El legado cultural de México se hace palpable en el Museo Nacional de Antropología, que en este año conmemora 60 años de su inauguración. Fue el 17 de septiembre de 1964 cuando las puertas del monumental recinto se abrieron al público, en una ceremonia presidida por el entonces mandatario Adolfo López Mateos. El acontecimiento marcó el comienzo de un proyecto cultural que se erigió como símbolo de conocimiento y admiración hacia las raíces prehispánicas de México.
El inmueble, concebido como parte de una visión vanguardista, fue confiado a la genialidad de los destacados arquitectos Pedro Ramírez Vázquez, Rafael Mijares y Jorge Campuzano.
Ubicado en el corazón del exuberante bosque de Chapultepec, el recinto museográfico se levanta en una extensión de 79 700 metros cuadrados. De la vasta superficie, 44 mil metros cuadrados albergan las estructuras construidas, mientras que los restantes se funden con el entorno, integrando una plaza de acceso y espacios verdes que abrazan el complejo con armonía.
En su interior, el Museo Nacional de Antropología custodia la más destacada y completa colección del mundo de arte prehispánico de Mesoamérica. Desde las enigmáticas civilizaciones maya, azteca, olmeca, teotihuacana, tolteca, zapoteca y mixteca, hasta la etnografía de los pueblos contemporáneos de México, cada rincón está impregnado de historia y significado.
Al cruzar el umbral, nos sumergimos en un viaje a través del tiempo, en el que las piezas exhibidas narran la fascinante historia de una tierra rica en cultura y tradición.
Llama especialmente la atención la espectacular caída de agua de la fuente titulada El Paraguas, ubicada en el patio central, el corazón del museo.
La obra es un homenaje al dios de la lluvia de la mitología azteca. Su colosal estructura, que abarca una impresionante superficie de 82,06 metros por 54,42 metros, se sostiene mediante cables conectados a los edificios circundantes, estableciendo así una de las “cubiertas colgantes” más grandes del mundo, con un área total de 4 467 metros cuadrados.
La columna principal de la fuente, revestida en bronce, exhibe un relieve escultórico creado por los talentosos hermanos Chávez Morado, inspirados en el concepto y guión de Jaime Torres Bodet, bajo el título “Imagen de México”, simbolizando los cuatro puntos cardinales.
Detallado en el propio museo, el proceso implicó la armonización de criterios de antropólogos, arqueólogos y etnólogos para presentar un discurso cohesivo y uniforme. A través de estudios exhaustivos y monografías se abordaron diversas áreas geo-culturales, sirviendo como base fundamental para la planificación y disposición de las salas. El enfoque trascendió la simple exhibición de objetos, buscando enriquecer la experiencia del visitante con material explicativo exhaustivo.
En el intrincado laberinto de exposiciones, la planta baja recorre la historia a través de once salas dedicadas a la arqueología. Desde los albores del poblamiento de América hasta el enigmático período Posclásico mesoamericano, estas salas se despliegan como capítulos entrelazados alrededor del patio central.
El mural Los periodos mesoamericanos, del pintor José Chávez Morado, es una obra destacada que se encuentra en la sala “Introducción a la Antropología”, en la primera planta. La obra es de gran extensión, con una superficie de 18 metros de largo por 5 metros de alto. Se divide en tres secciones distintas; cada una representa aspectos emblemáticos de la cultura mesoamericana.
La primera sección representa el periodo Preclásico, que abarca desde aproximadamente 2000 a.C. hasta 200 d.C. Durante este tiempo, las civilizaciones mesoamericanas estaban en su fase inicial de desarrollo, con la construcción de las primeras ciudades y el surgimiento de la agricultura.
La segunda sección podría representar el periodo Clásico, que se extiende desde aproximadamente el año 200 d.C. hasta el 900 d.C, tiempo de esplendor para culturas mesoamericanas, como los mayas, los teotihuacanos y los zapotecas, con grandes avances en la arquitectura, la escritura, las matemáticas y las artes.
Finalmente, la tercera sección del mural podría representar el periodo Posclásico, desde el año 900 d.C. hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI. Durante este tiempo hubo un declive en muchas de las grandes ciudades mesoamericanas, pero surgieron nuevas culturas y civilizaciones, como los aztecas, que construyeron un imperio poderoso en el centro de México.
Hay además pinturas de Jorge González Camarena, que ilustran el mestizaje. Asimismo, sobresale otro mural, de Iker Larrauri, que se enfoca en el paso desde Asia hacia América, explorando los vínculos entre diferentes continentes y culturas. Además, se exhibe una reproducción de la excavación arqueológica que condujo al descubrimiento del Hombre de Tepexpan, revelador hallazgo sobre los primeros pobladores de la región y sus modos de vida.
En las diferentes salas de la primera planta hay una fascinante colección de piezas que representan las culturas mesoamericanas, con un enfoque particular en las culturas Maya y Mexica (azteca). La exhibición cuenta con alrededor de 8 mil piezas.
La sala dedicada a la cultura Maya ofrece una experiencia envolvente, con una exposición de lápidas que muestran la elaborada escritura jeroglífica de esta civilización y sus complejas creencias religiosas.
Además, los visitantes pueden admirar una réplica de templos mayas, completos con los mencionados murales pintados que representan escenas de la vida cotidiana, rituales religiosos y figuras divinas.
La Piedra del Sol, una imponente escultura circular que representa la esencia del cosmos, es el punto focal de la sala mexica, una de las más importantes. Tallada con grabados de elementos sagrados, revela la conexión con la cosmovisión mesoamericana a través de anillos concéntricos que muestran los días y los años.
Aunque su origen y artífices durante el Período Posclásico mesoamericano siguen siendo un enigma, su descubrimiento en 1790 en la Ciudad de México causó asombro en el mundo. Esta pieza, que posiblemente haya servido como plataforma ritual, fue trasladada al Museo Nacional de Antropología en 1964.
El Museo Nacional de Antropología ofrece a sus visitantes una experiencia transformadora, una inmersión en la esencia misma de México y Mesoamérica. No solo es un tesoro nacional, sino del mundo entero, ya que en sus salas se encuentran preservados los vestigios de una huella invaluable que trasciende fronteras.
Este aniversario conmemora seis décadas de legado y la continua exploración de una de las culturas más ricas y diversas en la historia de la humanidad.