En un hito para el deporte y la inclusión, el primer Mundial de Fútbol de Talla Baja se llevó a cabo la semana pasada en Buenos Aires, Argentina. Dieciséis naciones de cuatro continentes se unieron en el evento, no solo por la pasión por el fútbol, sino además por el compromiso con la integración de personas con acondroplasia, la forma más común de enanismo, que afecta a 1 de cada 30 mil habitantes del planeta.
Reguladas por la Federación Internacional de Fútbol de Talla Baja, fundada en 2019, las reglas de esta modalidad futbolística incluyen equipos de 7 jugadores con una altura máxima de 1,40 metros (solo un jugador por equipo puede superar esta medida).
El terreno tiene dimensiones de 40 metros de largo por 20 metros de ancho, con una portería de 2 metros de largo por 1,70 metros de ancho. Similar al futsal, el balón tiene una circunferencia de entre 62 y 64 cm, y el partido se juega en dos tiempos de 20 minutos.
La selección argentina se coronó campeona mundial en un ríspido partido contra Paraguay, que abandonó la cancha casi al finalizar el primer tiempo, cuando perdía con marcador de 3 a 1, en protesta por el desempeño arbitral.
Más allá de las medallas y la competición deportiva, el Mundial fue un ejemplo de cambio social y cultural para derribar estereotipos y barreras discriminatorias.
La responsabilidad de promover la inclusión de personas con acondroplasia no recae solo sobre aquellos afectados por la condición, sino que es un deber colectivo a nivel social y requiere compromiso continuo de gobiernos, instituciones educativas, empresas y ciudadanos.
En el ámbito deportivo convencional, la discriminación por condiciones físicas predomina aún más. Para estos atletas de talla baja el camino ha estado marcado por años y años de desafíos y estigma. La sociedad a menudo limita las expectativas de quienes, a puro talento y sacrificio, son fuentes de inspiración.
Facundo Rojas, el capitán de la selección argentina, con lágrimas en los ojos confesó, tras obtener el título, que el fútbol “le salvó la vida”. Desde las gradas, cientos de personas vitoreaban a los campeones, les pedían fotos, firmaban camisetas e, incluso, los reconocían como ejemplos a seguir.
Rojas jugó en las divisiones infantiles del fútbol argentino. Llegó a debutar en clubes de primera división, hasta que lo descartaron. “No te da la altura: no juegas más”, le dijeron sin medias tintas y su ilusión de algún día poder vestir la camiseta albiceleste pareció desmoronarse.
De adulto, a pesar de sus probadas habilidades futbolísticas, volvería a ser discriminado. Lo dejaban de lado en los partidos de cancha de once por la diferencia de tamaño y físico con otros futbolistas.
Lejos de amilanarse, la marginación lo impulsó a crear en su pueblo Laguna Seca, en la provincia de Corrientes, un equipo de fútbol de talla baja al que bautizaron “Pulga y Pelusa”, en honor a Messi y Maradona, los dos bajitos y entre los más grandes futbolistas del mundo.
“Lo que me salvó la vida a mí fue el fútbol, que logró involucrarme en la sociedad. Dije: ‘¿Por qué no ayudar a todos los demás y crear una disciplina para nosotros?’”, comparte Rojas, quien además es periodista y locutor, y lidera la Asociación Civil Talla Baja.
Meses antes del mundial, Facundo Rojas destacó en una entrevista: “Con demasiada frecuencia, la percepción errónea sobre nuestra estatura nos lleva a ser subestimados y tratados como niños, limitando nuestra capacidad para perseguir nuestros objetivos de manera plena. Nuestra misión y visión van más allá de cambiar la mirada que se tiene hacia nuestro colectivo: queremos generar oportunidades y lograr todo esto con respeto y empatía. Estamos descubriendo este camino paso a paso, y el próximo Mundial marcará un hito en este proyecto que nació en nuestro país”.
Argentina fue pionera en armar un seleccionado, crear la Federación Internacional de Futbol Talla Baja (FIFTB) y organizar la primera Copa América en 2018, ganada por Paraguay. Luego, otros países también formaron sus equipos.
Se organizaron la Eurocopa y el reciente Mundial, que reunió a conjuntos de Brasil, Colombia, Bolivia, México, Guatemala, Ecuador, Perú, Chile, Paraguay, Argentina, España, Francia, Marruecos, Irak, India y Estados Unidos.
La diversidad es un activo invaluable, y eventos como el Mundial de Talla Baja abren puertas hacia un futuro más justo para que las oportunidades para todos sean la norma, no la excepción.