano de tubos, el más grande de Cuba, con 5 mil tubos. Fue traído en piezas desde España y ensamblado en la iglesia. Desde hace años se encuentra en desuso.
Una de las mayores joyas del lugar son catorce murales en las gigantescas paredes interiores. El conjunto pictórico está dedicado a representar el Via Crucis. Es una obra del pintor español César Hombradós, quien trabajó en ella entre 1952 y 1959.
Las pinturas al óleo sobre una lámina metálica muy fina y pegadas a la pared muestran doscientas sesenta y seis figuras a tamaño natural. Para representar a los personajes bíblicos, posaron feligreses y contribuyentes que financiaron la propia obra. Hasta el autor sirvió de inspiración para algunas estaciones en las que se autorretrató como verdugo. Su esposa, Sara Margarita Fernández y López, posó para darle forma a la Virgen María. Por su parte, para pintar a Cristo, Hombradós se fijó en la estatua que se levanta en el ábside de la iglesia.
A cinco años de haberse puesto la primera piedra, la sede católica se inauguró el 28 de mayo de 1953. Perteneciente a la Arquidiócesis de San Cristóbal de La Habana, el templo pasó de inmediato a ser uno de los más importantes del país.
“Con ayuda de la Orden y donaciones de los fieles se pudo levantar este grandioso (aún sin terminar) templo a Cristo Rey, aunque popularmente es llamado Jesús de Miramar”.
Desde su fundación, los Religiosos Capuchinos españoles han atendido y conservado el templo que, “gracias a la generosidad de los fieles y visitantes, siguen manteniendo en pie, limpio y decoroso como merece la casa de Dios”, revela otro cartel a los visitantes ni bien se sobrepasa una de las tres grandes puertas principales.
Antes de seguir rumbo a mi cita, crucé la Quinta Avenida y me paré a contemplar en su magnitud el edificio por el que pasé veloz tantas veces, sin imaginar la Historia y las historias que alberga.
Bella historia ademas muchos de los vecinos de aquella epoca quedaron inmortalizados en las pinturas que recrean el via crucis…sin duda bella iglesia que embellece mi barrio
Interesante historia, gracias.
Lo que más me gusta de ésta iglesia es la paz que se siente en su interior. No se como explicar pero se siente muy a gusto ir.