Es media tarde y los transeúntes atraviesan la plaza en distintas direcciones. Desde un ventanal, a unos 20 metros de altura, me detengo a observar unos instantes el hormigueo. La luz del sol, que va retirándose hacia el oeste, se derrama sobre los viandantes.
Luz y sombra. Contraste marcado; una oposición aparente. En su esencia no deberían considerarse opuestos la luz y la sombra , sino más bien partes inseparables de algo mayor.
Constantemente nos enfrentamos a la errónea oposición entre luz y sombra. Sin embargo, más allá encontramos que son componentes intrínsecos de una misma realidad.
Como a la luz y la sombras, tendemos a clasificar las experiencias en términos opuestos, seducidos por la tentación de simplificar lo que es complejo. Sin embargo, al hacerlo, perdemos de vista otros matices.
Tendemos a dividir la propia vida en momentos luminosos y momentos sombríos. La luz representaría la claridad, la alegría y el éxito; la sombra, los desafíos, las dificultades y los momentos de oscuridad.
Hemos asumido la dualidad de contrarios en nuestras percepciones: el bien y el mal, el éxito y el fracaso… Sin embargo, la vida no es simplemente una batalla entre fuerzas opuestas, entre luces y sombras, sino un continuo fluir entre momentos de claridad y oscuridad.
Pero comprender que la sombra no es más que la consecuencia natural de las variaciones en la intensidad de la luz, podemos abrazar la complejidad. Cada oscuridad es una puerta al aprendizaje y el crecimiento, para poder apreciar la luz que sigue.
Exelentes nota Kalo